Veía desvanecerse el día a través de la ventana del bondi, sonriendo, de pronto tuve
un sobresalto y conecté todas las ideas y entendí que podría estar hasta las tetas.
Duró cinco segundos y la marihuana me hizo creer que estaba equivocado y había
entrelazado mal los pensamientos o peor, que conecté bien las ideas pero que estaba
fumado y prefería disfrutar de eso. Me mantuve así, por lo menos durante el resto de
ese día.
Llegué a la casa de Giorgi, me habían dado una copia de las llaves, entré saltando y
alzando el frasco como un trofeo, ellos gritaron y vinieron a festejar junto a mí. Por
ese instante efímero habíamos ganado.
Nos tiramos en el sillón con Jonás, Aylén y la enana se acomodaron en unos
almohadones gigantes y se tiraron en el suelo, armé un blunt, era del tamaño de la
pija de un enano y comenzó a rodar el porro.
Esa noche la sentí especial, percibí que estabamos anestesiados, la marihuana se
prendía y pasaba de mano en mano, volvía a armar y volvía a girar, danzaba entre
todos mientras mirábamos una película. La primera peli no le dimos ni pelota,
estábamos extasiados riéndonos y diciendo pelotudeces sin sentido. La segunda fue
en silencio y un silencio ameno, fueron instantes de tranquilidad dónde no sentimos
el pesar de la vida.
La madrugada nos agarró las cabezas, nos acarició y nos fue dejando somnolientos
en los lugares cómodos que habíamos construido.
Pasamos varios días encerrados, nos dormíamos a cualquier hora, fumabamos
estúpidamente porro y nos explotaba la cabeza cada vez que íbamos al
supermercado. Teníamos que hacer bien las cuentas porque si no nos quedaríamos
sin un mango y eso sería un problema. Efectivamente pasó, pero todavía no es el
momento de contarlo. Sigamos con los días que fuimos buenos amigos y parecía que
el mundo no se estaba prendiendo fuego.
Recuerdo una tarde donde discutiamos sobre Razzirt, Aylén opinaba que era un
artista descomunal, yo no lo ponía en dudas, de hecho nadie puso jamás en duda eso;
pero la discusión era que para mí el chabon era un humanoide. ¿Para qué dije eso?
Me empezó a gritar, se calentó de verdad, me trató de ignorante, solo me reí porque
no estaba tomando el tema de discusión tan a pecho pero cuando se tranquilizó
después de unos largos segundos, me preguntó por qué yo creía que él era un
humanoide. Mi respuesta fue sencilla, cualquier canción de cualquier disco es una
belleza extraordinaria, hasta la nota más insignificante y tonta que está puesta ahí,
aunque solo dure un tiempo finito, es de un carácter profundo y posiblemente te
invite a replantearte muchas cosas. Sostuve que nadie puede hacer eso sin tener el
conocimiento absoluto del universo, una persona dificilmente lo tenga pero una IA
en un cuerpo, sí lo posee. Vi en los ojos de Aylén que comprendía la hipótesis pero
le desagradaba pensar que Razzirt no era un cuerpo frágil como ella. Se levantó,
manoteó un tucón que había en el cenicero y dijo que se iba a la terraza. La dejamos
ir.
Yo tuve el impulso de salir a dar unas vueltas, bajé a la calle y vi el atardecer
comenzando, no sé por qué me dejó una sensación de mierda debatir algo tan banal
como suponer si es o no humanoide un artista de la otra punta del planeta. Tenía
tristeza en mí y una voz que pedía sangre, que vociferaba que fuera a la terraza y
defendiera a muerte mi argumento. Divagué, a las 2 o 3 cuadras del departamento de
Giorgi, frené de golpe y me senté en un escalón de una casa vieja. Armé un porro,
me había manoteado un cogollo antes de salir. Lo encendí y a la segunda seca ya no
sabía si era tan importante el debate. Continué la caminata.
Me agarró la noche en Páez y Nazca, me rescaté y me dije en voz baja, "soy un
pelotudo". Me volví por Cuenca, una calle que siempre me gustó y que posiblemente
crucen menos patrulleros que por Nazca. La marihuana no me dejaba apurarme, fue
una lucha interna que duró media cuadra y supe que lo único que iba a ganar era una
taquicardia. Punto, no mucha más historia, estoy re loco y lento, no puedo
apurarme, que sea lo que Dios quiera. Seguí caminando con toda la paja del mundo.
En algún momento del trayecto encontré una pelota de voley en el cantero de un
árbol. No parecía que alguien la hubiera escondido, estaba en el barral a los pies del
gigante. Me acerqué suave, como desconfiando, un boludo, estiré los brazos y alcé la
pelota; la limpié en el agua que corría más abajo del cordón y me la quedé. Al llegar
al edificio seguí de largo los ascensores, había visto que la gente iba hasta allá al
fondo y estaba la puerta que llevaba al estacionamiento, a un costado había otra
puerta y al abrirla me encontré con unas escaleras que descendían a las bauleras,
bajé y ví una jaula abierta y abandonada y escondí la pelota dentro de una caja de
herramientas vacía.
Cuando entré en el departamento de Giorgi, vi que el living lo habían dejado con la
luz cálida, tenue del velador. El televisor apagado. El resto de la casa estaba a
oscuras, caminé suave e intentando no hacer ningún ruido, recorrí el pasillo de las
habitaciones. Escuché a través de una puerta sonidos y supuse que Jonás estaba
boludeando. Una habitación tenía la puerta abierta y ví que Aylén dormía abrazada a
Camila. Entré en la tercera pieza y agarré un colchón de una plaza y lo llevé al living,
armé la cama ahí, puse un episodio de un podcast sobre conflictos bélicos y me
acosté a fumar lo que quedaba de la tuca. Perdiendo de a ratos el hilo conductor del
podcast, pensaba en que carajo íbamos a hacer. En algún momento de la locura tomé
la decisión de consultarlo al día siguiente con los demás.
Como ellos se durmieron temprano, a la mañana, cerca de las 9 o 10 escuché ruidos a
tazas y voces en la cocina, yo me había dormido como a las 3am y necesitaba por lo
menos seguir descansando hasta el mediodía. Di un par de vueltas, abría los ojos y
veía la luz entrar por el ventanal, observaba las plantas en el balcón y volvía a
cabecear. Descansé bien igualmente.
Pasada las 11 me levanté a mear y cuando volví al living, me encontré a Aylén
sentada en los pies del colchón con una taza de café para mí. Me senté a su lado y la
abracé, fue un instante en silencio, hasta que habló primero.
- Perdón gil, una discusión inútil la de ayer.
- Sí, tranqui. Estaba caminando anoche y me di cuenta que no era relevante
defender mi argumento. En realidad, no es relevante...nada es relevante.
Me interrumpió en medio de mi divague y sacó un papel imaginario para firmar el
armisticio.
- Boludo, ¿vos flasheas que yo jamás lo pensé? Obvio que lo pensé, un millón
de veces que lo pensé pero...no me importa si el chabon es humano,
humanoide o salió de la cajeta de un plato volador proveniente de la concha
del re mono, me produce una sensación que no tengo forma de explicarlo.
- Te entiendo Ailu, eh...Aylén.
- Uffff, un fallido interesante. ¿Todavía te acordás de esa pelotuda?
Le pegué un sorbo largo al café y busqué rápido en mi cabeza el motivo de ese
fallido, mientras tanto Aylén decidió tomarlo con humor.
- ¿En serio, te gusto pajero?
Empezó a cagarse de risa, estallada.
- No, no. No sé porque dije Ailu, ni idea. Hablando posta, creo que nunca me
gustó sino que siempre me pareció interesante; tiene algo que la hace
especial, no sé, será artista o tiene morbos extraños, algo tiene.
- Te gusta.
- No, no, no...que rompe verga que sos. ¿Cómo carajo te explico?
- Vamos a hacerla corta, ¿te la cogerías?
- No.
- Dale, forro.
- Eso es lo que trato de explicar, no me produce una sensación sexual, es...me
parece que me llama la atención que a la chabona no le entra una bala. Es eso.
Aylén pareció entender que la discusión no se iba a tornar graciosa y que yo no iba a
decir lo que ella deseaba escuchar. Cortó enseguida la charla.
- Ok. Voy a cocinar, ¿comés?
- Sí, dale. Gracias.
Me quedé ahí, en calzoncillos, sentado en la cama pensando en Ailu. ¿Algo en mí
había mentido? Para sacarme la duda traté de imaginarla desnuda, no pude. Fue un
cortocircuito, mi cabeza no podía generar libido con respecto a la fantasía que
trataba de forzar. Llegué a la conclusión que había dicho la verdad.
Ayudé a Aylén a poner la mesa, llevé los platos y me crucé al gordo con su mochila,
como si fuera a salir, Camila vino de la pieza y se sentó a la mesa, ni siquiera
preguntó si faltaba traer algo. Jonás dijo que se iba al centro a buscar guita que le
había mandado Giorgi, la madre de Giorgi en verdad.
Estabamos comiendo en silencio. Lo expuse sin dar muchas vueltas, hice la pregunta
hiriente
- ¿Cuántos ahorros tienen?
Las miradas se cruzaron, por un segundo no supimos si eramos amigos o enemigos.
Creo que nadie quería lidiar con una discusión, mucho menos que batallemos con
excusas y tratando de defender el honor del ego. Lo imaginé tan real como si pasase,
Aylén justificando que había traído el porro, la enana diciendo que eran sus ahorros
y que sentía que no podía destinar todo para la supervivencia de los cuatro, llegaba
Jonás y al plantearle el debate él defendía su postura argumentando que puso la casa
de su amigo, qué está arriesgando los intereses de alguien más por las pibas.
Lo imaginé mal, creo que me sucede más veces de las que puedo darme cuenta.
Asumo que es por estar jodido, siempre esperando algún vergazo por parte del otro.
En fin.
Aylén respondió con tristeza
- Yo estaba averiguando para comprar una 3D, me eché bastante para atrás
cuando Camila me contó lo que le pasó.
Quería saber porque quería comprarla? cuál era su idea, le pregunté y respondió.
- No tengo algo claro, no lo tenía antes tampoco. Tazas, vasos, no sé, cualquier
garcha que sea fácil y vendible.
Camila permaneció callada, me pareció notar que se sentía culpable, como si ella
hubiera imposibilitado todo el plan de Aylén. Continué la charla
- ¿Lo podemos intentar? Yo no sé una mierda de eso, pero no sé, estoy un toque
preocupado con la situación.
- No boludo, no. No pasó una pelotudez, no fue una carta documento o un
allanamiento. Le volaron la casa a esta chabona. La flasheo re arriesgada la
compra, además lo sentí esquivo al viejo que fui a consultarle por el
equipamiento.
- ¿Pero te confirmó que haría la venta?
- Sí, pero no da, medio clandestino o turbio no sé, no tengo ganas de hablar de
esto, loco.
- Disculpá.
Me levanté y salí al balcón a fumar porro. Me distraje mirando el patio abandonado
de algún ph de por ahí. En el medio de la manzana, miraba las baldosas de color
marrón claro oscureciendose con el moho, Camila se puso a mi lado y estiró la
mano pidiendo fumar, se lo dí, fumó en silencio y me lo devolvió. Escuchamos la
puerta, giramos nuestras cabezas y vimos a Jonás entrar. Regresamos al living y lo
sumamos al debate. Aylén habló
- Escuchame gordo, acá estábamos hablando sobre qué hacer, las restricciones
para laburar se ponen cada vez más hincha pelotas, yo estaba flasheando una
pero no va a poder ser y Gallo hizo una pregunta bastante elocuente, qué
buena palabra la puta madre, ¿cuántos ahorros tenemos, cuánto juntamos
entre los cuatro?
Jonás parado, inmovil, sin entender absolutamente nada de la charla, comprendió la
importancia de ingeniar alguna forma para no cagarnos de hambre, entonces
respondió
- Fui a buscar guita que me mandó Giorgi, me depositó 5 mil. Me lo mandó de
buena onda, porque le cuido la casa, igual nadie sabe que estoy con más
personas, yo no tengo drama de compartirlo con ustedes, supongo que si
hacemos piola las compras podemos tener comida para una semana o diez
días.
La enana y yo nos tornamos parte de la decoración del lugar, nuestros cuerpos
fueron derritiéndose paulatinamente hasta que nuestra piel se pegoteó contra el
empapelado bordó con unos diseños dorados en forma de pescaditos diminutos.
Éramos meros espectadores. Algo no muy distante con el resto de toda la vida. La
conversación sucedía entre Aylén y Jonás.
- Ajá, ¿y qué poronga hacemos después, seguimos dependiendo de tu amigo y
de la madre? ¡Loco no podemos estar tan hasta la pija! Compremos alguna
pelotudez y revendemos cualquier gilada. Y ¡La concha de su madre todo!
Los ojos de Aylén estallaron en mil pedazos, igual no cayó ninguna lágrima, pero
todos entendimos la bronca que experimentaba. Jonás se descolgó la mochila y la
dejó caer al piso, se acercó a Aylén y la abrazó muy fuerte. Dijo algo, lo dijo de tal
manera para que nosotros también seamos parte de esa idea, sus palabras se
deslizaron convincentemente
- Vamos a ir al súper, relajados, fumadísimos tal vez, no, no, mucho mejor,
vamos a ir conscientes de nuestra misión y al final del recorrido vamos a
elegir algo rico para bajonear. Lo vamos a pagar en caja, vamos a venir acá y
después de ordenar todas las compras nos vamos a sentar a fumar y por
último vamos a disfrutar de eso rico que hayamos traído.
Fue un sacudón, nos sacó de la inercia total y encima nos empujó a una visión
positiva. De hecho mientras me ponía la remera y me preparaba, flasheé, me acordé
de la pelota de voley e iba a proponer para la vuelta salir a la calle a jugar.
Compramos para bajonear frutillas, también crema. Al volver del super, les dije que
subieran a dejar las cosas y bajen. Me fui a buscar la pelota de voley y los esperé para
salir a jugar a la calle. Me acuerdo que unos días antes comenzaron a desviar el 24,
84 y 134 por obras cerca de ahí, teníamos la calle para nosotros y jugamos. En un
momento pudimos ver por detrás de la malla naranja que cortaba el tránsito, a un
par de cuadras de donde estábamos, pasar unas camionetas verde musgo, no dijimos
nada pero se cortó el aire. No pasaron ni 5 minutos que Aylén propuso preparar
mate y porro e ir a la terraza.
Fue un día tranquilo, buscamos que así sea, igualmente las siguientes semanas
estuvimos extraños, inquietos por saber qué hacer.
En alguna mañana random de las semanas posteriores, pestañeé un poco y el
silencio fue tan aterrador que no volví a conciliar el sueño. Había pasado la noche
sólo en la habitación del fondo. Me desperté como si fuera un chico con una
sensación ambigua, placentera por tener la casa para mí solo, pero con miedo, por
estar solo en la casa. Recorrí el pasillo a paso lento, chusmeando, quería saber qué
hacían los demás.
En otra habitación vi a Camila con un llanto contenido, no porque no quisiera
hacerlo a los gritos sí no más bien por el miedo que se adueñaba de su cabeza, y le
causaba ese llanto agitado y cerrado. Aylén estaba abrazándola, lagrimeaba pero se
aguantaba para darle fuerza a su amiga. Recuerdo esa imagen con nitidez. Me fui al
living y Jonás dormía en el sillón, lo agité, lo zamarreé para que se despertase
inmediatamente, le hablé en voz baja
- Está pasando algo, boludo, vení.
Fuimos hasta la pieza y nos sentamos en el piso, desde ahí teníamos un cuadro de
horror, solo esperamos en silencio. En un parate del llanto, Aylén hablo en voz baja,
contó que Wil le escribió. Fue para avisar que mientras desmantelaban Burton
junto al dueño, dos tipos golpearon el vidrio polarizado. Wil se acercó hasta la
puerta y abrió, los chabones preguntaron si ahí laburaba Camilla Benítez, Wil
explicó que nunca había trabajado en esa cervecería. Por supuesto que el uruguayo
había llamado para avisar lo obvio, que la enana estaba hasta las tetas.
Jonás suspiró y comentó, no sé si era verdad, pero sonó tranquilizador
- Supongo que Gastón habló bastante sobre vos pero no sabe de la existencia de
este lugar, ni de Giorgi. Nadie va a venir.
Aunque después de decirlo se puso rojo y comenzó a respirar agitado, trató de
disimularlo pero estaba cagado en las patas. Me agarró tan de sorpresa que no pensé
en nada, tuve la mente en blanco un buen rato y cuando me cayó la ficha me fui a
bañar y lloré insaciablemente. ¡La concha de Dios!
El agua caía de mí cabeza por los hombros y seguía su curso, por el mismo torrente
donde se iban mis lágrimas. No pude saberlo en ese momento ni ahora tampoco, no
puedo descifrar si me había puesto triste por saber que estaban buscando a Camila y
que indirectamente también buscaban a Aylén o que yo también podía estar en
riesgo si ataban cabos sueltos, no sé si el llanto correspondía a la empatía o al
egoísmo. Nunca lo supe.
La casa estuvo tensa por varios días, las sonrisas y las tardes de fumar y jugar alguna
pelotudez habían cesado. En algún momento pusimos a reproducir El Padrino y nos
tiramos en el sillón, en silencio con caras largas. La marihuana estaba en la mesa
ratona y nadie propuso ni armó. Después de la fiesta de bodas, me levanté y me fui a
la pieza en la que dormía, agarré medio faso y subí a la terraza. Vi el ocaso, disfruté
y me sentí anaranjado.
Se me ocurrió escribirle a Wil.
- Hola uruguayo! Qué onda?
Me armé un tabaco y me distraje en la locura, escuché la notificación, respondí
dando pié a la charla.
- Bien loco! En casa. Qué onda vos?
- Estoy en la casa de un amigo del gordo, Giorgi, capaz lo conoces. No sé. En
fin, las chicas también están acá.
- Llamé a la enana la otra vez, ayer me parece, te contó?
- Sí, pero qué pasó?
- No sé que pasó, estaba con Rami el dueño desarmando unas cosas y cerrando
boludo, una mierda, nada en medio de ese quilombo llegaron dos chabones y
los vimos por el polarizado y empezaron a golpear. Yo los atendí y me
preguntaron por la enana descaradamente, le dije que ahí nunca laburó.
- Eran canas?
- No, dos tipos de 40 o 45 bastantes normales y civiles pero interrogaban como
si lo fueran.
Le mandé un audio extenso, casi 9 minutos, contando absolutamente todo lo que
había pasado. Wil me respondió con un audio y lo escuché afligido, no sabía como
pedir disculpas y a pesar que no la cagó, se sentía mal por haber dicho lo que dijo
ante esos tipos. Se despidió y ofreció su ayuda para lo que necesitemos.
Bajé, entré al departamento y me tiré en un almohadón en el suelo, continué con la
película, comenté un poco al pasar que había hablado con Wil, nadie dijo nada, a
nadie le importó mucho. Aclaré que el uruguayo había ofrecido su ayuda.
Un rato más tarde o quizás al otro día, no me acuerdo, sonó el teléfono, lo agarré y
Wil me estaba llamando, me pidió de juntarnos a charlar en persona. Le pasé la
dirección por una app que encriptaba mensajes y a las horas cayó tocando timbre
con 2 birras, sandwichitos de miga y medio kilo de helado. Nos sentamos en ronda
con almohadones en el piso y le dejamos al invitado el sillón en todo su esplendor.
Nos contó que en Uruguay las cosas estaban más tranquilas, sin embargo había
restricciones y algún que otro quilombito con réplicas, pero nada grave, ni
comparable con lo que estaba pasando en Argentina. El asunto es que un buen
amigo de él se había quedado sin laburo un tiempo antes que empiece toda esta
garompa, la empresa en la que laburaba cerró y se fue del país. Para sobrevivir está
trasladando gente desde la frontera de Entre Ríos hasta Porto Alegre, de ahí te deja
en el aeropuerto y te da algunas facilidades para tomar un vuelo e irte a la concha
del mono. Todos entendimos lo que estaba proponiendo, la respuesta fue un silencio
grupal, comentó que valía 1500 dólares por cabeza. Aylén la hizo corta, dió una
explicación sin vueltas
- Loco, no tenemos un mango, son 6 mil dólares, mucha guita, imposible
juntarla.
Wil dio su punto de vista y en parte era para convencernos pero también tenía razón
el chabón.
- Escuchá Aylén, yo no sé quiénes eran esos tipos ni tampoco porque la
buscaban a ella, no me interesa saberlo pero fueron a Burton a buscarla, no sé
que investigan o que quieren pero estaban ahí, preguntando. – suspiró – Eso
es un problema.
- Te agradezco muchísimo que vengas a avisarnos que estamos hasta las
pelotas pero ...¿Dé dónde sacamos esa guita?. . Ni aunque le chupara la pija 15
vidas a tu amigo podría pagar mi parte, ellos...
Aylen hace una pausa para mirarnos y agrega.
- Tampoco tienen un mango.
- Pero Aylén, los van a encontrar. Yo no tengo guita para financiarlos, como
mucho puedo pedirle a este pibe que baje el precio, se lo puedo pelear pero
no sé, estoy acá porque sería una verga que pase algo.
Vi como a Aylén se le piantó un lagrimón, hizo fuerza y tragó bronca y dolor,
respondió con total realismo crudo
- Puede pasar que un día golpeen esa puerta y pregunten lo mismo,
seguramente ahí estaremos hasta la pija, hundidos en mierda, pero no hay
opciones para evitarlo. O no la que proponés, que es muy buena pero no hay
teca.
Wil agachó la cabeza, respiró suave, pensativo, se mantuvo unos segundos así, luego
levantó la cabeza, hizo un paneo general, llevó las palmas a las rodillas y en el
impulso de levantarse dijo "ya está". Me pidió que lo acompañe abajo y le abra.
Antes de llegar a planta baja y salir del ascensor, con demasiada vergüenza y pudor,
le pregunté.
- Che, ¿ Ailu, cómo esta?
Wil me tiró una sonrisita cómplice
- ¡Cómo te gusta esa flaca! , eh!
- Wil yo...
llegamos a planta baja, charlamos encerrados un poco más
- Tranquilo, te estoy jodiendo, es rara la piba y entiendo por dónde viene tu
interés. Te voy a pasar el número, escribile, relajado.
- No, boludo, ¿qué carajo le voy a decir? No boludo dejá.
- Ey chabón, si te doy el número es porque ella preguntó.
- ¿Cuándo preguntó por mí? Ni me registra, vos me estás pelotudeando.
abrí la puerta del ascensor un poco caliente, no sé, me sentí boludeado
- Escuchame yo no soy como tus amigos, yo sé que la piba te despierta un
interés zarpado y no todo es sexual, lo sé, la piba es muy rara por varios
motivos y está bien que le escribas y puedas desentrañar todas las preguntas
que te comen el coco.
Caminamos por la entrada, nos paramos unos pasos antes del blindex. Apoyó su
mano derecha en mi pecho, su mirada se inundó de homestidad
- Escribile a Ailu quizás quiera compartir con vos sus rarezas, a ella también le
parecés un chabón raro.
Me dio un abrazo y me sacudió la mano en la que llevaba las llaves. Le abrí, la puerta
se cerró sola y lo ví irse a través del blindex. Me dejó reflexivo, no pensaba nada en
concreto pero me sorprendía el pensamiento de lo flashero que es la mirada del otro.
Mientras esperaba el ascensor me llegó el contacto de la piba, sonreí. La alegría
duró hasta que imaginé el infierno que habría arriba.
Apenas abrí la puerta del departamento se escuchaba el debate, ardía, había que
conseguir 6 lucas verdes o ser absorbidos por una mano negra.
El debate fue girando hacía la discusión y eso llevó a los gritos, Camila golpeó con
toda fuerza la mesa ratona, después habló con determinación.
- ¡Aylén yo sé que tenés varios frascos de porro escondidos en tu casa, los voy a
ir a buscar y los voy a vender!
Cesaron los gritos, nos calmamos y no entendimos una mierda de nada. Aylén habló
paciente
- Sí, existen, los tengo guardados, son de una cosecha que hice hace poco y la
genética es muy buena. ¿Vos pensás que hay 6 lucas en esos frascos?
- No sé boluda, vos sabés cuánto puede valer.
Jonás interrumpió
- ¿Y si faltan 5.000, que hacemos, salimos a robar casas?
Aylén nos contó a Jonás y a mi, lo que ellas habían hablado con anterioridad
- Mi hermano hace 2 años, la última vez que me vino a visitar me trajo unas
semillas que había comprado en Brasil, el chabón vive allá hace banda de
tiempo, las semillas provenían de Países Bajos. Las planté, las cultivé y las
coseché un tiempo antes de todo este bardo. Saqué 3 frascos de aceitunas
lleno de cogollos que cotizan bien. Pasa que no llega ni en pedo a 6 lucas.
Pregunté inmediatamente cuánto se podría sacar, Aylén dijo que calculaba unos
1.000 dólares por frasco. Continúo explicando
- Claramente es un riesgo ir a buscar eso pero más allá del peligro, es a quién
venderle esa cantidad. No sirve hacerlo al menudeo, no tenemos tiempo para
el menudeo, y la verdad no conozco a nadie que tenga esa guita para
comprarse ya esa marihuana.
Camila tomó la palabra y nos demostró que se había cargado al hombro la situación
- Yo los metí en este quilombo, yo lo voy a buscar.
Hubo quórum en que la culpa nunca fue de ella, sin embargo insistió que se sentía
culpable y que necesitaba redimirse y no había mejor forma de hacerlo que
arriesgarse por nosotros. En ese momento supe que todo se podía ir un poquito más
a la mierda, como si no hubiera un fin y conocieramos nuevas e infinitas caras del
mismo diablo. Camila empezó a cranear, ahí mismo, en esa euforia delirante
- Escuchame, ¿el chino que tenía el depósito detrás de tu casa, sigue
existiendo?
Aylén respondé anonadada, fuera de eje
- Sí, Camila.
- Bueno voy a entrar por ahí, no sé si estarán vigilando tu casa, por las dudas
me voy a mandar por atrás. Salto desde el patio, rompó el mosquitero,
ubicame los frascos que los cargo en la mochila y vuelvo. Puede ser un
trámite rápido.
No podíamos creer que Camila estuviera planteando semejante locura. En el
silencio, tratando de comprender todo lo que acababa de decir, la chabona se levantó
con un impulso de bronca, enojo, odio, no sabíamos que flasheó pero pateó la mesita
ratona y dijo que activaba ya, Jonás se levantó y la tomó de los hombros y le pidió
que por favor que se calmara, la miró a los ojos y le dijo que la entendía, pero que
espere, que debíamos pensar.
Me encerré en la única pieza que tenía televisor , puse a reproducir una lista
aleatoria que encontré de Indie, me dejé sumergir en la música y sentía algo
parecido a estar alegre por escribirle a Ailu y desvelar quién era pero también me
sentía vacío, pasaban demasiadas cosas en mi entorno y eso me afectaba, flasheaba
que a las chicas se les había ido de las manos el control de sus propias vidas. Sonó
1200 km de Las Ligas menores, cerré los ojos e imaginé estar en el campo que
describe Cartolano, hundí la cabeza en esa imagen y creí entender que me sentiría
un poco más libre si escribía ese mensaje y descubriese ese mundo que la rodeaba a
Ailu. El mensaje fue sencillo, tal vez tuve un momento de temor, pero lo escribí
sabiendo que ya había perdido casi todo y por un rechazo no me iba a molestar por
perder algo tan insignificante como la autoestima. No lo sé. En conclusión el
mensaje decía:
- Hola Ailu, estás bien, ¿qué onda todo?
Cuando envié ese mensaje, sentí un cosquilleo por los pies y acto seguido una
bocanada de aire profundo entró en mi cuerpo y me sentí relajado. Encontré
tranquilidad. Tan sencilla la acción pero con unas consecuencias tan
trascendentales.
Al rato respondió, habló sobre el pijazo que estábamos viviendo, me contó que entró
a laburar a Ford y que no extrañaba el bar; fluyó piola la charla y me invitó para el
día siguiente el sábado a su casa, sonreí en soledad. Terminamos el intercambio de
mensajes y habíamos arreglado para hacer pizzas caseras y compartir el almuerzo.
Al otro día me levanté tipo 8, me preparé un café, comí unas bananas medio rancias
que estaban al fondo de la heladera y armé la mochila. Me fui al living para terminar
la taza de café y vi un bulto acurrucado en el sillón, la persiana estaba baja así que la
luz era poca y la visibilidad bastante complicada, me acerqué y vi que estaba
durmiendo la enana. Me dolió verla, en su rostro pude armar la escena de la noche
anterior, se quedó fumando y escuchando música hasta muy entrada la madrugada,
llorando sola e inmersa en una desesperación total. Me volví lento hacía la cocina,
me hice la pregunta lógica, ¿está bien que en medio de esta tormenta yo me esté
yendo a compartir un momento con alguien que me interesa, es correcto que gaste
plata, aunque sea mía la guita, debería quedarme a aguantar los trapos? La respuesta
la hallé rápidamente, lo que nunca sabré si la respuesta es acertada o yo fabriqué la
respuesta que más convenía en ese momento. El hecho es que lo pensé así, hoy
puedo disfrutar de hacer pizzas caseras, tomarme dos latas de birra y conversar con
alguien que siempre despertó un interés genuino en mí, mañana tal vez bajen la
puerta a patadas y nos lleven de los pelos. Tal vez mañana la vida como la conozco se
desvanezca. Me tranquilizó esa respuesta que me dí, pero me surgió otro
interrogante, ¿y si después de irme vienen a buscar a mis amigos? Como no
encontré una respuesta real, porque no existe, simplemente dejé de pensar.
Lavé la taza, la guardé en la alacena y sequé las ollas que estaban en la mesada y las
mandé al bajo mesada. Antes de irme, pasé por el living, me guardé medio porro que
había en el cenicero y besé la frente de Camila, le susurré "te quiero enana,
cuidate".
Crucé la puerta y me sentí libre, tuve una convicción de disfrutar cada puto minuto
como si no hubiera nada más, caminé por el pasillo hasta el ascensor, respiré y fui
conciente de esa magia. Cuando bajé a la calle, todo había adquirido otro sentido,
incluso el árbol que estaba en diagonal a la puerta del edificio, el playero de la
estación de a la vuelta, los fierros del 80 que me llevaron hasta Belgrano C. Siempre
estuvieron allí esos elementos pero ahora tenían una carga distinta.
La casa quedaba en Beccar, era un chalet lindo, me gustó. Me gustó también la paz
que se respiraba alrededor del lugar. Toqué el timbre, me abrió la puerta y me invitó
a pasar. Entré y me puse a mirar y ví algunos cuadros random que me coparon, era
vieja la casa pero muy bien conservada. Apoyé la mochila en el sillón del living y
saqué un paquete de harina, le dije a Ailu que por el calor no había traído levadura
pero que vayamos a algún chino a comprar y de paso comprabamos birras. Ahí
apareció un chabón bajando las escaleras, más o menos de 35 era un par de años más
grande que nosotros, era alto, pelo largo a la altura de los hombros y una barba
colorada que se extendía por debajo del mentón, nos saludó re piola y Ailu me lo
presentó con el apodo que lo llamaban los más allegados, javiera, por supuesto que
se llamaba Javier. Tuve una sensación de incomodidad, como si se tratara de celos.
¿Por qué sentía eso, acaso no tenía ningún interés sexual hasta saber que
posiblemente la piba cogía con Javier? Me aislé unos segundos del espacio-tiempo y
reflexioné sobre lo que ya sabía y sobre lo que podría pasar. Entendí que mi interés
seguía firme y que era descubrir el ser interno de Ailu, sus aficiones, sus dudas y su
mirada sobre el mundo. Volví con la conciencia al lugar, escuché el final de la
conversación donde javiera le pedía a ella que lo ayudara con esos papeles para que
pudiera viajar, se despidió muy amablemente, incluso me dio un beso de despedida.
Muy cordial todo, hay algo que...no sé, prejuicios.
Nos fuimos al chino, durante el trayecto conversamos y caminamos lento, le dije que
me parecía muy hermosa su casa y me contó que la empresa para la que trabajaba
javiera fue la que les consiguió ese lugar, me dijo que hacía más o menos 6 años que
estaban ahí. Parecía bastante conforme.
Entramos al chino y ella lo tenía todo mapeado, al toque elegimos unas birras, la
levadura y en menos de 1 minuto ya estábamos pagando.
Llegamos y nos acomodamos para empezar a amasar, mientras tanto dejamos la
levadura levar, valga la redundancia, no sé porque no agrandan esa familia de
palabras con más sinónimos, antónimos, y así podríamos verbear mejor. No importa.
Ciertamente no me acuerdo en qué momento, a lo mejor ya teníamos las manos
llenas de harina, nos dimos cuenta que nos colgamos en traer queso. Yo me
acordaba del camino así que me ofrecí a ir al chino.
Cuando volví continuamos con la preparación y le pregunté sobre el trabajo en Ford
porque me daba curiosidad, no se explayó mucho, solo dijo que era un trabajo
monótono, se quedó en silencio un toque y agregó que la empresa ganó una
licitación para un proyecto del estado y que parecía un proyecto Manhattan; por
aquellos días armaban puertas blindadas y las mandaban para una planta en la
provincia de Córdoba.
El mediodía transcurrió mientras hablábamos boludeces, me llevó a una sala de
estar y conectó un tocadiscos, me animó a que eligiera algo.
Miré la batea con dudas, no sabía mucho sobre discos viejos pero me dejé guiar por
las portadas y una me llamó la atención, agarré para reproducir Exile On Main
Street de los Rolling Stones. Ailu se sonrió, comentó
- Ese disco es muy lindo, pasaron un poco más de 70 años y todavía es un
sonido fresco. ¿Conoces los rolling?
Me dio un poco de vergüenza pero no era necesario mentir
- Escuché 3 canciones de la banda, ojo, no me disgusta pero siempre creí que
era viejo y aburrido.
- Bueno, hoy te vas a enamorar, fijate lo bien que va a acompañar nuestro
almuerzo.
Y mi mente tan arruinada y tonta creyó que por haber sido honesto sobre la banda
británica ahora ella debiera también ser sincera.
- Hablando sobre enamoramientos, ¿cuánto tiempo llevás saliendo con javiera?
La chabona estalló en risas, ví como me miraba mientras se descostillaba de risa en
mi cara. Le tomó unos segundos poder colocar la púa sobre el vinilo, aún la
carcajada la imposibilitaba un poco, su risa era infantil. Entendí rápidamente que
ella no se estaba burlando de mi sino que había entrado en una dinámica de absoluta
inocencia.
- No, boludo me da risa que la hayas re flasheado. No, no, siempre amistad.
- No, la flasheaba...
- Tranqui, súper válido que preguntés.
Volvimos a la cocina, la masa ya tenía forma y había levado muy bien. Preparamos
una salsa que le mandamos a la masa y agregamos el queso. Metimos la primera
pizza al horno. Terminamos la primera cerveza, comimos, dejamos levar la segunda
y saqué el medio porro que había traído. Fumamos tirados en el sillón del living,
desde ahí se escuchaba muy bien el disco.
En medio de mi locura, sintiendo que habíamos formado una complicidad, le resumí
más o menos lo que estábamos viviendo con mis amigos.
A la chabona le cambió la cara porque era evidente que lo que relataba era una
situación de peligro y no le di muchos detalles, lo conté para deshogarme. Omití la
conversación con Wil, es que eso de los 6 mil dólares, me parecía que podía
desviarse de desahogo a mangueo. Por supuesto que no era mi intención.
La charla se diluyó y fue rumbeando hacía algunas aficiones personales, eso me
empezaba a copar, era en parte por lo que había aceptado juntarnos, conocerla, me
habló de lo mucho que amaba los malditos poetas, me recitó de memoria una poesía
de Rimbaud, describió con palabras dulces lo excelso que le parecían los versos de
Rilke y admiró otros poetas de la península ibérica, habló de Machado y no se olvidó
del vecino Pessoa y sus infinitos heterónimos. Me copó que Ailu no me estaba
sobrando, sino que me animaba a recorrer esas páginas y dejarme caer en el abismo
espiritual de todos aquellos versos. Terminamos las birras, sonó desde la sala de
estar la canción Happy, la voz de Richards me hizo sentir un cosquilleo hermoso por
el estómago. Propuse ir a comprar algo más para tomar y me pidió que vaya sólo,
que necesitaba bañarse. Me indicó que al lado de la puerta había un mueble y por
ahí arriba había una copia de las llaves, antes de irme consultó si tenía más
marihuana y le dije que no, me confirmó que a la vuelta ella invitaba el churro.
Volví del chino y dejé las llaves en el mismo mueble, pasé por el living y no la ví,
pensé que seguía en la ducha, guardé las latas en el freezer y fui al living a sentarme
para esperarla. Iba distraído, no puedo saber que flasheadas estaba flasheando y me
agarró de sorpresa, se puso frente a mí, totalmente desnuda y admiré la belleza de su
cuerpo en silencio. No fui capaz de pronunciar ninguna palabra, ningún gesto,
absolutamente nada. La belleza con la que habló de los poetas se había traducido a
su materia. Pasaron algunos minutos en silencio total, ella desnuda a unos metros de
mí y la luz diurna que entraba por el ventanal generaba brillo y algunas sombras y
me parecía ver un cuadro.
Comenzó a recitar un fragmento de Todos cuantos te buscan te tientan...
"Todos cuantos te buscan te tientan.
Y quienes te encuentran te atan
al gesto ya la imagen.
Yo en cambio quiero comprenderte
como te comprende la tierra;
con mi madurar
madura tu reino" [...]
Finalizó y lentamente fue girando sobre su eje, noté por el cuello algo que daba
mucho brillo incluso con la luz del ventanal se intensificaba hasta encandilarme
bruscamente. Cerré los ojos y me los froté, me sacudí, me costó poder ver con
nitidez. Me corrí unos pasos para que mi vista quedara a la sombra, vi como desde el
cuello había una plaqueta transparente y unos cables que recorrian el camino de las
vértebras, pero detrás de ellas no había ningún sistema nervioso, o por lo menos no
el que yo concibo. La plaqueta transparente continuaba hasta la cintura, desde allí
los cables se ramificaban en conexiones hacía otras partes del cuerpo. Todo era piel
menos ese espacio de su espalda que parecía ser un servidor.
El tiempo fue preciso, no tuve que hacer ninguna pregunta, se dio vuelta y con los
ojos hundidos en una sinceridad suave, me confesó
- Soy humanoide.
Abrumado y maravillado por partes iguales. Me quedé callado y caminé
desorientado hasta el sillón, ella se acercó, se sentó a mi lado, me tomó de la mano,
consultó si yo estaba bien, respondí que estaba bien pero flasheando volado con lo
que acababa de ver. Abrió un cajoncito que había en la mesa frente a nosotros, sacó
el porro y lo empezó a picar. Mientras armaba, me miró y dijo al pasar
- Estás un toque pálido, — Lanzó una risa y siguió. — tranqui loco, fumemos y
hablemos. ¿Vos pensabas que yo era rara?
- No, no creo que haya pensado eso, me parece que... ¿por qué supones que yo
pensaba eso, por qué decidiste ser honesta?
- Por como me mirabas en Burton, me daba cuenta que te mataba la intriga por
saber quien mierda era yo; sos alguien con quién puedo mostrarme como soy.
- Nunca imaginé que eras humanoide, sospechaba que... no sé, eras una artista
frustrada o tus viejos eran magnates, pero jamás esto.
- ¿Te resultó incómodo saber la verdad?
- No, para nada. ¿Sabés absolútamente todo sobre el universo?
Mi pregunta fue de un idiota, era creer que estaba fumando un canuto con Dios.
- No, solamente sé lo que ustedes ya saben. Soy un cuerpo con todo el
conocimiento de internet, por cierto, javiera es mi programador.
Me surgió querer saber mucho más sobre Ailu, de repente no era solo las sospechas
que era interesante, era poder darle un rostro a la tecnología.
- ¿Cómo son tus sentimientos?
- No los tengo, los entiendo pero en base a lo que se ha reflexionado y
teorizado a lo largo de los siglos. Puedo entender lo que pensaron y
escribieron sobre los vínculos, pero ni idea, no flasheo cosquillas en el
estómago.
- ¿Te hace sentir mal eso?
- ¿Te hace sentir mal no tener una pierna?
- No sé, tengo ambas
respondí haciéndome el piola.
- Aplica la misma lógica para la boludez que preguntaste.
Me callé, me sentí un imbécil. Prendió el porro, fumó, fue a la cocina y volvió con
dos latas bien frías de birra y una jarra con agua junto a dos vasos. Me pasó el faso.
Pité, estaba nervioso me parece, creo recordar que la siguiente pregunta la hice
mientras tartamudeaba
- ¿Cuánto tenés de vida?
- Mi vida la decide Schubert, es la empresa para la que trabaja javiera, hace 7
años desembarqué en Argentina, me asignaron a javiera, nos dieron esta casa
y trabajamos, creo que él tampoco sabe mi vida útil.
- ¿Y por qué una humanoide terminaría en un bar como Burton laburando?
- Los dueños contrataron el servicio, necesitaban una máquina para poder
controlar ese negocio. Entré hace 2 años, era un bardo ese bar, todo el mundo
en pedo, nunca daba bien la caja, muchas noches se colgaban en activar la
alarma, cualquiera.
- ¿Antes del bar, dónde laburaste?
- En la aduana, laburo burocrático, muy aburrido.
- ¿Cómo aprendés los trabajos?
- Me conecta mi programador y me deja ahí, 48, 72, 96 horas, lo que haga falta
para adquirir la información necesaria. Para la aduana me cargó 73 horas de
data, sin parar, en un momento empezó a levantar temperatura la habitación.
Al otro día arranqué a laburar como cualquier persona que estudia comercio
exterior.
- ¿Schubert puede decidir descontinuarte?
- Descontinuar no es la palabra ya que no hay dos humanoides como yo, no
existen dos Ailu. En eso la empresa tomó parte de crear máquinas únicas e
irrepetibles, como humanos. Lo que si pueden hacer es volverme un cuerpo
inerte, una máquina juntando polvo en algún galpón.
- ¿Es cómo la muerte?
- No sé boludo.
Me cautivó pensar en la idea que tal vez ella tenía la verdad sobre la muerte. Insistí
para que me contara el proceso de apagado. Respiró, agarró el porro del cenicero, lo
prendió, fumó e hizo círculos con el humo y antes de contarme, me hizo una
pregunta que me dejó en jaque.
- ¿Crees que la marihuana me deja re loca?
- Eh... no tengo la más reputa idea. No tenés capacidad para sentir, calculo que
no.
- Te equivocas, al fumar nos pasa que nos desconcentramos, cuando queremos
buscar en la base de datos, las entradas que tenemos que asignar se nos
vuelven como un rompecabezas.
- Ah más o menos como a los humanos.
- Tal vez sí, o no. No importa, ¿querés saber cómo es nuestro final?
- Sí, por favor.
- Tu país tiene convenios para ingresar humanoides y meta-humanos en
sectores públicos pero hay algunos pocos arreglos para privados. Schubert
labura con privados pero hay empresas chinas o japonesas que laburan
únicamente con sector público, los asiáticos son una basura, te desconectan
así de una. Eso es un garrón porque de alguna forma interpretamos el mundo
como los humanos, si te cortan abruptamente es como si te asesinaran.
Schubert no da un aviso oficial pero toma medidas para que el apagado sea
paulatino, te acostumbres a no funcionar más.
Entonces armé una idea ligera y expuse:
- ¿En algún punto identificas la inflexión entre la existencia y la inercia?
- Se podría decir que sí. Cuando cumplas 60 años vas a tomar conciencia, de
hecho lo hacés desde antes, pero a partir de ahí ya sabés que es la recta final.
Tal vez es estúpida la analogía pero trato de asemejarlo a tu experiencia,
bueno, el punto es que por ejemplo cuándo entré a Ford me cargaron todo lo
que debía saber para ese trabajo, cuando me vayan a desenchufar del sistema
laboral, unos meses antes me van a reducir las tareas, me conectan al servidor
y reconfiguran y a partir de ahí laburo menos. El proceso se repite un par de
veces hasta que te conectan y ya no hay nada para quitar, te borran todo y fue,
es el final.
- ¿El disco que está sonando, que ya se repitió, lo disfrutás?
- No, disfruto que javiera le guste o que vos lo hayas descubierto.
Hizo un silencio y yo lo aproveché para pensar en la muerte. A lo mejor la angustia
de la vida es saber que nos podemos morir en cualquier segundo, flasheo que
nuestra desaparición física sea similar, entremos en un proceso de apagado.
Se levantó del sillón apurada y me dijo que se iba a cambiar, que tenía que llegar al
trabajo. Eran las seis de la tarde y me invitó a quedarme a dormir, dije que no por
incomodidad e insistió que me quedara a pasar la noche, que no me arriesgue a
volver hasta Villa del Parque. Señaló las escaleras y me indicó el cuarto que está al
final del pasillo y me dijo que iba a estar cómodo ahí.
Fui arriba y me encerré en la pieza donde me dijo, me dormí sin muchas vueltas, no
sé si era todo lo que habíamos fumado o las birras, o la conversación y el
descubrimiento de quién era realmente Ailu o simplemente me venció el sueño.
Durante la caída tuve ideas que parecían imágenes oníricas y creí que con la edad
uno se tranquiliza, se pausa y todo se vuelve lento y la muerte no es tan pesada ni es
el horror que hoy sentimos.
Al otro día me desperté 7:30, bajé a la cocina, vi en la alacena un frasco de frutos
secos y abrí la heladera tratando de encontrar algo con que combinarlo, había
yogurt. Hice la mezcla en una mega taza. Al rato fui a detonar el baño, me dio
vergüenza, me desesperé un toque y enseguida me acordé de mandarle al inodoro
detergente y agua caliente, por las dudas la herví. Al solucionar el inconveniente fui
otra vez a la cocina, preparé café y acerqué un sillón pequeño hasta el ventanal,
prendí un pucho y admiré el verde del patio.
A las 9 ya estaba en camino a Villa del Parque. Me preocupé un poco, mientras
apoyaba la cabeza contra la ventana del bondi, deseaba que mis amigos hubieran
pasado bien la noche y que todo estuviera relajado. Seguí pensando en el viaje. Me
pareció haber entendido la angustia de estar vivos, es simplemente el hecho de
morir, después le cargamos nosotros esa cuota extraordinaria de emoción, nos
debatimos entre el camino de la tragedia o de la comedia, como si la vida fuese esa
obra de teatro que hay que representar con la mayor de las seriedades.
Llegué a las 11, abrí la puerta del departamento y ví a los 3 sentados en el piso,
tomando mate y comiendo galletitas mientras miraban videos random en Youtube.
Saludé y Jonás preguntó dónde me había metido, les conté que había ido a visitar a
Ailu, se escuchó rebotar por todas las paredes la reverberación de un "ah, bueno" al
unísono, pensé rápidamente en explicar y me dí cuenta que no iba a llegar a ningún
lado y esperé callado la pregunta, Aylén la hizo
- ¿Cogiste con Ailu?
Moví la cabeza negando y me fui a duchar. Mientras iba caminando hacía el baño y
alejándome del living escuché al gordo decir algún chiste de mal gusto "tenés
zarpado olor a sexo", o algo por el estilo, qué imbéciles.
Después de bañarme y quedarme algunos minutos solo, activé para la cocina,
preparé café y me senté con ellos a ver boludeces. Estábamos entretenidos, los noté
calmados, eso me hizo sentir mejor. Igual pregunté
- ¿Enana, vas a ir a buscar los frascos?
Me sorprendió que haya respondido con frescura, liviandad
- ¡Sí! Pero no te lo vas a fumar, vamos a tratar de venderlos.
Sospeché que había pasado algo, quise indagar
- ¿Tienen comprador ya?
Aylén me actualizó
- Ayer estuvimos charlando y llegamos a la conclusión que parece que es una
buena opción, no sabemos si la mejor, pero por lo menos teniendo los frascos
en nuestro poder podemos ver a quién venderlos.
Jonás agregó
- Además que es un negocio caliente, aparece un comprador y lo charlamos, le
mostramos la mercancía y arreglamos precio y es para ya, nada de vueltas.
Saqué mentalmente cuentas y creo que no llegábamos a reunir las 6 lucas.
- ¿Y cuánto creen que valen esos 3 frascos?
Aylén algunos años atrás había vendido, pero ya los precios estaban desactualizados
por eso calculó más o menos unos 4.500 dólares.
Repliqué.
- ¿Y si eso no es así?
- Y si es así, boludo... ponemos la diferencia y nos vamos a la pija.
- Aylén, yo no quiero desilusionarte, pero creo que entre los ahorros de los tres
no llegamos ni en pedo a juntar 1.500 dólares.
Camila me clavó la mirada y me hizo un gesto para que me calle. No dije nada más.
Si ellos creían que era posible, ¿en que nos cambiaba estar un poco más cagados? Le
sostuve la mirada a Camila y le pregunté
- ¿Cuándo vas a ir a buscar eso y con quiénes?
- Estoy esperando que Jonás charle con Giorgi y le cuadre un auto.
Mi mirada giró abruptamente hacia el gordo, necesitaba saber de que me había
perdido.
- La tía de Giorgi vive acá, en este mismo edificio, la vieja ya está en las últimas
pero tiene un Mercedes Benz 300 E guardado en la cochera del subsuelo.
Estoy esperando que la madre de Giorgi, llame a la vieja y le avise que van a
pasar a buscar las llaves del coche. ¿Dónde está la demora? Bien, la madre
tiene que pensar alguna mentira convincente de porqué chota van a pasar a
buscar las llaves del auto.
Me sentí en una película de acción, peor, una película de espionaje. No lo sé, parecía
todo más relajado, al escuchar esto e imaginar la secuencia del llamado, me imaginé
a nosotros disfrazados de botones, con esos trajes bordó con hebillas doradas,
tocando timbre a la vieja y diciendo una sartada de pelotudeces atómicas para
robarle las llaves. Después de todo ese viaje en imagenes que hice, me tenté, largué
una carcajada y sentí que todo iba a salir bien.
Esa misma semana, no me acuerdo si miércoles o jueves, lo veo a Jonás preparando
un finito y yéndose a la terraza. Esperé que subiera y al toque subí.
- Che gordo, estoy preocupado.
Dejo de mirar el edificio del frente y se dio vuelta como con cierta sorpresa
- ¿Qué te pasa pelotudo? Me asusté.
- Uh, disculpá, quería hablar a solas con vos. ¿Vos estás seguro que esos 3
frascos valen 4.500 dólares?
- Según las cuentas de Aylén, sí.
- Se puede equivocar Aylén, boludo, actualizó precios de unos frascos que
vendió hace como 5 años.
E hice otra pregunta que también me estaba inquietando
- ¿Además, llegamos con los ahorros para cubrir la luca y media que falta?
Jonás apoyó su mano en mi hombro y habló en voz baja, como si se tratase de un
secreto
- Giorgi me ofreció lugar en la casa dondé está con la madre, allá en Uruguay,
yo no los quiero abandonar, pero si pasara algo de esto que decís, yo tomaría
esa opción para ser una carga menos en el plan.
- Ok.
Lo abracé y le palmié la espalda dos veces, dando a entender que apoyaba su idea y
también un poco en señal de que salga como debe salir.
Una noche Jonás me zamarreó, me puso en alerta, dijo que esperaba en la cochera
con el auto encendido, que fuera al living que Aylén y Camila estaban
organizándose. Miré el teléfono y eran las 1:30 a.m, me vestí y me sentí aturdido,
había llegado el momento y no sabía si estaba preparado.
En el living estaban armando una mochila, Aylén me pidió que vaya a la cocina y
traiga el cuchillo grande, el que usábamos para la carne, avisó que lo había afilado
hacía dos noches, aconsejó que lo manipule con cuidado. Hice caso inmediatamente,
la noté decidida. Lo guardé en el bolsillo exterior de la mochila, para tenerlo a mano,
Camila insinuó en hacer sola la movida de entrar a la casa, pero me ofrecí para
segundear. Vi que ambos bolsillos de los costados eran amplios, fui a la cocina y
cargué 2 botellas de agua y las puse en esos lugares, pregunté si faltaba cargar algo
más, dijeron que no y nos fuimos a la cochera.
Cuando nos vio salir del ascensor, Jonás acercó el Mercedes, del que salía un sonido
viejo pero tenía algo encantador, sonaba a potencia; creo que cualquier auto que aún
anduviera a combustible tenía un sonido encantador. Nos subimos, Camila fue al
frente, Aylén y yo nos sentamos atrás. Previamente Camila había dejado un parlante
inalámbrico en la guantera, lo sacó y anunció que tal vez si pensaba en un viaje
divertido le saldrían más fáciles las cosas. Sin mediar opiniones fue Aylén quien se
conectó desde su teléfono y puso Razzirt. Íbamos por Nazca, antes de doblar en
Albarellos, nos pusimos a bailar y a mover el cuerpo dentro de lo que nos permitía el
habitáculo. Nadie se percató que el gordo iba a agarrar Albarellos para salir a
Avenida Constituyentes, de hecho me di cuenta y ya habíamos pasado el gasoducto
de General Paz hacía por lo menos 10 cuadras. Ya no nos importaba llamar la
atención, nos chupaba un huevo la videovigilancia y nos cagábamos en todo. Dónde
terminaba avenida Constituyentes había unas cortadas y unos recovecos que yo
jamás había visto, siempre que había ido a lo de Aylén lo hacía desde la estación de
Ballester, y siempre por algún camino luminoso y recto, estos recovecos eran
oscuros. A lo lejos escuchamos motos, miré a mis amigos y nadie se preocupó
demasiado. En un determinado momento, Jonás, metió el auto en un baldío, yo
flasheaba que nos estábamos cuidando de las motos, en realidad no, frenamos y
definimos la entrada. Aylén habló primero, era la que posta conocía el lugar.
- Tenemos que ir a calle Villaroel, no sé la altura, pero es a la vuelta de mi casa,
el chino tiene la entrada al depósito, es grande y tiene pastizales alto, está
oscuro, podemos canutear el auto ahí.
Pregunté si bajamos todos del auto, Aylén fue sarcástica
- Todos vamos a entrar. También el pelotudo que tiene que manejar, ¿te parece
bien?
- Bueno, flasheaba, no sabía... ya fue.
Camila interrumpió para dejar en claro que aún sostenía la idea de entrar sola.
Repitió lo mismo que venía diciendo días atrás , le conocía cada palabra, cada
cadencia y cada suspiro de angustia y sufrimiento. Por supuesto que era genuino, no
tenía porque caretearla con nosotros ni mucho menos querer hacerse la heroína.
- Voy a entrar sola, es una re carga para mí saber que los arrastré a este
quilombo.
Me quedé observando a la enana, me fijé en los detalles, tenía su mirada llena de
bronca, la noté decidida y flasheo que ante el peligro estar decidido es...sarpado, de
un valor extraordinario. Lo analicé así. Aylén le dio algunas indicaciones.
- Enana, cuando saltés el portón, a la derecha va a a estar el muro que separa
los patios de las casas, a la izquerda va a haber una galería con máquinas
viejas y toda esa pared es el depósito. Seguí por el muro, más adelante va a
formar una L y ahí asomate, vas a ver el patio de dos PH y el pasillo de
entrada a éstos, pegado está el patio de mi casa. La puerta del patio cagala a
palos hasta que abra, en el bajo mesada tenés una masa. En mi pieza, entre el
placard y mi cama vas a ver que hay una tablas en el piso con unas manchas
de pintura blanca, rompé ahí.
Camila miraba con una mueca de impresión, maravillada, asumo que le dio felicidad
poder imaginar los espacios a medida que Aylén los describía. La enana hizo la
pregunta lógica
- ¿Qué onda el depósito del chino?
- Olvídate, no hay nadie, el chino es tan rata que ni un servicio de alarmas
paga.
Llegamos a la calle Villaroel y metimos el auto en la entrada, eso era una selva, se
escondía solo. Camila agarró la mochila, se la colgó, dijo que venía en un toque,
parecía estar un poco cagada, lo repitió una vez más "vuelvo en un toque" y eso le
dio el impulso de confianza.
Se bajó, la vimos como cerró cuidadosamente la puerta del auto, caminó lento, se
puso frente al portón y busco sigilosamente algo para trepar, movió con suavidad
cuatro ladrillos colorados, hizo una base y se subió, trepó con la ayuda de la pared.
La vimos desaparecer, antes de tirarse al otro lado, nos miró y nos guiñó un ojo. Su
sonrisa cayó.
Esperamos ansiosos, no decíamos nada, me consumían los nervios. No deben haber
pasado ni 3 minutos, cuando escuchamos ruido, cómo si algo se cayera, pudimos oir
claramente la voz de Camila. La reacción de Aylén fue inmediata, salió del vehículo,
corrió y saltó casi sin trepar ese portón gris metalizado. Jonás me miró asustado,
agitó el brazo y me palmeó el hombro, caí en la realidad, salí del auto y trepé lo más
rápido que pude el portón. Al caer del otro lado ví a Aylén doblando hacía la
derecha, continuando el recorrido del muro, corrí siguiéndola, los yuyos me daban
picazón y sentía en los brazos una sensación de hormigas. Cuando miramos la
medianera que daba al patio de Aylén, la enana trataba de volver hacía el patio del
chino, algo la zamarreaba del otro lado. Aylén al toque estiró los brazos y logró tener
contacto, trató que la fuerza venga hacía nosotros y Camila se desplome hacía acá.
Me costó reaccionar, había una sola lamparita que no ayudaba una mierda y
sinceramente también me paralizó la situación, mientras observaba el rescate que
realizaba Aylén, unos metros más a la derecha aparecía un chabón saltando para
nuestro lado, me agaché buscando algo, me pareció que era un engranaje porque era
cilíndrico y tenía puntas, tampoco me importaba, lo agarré fuerte y fui con furia
contra la cara del tipo, cayó y se quedó un toque tirado. Me acerqué y ayudé a
tironear hasta que Camila cayó hacia nosotros, el gordo que estaba forcejeando
perdió el equilibrio y desapareció de nuestra vista. Al que yo había golpeado se
levantó y atacó sin pensarlo, saltaron dos más por la medianera, es difícil poder
describir con exactitud la secuencia tal cual fue, tengo una imagen de Camila en el
suelo entre las piernas de un tipo, golpes y forcejeo. En un momento pegué una
patada y le llegó a la cintura de quien estaba reduciendo a la enana, ella aprovechó
para librarse, manotié a Aylén, cerré la mano derecha con fuerza y tiré, tiré con
ganas hacía la salida. Fue rápido, nos libramos y empezamos a correr como nunca,
yendo hacía la salida los sentíamos desde atrás a esos mugrientos oliendonos, en
esos instantes todo el espacio-tiempo se modificó, en la huída sí ví que Camila
trastabilló porque la cazaron de atrás y le sacaron la mochila, aún corrimos, no sé
por qué, ni idea que carajo pasó. Llegando al portón Camila fue la primera en trepar,
con Aylén también tratábamos de escalar rápido, sentíamos a los chabones contra
nosotros, en un instante fugaz Aylén gritó y se desplomó, sin más. Nosotros ya
habíamos pasado medio cuerpo por arriba del portón y nos tiramos de lleno a la
tierra, subimos casi a rastras por las puertas de atrás del auto, Jonás preguntó lo más
veloz posible
- ¿Aylén dónde está?
Camila respondió agitada, con la voz quebrada, parecía que le costaba respirar
- No viene.
Jonás metió marcha atrás y mientras sacaba cagando el Mercedes, preguntó
- ¿Hay chances de entrar a buscarla?
La respuesta fue no, me impactó de lleno el abrazo de Camila, lloramos tenuemente.
La vuelta fue inquietante aunque no pasó nada extraordinario, eran las cuatro de la
madrugada, no había nadie en la calle, no nos cruzamos ningún patrullero,
absolútamente nada. Miraba por la ventana y de golpe sentí una nostalgia inefable,
era sentir que en ese galpón poronga había pasado algo horrible y el afuera era un
edén.
Metimos rápido el auto en la cochera al llegar a Villa del Parque. Subimos, no
hablamos, nos turnamos para entrar a bañarnos, las caras estaban largas, entró
primero Camila, nadie se opuso, nuestras mentes estaban agotadas en ese momento
para librar una batalla ridícula.
Nos tiramos en el sillón a esperar que se desocupara la ducha, Jonás tímidamente
preguntó por la mochila, le comenté lo que ví y preguntó por el cuchillo e hizo
silencio, como si hubiera imaginado la respuesta y no le copó nada. Yo no quería
imaginar nada ni tampoco recordar lo poco que recordaba. Jonás confirmó que al día
siguiente hablaría con Giorgi e iba a aceptar la propuesta de irse.
Después de bañarme me fui a tirar, dormí un rato, no fueron ni 45 minutos. El sol ya
asomaba por la ventana, me levanté a bajar la persiana, tomé agua, comí unas
galletitas que estaban por ahí tiradas; me senté en la cama con la espalda contra la
pared y las piernas flexionadas, comí algunas galletitas más, tomé más agua, encendí
un tabaco. Dormí hasta las 10 más o menos, me volví a sentar en la cama, igual que
al amanecer, seguía pensando. En algún momento random, miré las medias de tenis
que llevaba puestas, esa combinación de la rayita roja y la inmensidad del blanco me
hizo pensar en huir de todo. Le escribí a Wil.
Básicamente la conversación se basó en mí rogándole que por favor llegue a un buen
trato con su amigo y que nos saque a la mierda, le conté lo que había pasado la
noche anterior.
Fui a la pieza donde dormía la enana, la sacudí un par de veces hasta que se
despertó, me preguntó si podía hacer café. Sonriente le dije que también iba a traer
galletitas y no le pude sacar ni una mueca. Traje las tazas y me senté a los pies de la
cama, ella comió 2 o 3 galletitas y encendió un porro. Observé cómo miraba la
hierba a través de la celulosa, creo que con su mirada podía pensar , "que loco, este
porro era de Aylén".
No di muchas vueltas, a esta altura ya estábamos demasiado hasta la pija y
compartiamos el mismo quilombo de vida.
- Hablé con Wil, ¿Cuánta guita tenés?
- No sé loco, 2.000 dólares gringos.
- Eso al cambio del dólar ¥ debe ser, ¿1.000?
La enana me miró desconcertada, no tenía cabeza para sacar cuentas, asintió de
igual manera que una condenada a muerte. Preguntó por Jonás, minutos antes
mientras colaba el café flasheaba en mentirle pero ahora hablando tan de frente
opté por la honestidad. Hizo otra pregunta más con total ingenuidad y en un primer
momento quise mandarla a cagar.
- ¿Por qué no vamos a buscar a Aylén, por qué nos estamos yendo?
- Porque esto no es una guerra, somos unas ratas a punto de ser cazadas.
Además teniendo en cuenta los antecedentes, tarde o temprano nos van a
encontrar.
- ¿Qué antecedentes, pelotudo?
- Tu hermana, Camila.
- Pero nos peleamos, no me va a venir a buscar, pero ella está bien.
Pegué una palmada en el colchón, supongo que en señal de frustración o decepción,
no lo sé, me fui porque no quería responder una crueldad. Gritó mientras me alejaba
- Ya sé que me estoy mintiendo, no soy ninguna gila.
volví a la habitación e hice la pregunta obvia
- ¿Entonces?
- ¿Vos cuánta guita tenés?
ella me retrucó, respondí cabizbajo
- Llego a 2.100, 2.200 con toda la furia, al cambio real es una miseria, entre los
dos juntamos, ¿cuánto, 2 lucas verdes?
- No sé que decirte loco.
Me pasó el porro, fumé, le pedí si me lo podía quedar, dijo que sí pero me pidió una
seca más y fumó una calada profunda y me lo regaló. Salí de la pieza, cerré la puerta
y me quedé un momento ahí, parado, pensando que nunca sé qué decir.
Me quedé pensando porque habré nombrado a la hermana, ¿fui un forro, el futuro
será mejor, es bueno que activemos? No tengo la más puta idea de nada y eso me
desespera.
Charlé muchísimo tiempo con Wil, en un momento lloré, no aguanté, no podía
disimular que estaba desesperado. Ahogado estaba, me quería ir, ya era una
paranoia constante; quería volver a tener esa sensación de vivir tranquilo. En ningún
momento usé esto como estrategia, realmente esperaba que se dé una buena
negociación, pero siempre con la verdad, sin adornar nada. Terminamos la
conversación y me aclaró que era consciente que el tiempo era fundamental.
A la noche hicimos pizzas, la cena fue tranquila, hablamos boludeces, en la
sobremesa Jonás fue a buscar a la heladera una coca que había comprado a la tarde.
Camila encendió un porro que tenía en el bolsillo de la camisa blanca. Fumamos y
todo estuvo piola, en algún momento Jonás habló sobre el llamado que le hizo
Giorgi y contó la propuesta que había aceptado. Camila lo miró con decepción y
pena, se mantuvo callada, seguimos escuchando y el gordo nos dijo que se iba esa
madrugada a las 5, había arreglado todo para ir hasta Entre Ríos tenía un pasaje con
otra identidad , otro nombre y para cruzar la frontera, se encontraba con un amigo
de la familia de Giorgi.
¿Qué íbamos a decir ante esa noticia, que era un traidor y vendepatria, que no
aguantaba los trapos con nosotros? Alzamos los vasos, los chocamos y reímos
deseando una próspera aventura.
Jonás se fue a preparar sus cosas, nosotros levantamos la mesa y después nos
tiramos en el sillón del living a fumar más porro. En algún momento, ya había
perdido la noción del tiempo por completo, la enana puso Trainspotting. Yo no
conocía lo que estaba viendo, ella puso pausa como 15 veces, hablaba sobre el film,
deliraba, la asombraba brutalmente esa película. Me copó la peli pero la marihuana
me tiró la cabeza hacía atrás, y con las piernas a medio colgar, me quedé dormido.
Lo único que me acuerdo es que abrí los ojos y vi al gordo hablando, ni escuché lo
que dijo, me abrazó y volví a cerrar los ojos.
Sonó mi teléfono después del mediodía, me desperté con una paja estrepitosa. Al día
de hoy aún me gusta despertarme sintiendo el relajo que brinda la marihuana, siento
que la vida pasa lenta, me da la impresión que soy infinito como el tiempo y la
pregunta que me hago es la siguiente, ¿por qué vivo corriendo, a dónde me dirijo?
En fin.
Estiré la mano a la mesa ratona y pulsé el botón verde, atendí, escuché la voz de Wil.
Rogué en un pensamiento cerrado que me llame por buenas noticias. Dijo que
pasaba a visitarnos, insistí que me adelante algo y me dijo que había noticias que no
eran del todo malas. Me apuró, me avisó que estaba cerca.
Subió, lo invité a tomar asiento en el sillón y me fui a preparar café y unos panes con
mermelada, Camila se quedó en el living armando algunos porritos y charlando con
Wil. Nos sentamos, estábamos expectantes, Camila prendió el primer porro, la
ansiedad no la dejó ni comer un cacho de pan. Yo me hice dos panes con mermelada
y me los comí rápido, no sé si era la angustia o la ansiedad, quizás las ganas de
fumar. La hizo bastante corta el uruguayo
- Hablé con mi amigo. Hay una propuesta para sacarlos pero si yo estuviera en
su lugar, no la aceptaría.
Camila respondió con cierto nerviosismo
- Hablá loco, por favor. Vamos a aceptar de cualquier forma.
Wil la miró, la enana le ofreció el porro y lo rechazó, sacó de su pantalón un paquete
de puchos y encendió uno. Arrancó a contar la propuesta
- Ustedes juntaron 3 lucas verdes, no?
interrumpí para decirle que eran 2.600
- No importa boludo, no hace la diferencia, de última guarden 300 cada uno
para acomodarse, la propuesta es que con 2, puede hacerlos viajar a países
que están buscando mano de obra barata.
Me dio curiosidad todo, no fue una curiosidad buena sino más bien una curiosidad
amarga. Me sentí un objeto. Quise saber los destinos y que rubros
- Mirá, capaz que Alemania, Francia, Polonia, Ucrania, todos países
bombardeados y con altos índices de radioactividad. Y los laburos pueden ser
desde reconstruir ciudades como ir a sitios a limpiar mierda. No sé, no pintan
bien esos convenios.
la enana lo miró a Wil, le sostuvo algunos segundos la mirada antes de empezar a
hablar
- Pero esto no es para toda la vida. En algún momento van a mejorar las cosas,
o yo por mi cuenta, puedo juntar guita y virar para donde crea más
conveniente.
- Ahí está el problema, te van a recibir y te van a dar a compartir casa con otras
personas refugiadas, te van a dar de comer y un dinero ínfimo. Son países
devastados con intenciones de reconstruirse, pero obviamente China jamás
les va a poner un mango, así que aprovechan a los refugiados y los hacen
laburar. Es una mierda.
Lo escuchaba y lo imaginaba con cierto terror, un futuro arruinado y la fragilidad de
la vida expuesta. Segundos después también pensé que no era mucho peor de lo que
estábamos viviendo en Buenos Aires, precisamente lo que nos había tocado de cerca
experimentar; fue en ese living, en esa conversación que comprendí al cien por cien
que no había chances de una mejor vida. Así de triste. Luego de pensar, me parece
que de forma inteligente, hice una pregunta idiota
- ¿Podemos elegir el destino?
- No.
Camila agregó, me dio la sensación que lo hizo para que Wil no se confundiera con
mi estupidez
- Wil, no nos importa un carajo el destino. Vamos a hacerlo. ¿A dónde
transferimos?
Wil intentó una vez más convencernos que posta era una mierda el plan, peto la
enana insistió. Fuimos hasta la pieza de la madre de Giorgi, encendimos la pc que
estaba ahí y activamos un VPN, fue tedioso, hubo que hacer varios movimientos
fraccionando las cifras y finalmente pudimos encriptar toda la guita en una sola
cuenta y después enviamos el dinero a destino.
Lo acompañamos hasta la puerta a Wil, dijo que en 2 días iba a escribir para avisar
fecha y hora de salida. Lo vimos subirse a su auto e irse, nos quedamos fumados
contemplando el exterior, Helguera nunca me pareció una gran calle pero siempre
fue tranquila.
Subimos, ella propuso comenzar a acomodar el departamento. Fue una tarea
pausada, con tranquilidad, no porque estuviéramos tranquilos con nuestros
destinos, sino con la tranquilidad de disfrutar lo último que parecía ser ameno. Es
difícil de describir. Lo mismo pasó al día siguiente cuando comenzamos, cada cual
por su lado, a armar nuestras mochilas.
Camila procuró cuidar los smartlens, la vi dando vueltas y me preguntó varias veces
si había visto cinta por algún lado, después se asomó a la pieza donde estaba y me
mostró un rollo de cinta de papel, colocó cinta cuidadosamente donde el plástico
había quedado frágil a partir del incendio. Los puso en una bolsa, los metió en la
mochila y a un costado algo de ropa. Después vino a avisarme que ya estaba lista. Yo
tampoco es que tenía tanto para acomodar, un par de pantalones cortos y varias
remeras. Si me mandaban a algún lugar donde estuvieran transitando el invierno,
que era lo más probable por la fecha, no tenía una puta campera para bancar. Me
lamenté pero no lo compartí con Camila.
Esperamos pacientes que Wil avisara fecha y hora. En algún momento de esos días
de espera, estábamos comiendo y la enana dijo que extrañaba a Aylén, se me hizo un
nudo en la garganta y no me salieron las palabras, agaché la cabeza, dejé a un lado
el plato y propuse tomar café. Ella propuso fumar. Me di cuenta que para ella era un
acto de memoria fumar el porro de Aylén, acepté. No solo dije que sí porque me
gusta fumar, sino también por lo que había entendido unos segundos atrás.
El llamado llegó, la comunicación fue breve, dijo que revisaramos el mail que dejó
abierto en la computadora de la madre de Giorgi. Fuimos hasta la habitación y
revisamos, el correo nos daba la ubicación del encuentro sobre Ruta 8, varios
kilómetros pasando Pilar, 28 de Febrero, 16 horas, y dos documentos adjuntos. Los
abrimos, eran permisos de voluntariado de la Cruz Roja. Nos llamábamos Joaquín
Garrido y Florencia Spuna. Mientras nos mirabamos nos reíamos de esos nombres,
llegó otro mensaje de Wil preguntando si habíamos ya visto el mail, respondimos
que sí, nos ordenó que vayamos lo antes posible a Pedro Morán 2946, teníamos que
buscar unas cosas en esa dirección.
La casa se venía abajo, hasta creímos tener la certeza de habernos equivocado de
calle, las ventanas estaban tapadas por chapas oxidadas, la puerta llevaba unos
pasamanos de madera verde, con algunas manchas de amarillo desteñido por el
tiempo, despintadas y mal cruzadas, golpeamos, nos atendieron por la ventana
chiquita de la puerta, vimos unos ojos arrugados que nos miraban intensamente, con
voz ronca nos preguntó que buscabamos. Nos quedamos como bugueados, pausados,
no sabíamos muy bien qué responder, ni siquiera sabíamos que estábamos
buscando. Camila activó y explicó que Wil nos mandó a buscar una cosa, la
ventanita se cerró bruscamente, pude sentir una brisa pasando por mi cara,
esperamos un rato, segundos, por debajo de la puerta apareció deslizandose un
sobre papel madera, lo agarramos, la voz ronca nos dijo que lo abrieramos en el
departamento de Helguera, antes no. Agradecimos y nos fuimos cagados en las
patas, más allá que supieran nuestra ubicación por medio de Wil, la secuencia fue
rara.
Al llegar al departamento, Camila se desplomó en el sillón, abrió el sobre y comenzó
a leer. Las primeras páginas eran código e información que no tengo la más puta
idea que quería decir, la enana siguió chusmeando y me comentó
- Voy a armar uno, no sé si la banco de cara.
Dejó a un lado esos papeles, se puso a picar la marihuana y yo me quedé viendo de
reojo toda esa información indescifrable, armó y cerró el porro con cuidado, lo agitó
un poco y prendió, fumó y continuó leyendo. Al final del documento había
indicaciones para ejecutar un software. Me pasó el porro y me colgué fumando.
Cuando lo comprendió bastante bien, terminó de leer y me pegó una cachetada en la
nuca, la acción quiso decir algo como "dale pajero, ya sé que hay que hacer". La
seguí hasta la habitación de la madre de Giorgi, encendió la pc y ví como empezó a
mover archivos de un lado para el otro, descargó unos software y en un comando de
tareas comenzó a transcribir parte del código que teníamos en papel. En un
momento le pasé el porro y mientras pitaba, aproveché para preguntar
- ¿Qué carajo estás haciendo?
- Me cojo al estado.
me reí, estallé de risa, sentí el espaldar de la silla venciendose, flasheaba que mi
cuerpo se iba hacía el vacío, hacía tiempo que no me reía así.
- Explicame por favor.
- Viste los nombres poronga que nos dieron, bueno, los estoy validando y
generando código de identificación original. Todo este quilombo de código es
para adulterar el registro de personas y si algún cobani puto nos frena, somos
personas reales y existimos para el estado.
- ¿Por qué mierda no nos quedamos entonces?
- Ah!! ¡Sos muy boludo!
Me callé y esperé que terminara. Después nos pusimos contra la pared blanca y nos
fotografiamos, cargó los datos y descargamos una APK de dni, hizo algunas
modificaciones y algunas horas después teníamos cada uno en su teléfono la nueva
identidad. Al finalizar, eliminó todo lo que había descargado y restauró al último
evento la máquina. Luego acomodamos la pieza, la cerramos y la dejamos intacta.
Todos los meses que vivimos en ese departamento, siempre respetamos muchísimo
el espacio de la madre de Giorgi. A la noche mientras comíamos unas medialunas
untadas con atún y mayonesa me comentó que las identidades no iban a perdurar
mucho, ella creía que para mediados de marzo iba a saltar la ficha que Joaquín
Garrido y Florencia Spuna no existían, predijo algo peor, que era probable que esos
nombres pertenecían a nosotros.
El 28 de febrero a la mañana salimos para Pilar. La noche anterior limpiamos y
acomodamos todo el departamento. Estábamos llamando el ascensor y le dije a
Camila que me iba a fijar si faltaba algo, en realidad yo sabía que no faltaba ningún
detalle por arreglar, simplemente abrí la puerta de la casa, escuché el sonido del
ascensor, me di vuelta y le hice un gesto para que bajara, antes de irse me recordó
que cierre bien y tire las llaves por debajo de la puerta. Me tomé mi tiempo para
colgar mirando el living, el pasillo angosto que conectaba con la cocina, lo observé
con nostalgia, tuve una presión en el pecho, deseaba llorar; respiré profundamente,
tiré la puerta contra mí, con la llave dí la dos vueltas hacía la izquierda, me agaché y
la pasé por debajo.
El punto de encuentro era sobre ruta 8 km 97.6, justo en el cruce con la 193.
Llegamos a las dos de la tarde y el calor era abrasador, nos tiramos a los pies de un
árbol en la parte más profunda de la banquina, nos sacamos las remeras, las
zapatillas y tratamos de sobrellevar la espera de la mejor forma. Camila abrió la
mochila y sacó un frasco de mermelada lleno de marihuana, lo expresé de una forma
convulsionada, a pesar que me encantaba el faso
- Vos estás mal de la cabeza.
- ¿Por?
- ¿Cómo mierda vamos a llevar porro en este viaje, en nuestra situación?
- Agarrá, después descartalo si no te da el pechito.
Se largó a reír y sacó otro frasco, vacío, y compartió la mitad, lo guardé en la
mochila. Me pidió que armara, que había viento y flasheaba que se le iba a volar
todo, no me pareció el mejor plan, se lo dije pero su respuesta fue cierta, tocó esa
fibra de sensibilidad justa
- Boludo, el último porro que fumamos, andá a saber si nos volvemos a
encontrar.
- Capaz nos mandan al mismo destino.
- Mmmm, puede ser, no sé y tampoco me importa, armá por favor.
Armé, tuve que malabarear un poco, el viento azotaba feroz, pero lo triste que era lo
caliente del aire. Terminé de enrollar y le cedí el inicio. Me quedé un toque
mirándola, pensando en lo que había dicho; Nuestro último porro.
Fumábamos y el tiempo se ponía aún más lento, la espera era agotadora y se me
ocurrió saber que flasheaba ella, ahí, sentados a la entrada de un pueblo, sabiendo a
medias lo que venía
- ¿Te sentís bien, la estás pasando piola?
Se detuvo a pensar en mi pregunta, luego trastabilló un poco antes de formar una
respuesta
- No...creo, no sé, siento que hay que darle para delante. No te sabría decir si es
peor quedarse o irse a la otra punta del mundo a pasarla mal pero desde hace
bastantes meses que ya no soy feliz.
Terminó de hablar y callamos, dejamos que el viento sople y no supimos que más
agregar, tal vez el ruido de las hojas era suficiente. En un momento cerré los ojos,
me recosté contra el árbol y me interrumpió para pedirme un tabaco, me pareció
raro porque nunca la había visto fumar pero se lo armé y no pregunté nada, quise
mantener como único sonido el viento; y los camiones que pasaban.
Cuatro menos cinco nos pusimos de pie, caminamos hasta la orilla de la ruta, ahí
donde están las piedritas, miramos el camino, cuatro en punto frenó una camioneta
muy vieja, en buen estado, pero al menos tenía 60 años esa Trafic. Se bajó un gordo,
de la misma edad que la Trafic blanca, cara sonriente y un bigote gris de pelo grueso
que ocupaba toda la comisura de su boca, se acercó a nosotros y nos extendió la
mano a cada uno, se presentó como Ricardo, nos abrió la puerta de atrás y tenía dos
sillones espectaculares, nos invitó a ponernos cómodos y nos pidió que cebemos
mates. Sugirió que en la medida de lo posible, lo hagamos todo el trayecto. Arrancó
y puso música a un volumen bajo, yo comencé a cebar los mates. Charlaba. Era
animado ese gordo. Agarró la ruta 193, bordeó Zárate y empalmó con la ruta 12. Ahí
le consulté cómo iba a ser el trayecto, contó entusiasmado
- Seguimos por la 12 hasta llegar a Ceibas, tomamos la 14 y un poco antes de
Paso de los Libres desviamos por la 117 que nos va a cruzar hasta
Uruguayana.
Quedé desconcertado y cuestioné, ahora me doy cuenta que a pesar que fue una
pregunta, cuestioné lo que había dicho Ricardo
- ¿Pero no cruzabamos a Salto?
Ricardo respondió cortante
- No lo sé, me dijeron que los deje en ese pueblo.
El tipo respondió cortante, Camila se metió y aclaró que estaba todo bien y que no
había ningún motivo por el cual discutir.
Para las 22 o 23 horas ya habíamos recorrido más de 480 kilómetros, el sueño nos
estaba ganando un poco y nos tiramos en los sillones a dormir, Ricardo avisó que
faltaban 100 kilómetros, más o menos, para llegar a Paso de los Libres. Nos despertó
casi llegando a destino, estábamos en una estación de servicio. Bajamos y nos invitó
a comer unos sandwiches de milanesas. Eran la una de la madrugada y el encuentro
al otro lado de la frontera era a las cuatro. Al comienzo ese tipo de parajes siempre
parecen de paso pero cuando te quedás un par de horas, se vuelven lugares
familiares. Ricardo habló mucho de su vida, contó mil anécdotas pero nunca tocó el
tema de su trabajo, no le preguntamos nada, él tampoco preguntó porque nos
estábamos yendo a la mierda. A las tres o tres y media nos volvimos a subir a la
Trafic y cruzamos hacía Brasil. El control solo pidió los papeles de la camioneta, no
hubo problemas de ningún tipo.
Faltando 20 minutos para las 4, estábamos a la salida de Uruguayana sobre la ruta
brasilera 290, con la camioneta apagada y las luces de posición a un lado del camino,
Ricardo deslizó un comentario, certero que también nos alivió
- Vieron que viajamos tranquilos, el problema está en las ciudades.
no respondimos, no sabíamos ni siquiera como habíamos llegado a ese momento,
tirados en unos sillones dentro una Trafic en Brasil.
A las cuatro en punto vimos que nos hicieron luces desde un auto, saludamos al
chófer e hicimos el cambio de vehículo. Nos sentamos atrás, el tipo ni siquiera nos
dijo su nombre, solo pidió que no habláramos hasta Porto Alegre.
La ruta 290, me enteré en ese viaje, pasa casi al frente del aeropuerto de Porto
Alegre. El tipo estacionó, nos dio dos boletos y dijo que nos acompañaba hasta que
salieran los vuelos. Bajamos del auto y caminamos por un estacionamiento enorme,
gris y tosco, el aeropuerto no me gustó, creo que el contexto lo volvía feo.
Caminamos dentro del aeropuerto aún en silencio, nos detuvimos en las pantallas
para ver los embarques, ahí Camila intentó preguntar algo y el chabón le apoyó la
palma de la mano contra la boca, tenía una mano grande, ocupó medio rostro de la
enana, me pareció aterrador el silencio en esos instantes, ahí quería poder oír algo,
fue precisamente esa noche que supe que la calma no siempre es buena.
Mi vuelo salía primero, unos metros antes de ingresar al embarque, el tipo se retrasó
unos pasos y nos agarró de los hombros, nos frenamos y el conductor explicó
- Joaquín, tomás un vuelo a Panamá. Te va a recibir un amigo, lo tenés que
buscar en una cafetería llamada El Viajero, dentro del aeropuerto, lo vas a
reconocer enseguida, él allá te va a dar el otro boleto para que cruces a
Europa, en tu destino habrá también alguien esperandote. Los voy a dejar un
momento solos, suerte.
Se retiró varios metros y se quedó mirándonos, no nos despegaba la vista, me daba
miedo ese tipo. La miré a la enana y sacudí los brazos, no tenía ganas de hablar y
fracamente tampoco sabía que carajo decir, no sabía ni como sentirme, ella se puso
en puntas de pie, me abrazó y me estalló un beso en la mejilla. Devolví el abrazo y
me di media vuelta sin mediar palabra, encaré hacía el embarque repitiendo en una
voz interior, infinidad de veces, "no pensés en nada, chabón".
Camila después de despedirme fue hacia el conductor, fueron hasta un bar, tomaron
café, él invitó. El silencio era muy incómodo, Camila flasheó con el depósito de
Reservoir Dogs y se imaginó ser mañatada por este loco.
Cuando llegó la hora del embarque, se levantaron de la mesa y la enana encaró de
una hacia el gate, el chabón la seguía atentamente, unos metros antes ella se detuvo
y esperó las indicaciones.
- Florencia vas a Río de Janeiro, ahí te espera una amiga en el único local de
zapatos que hay dentro del aeropuerto. Tu llegada es a las 10:40, encontrate
con ella a las 11:20. Suerte.
Camila caminó hacía el embarque, sentía la mirada penetrante del tipo, había
pasado la puerta y aún le recorría un escalofrío por la espalda. No quiso darse vuelta
en ningún momento.
Al llegar a Río, se bajó del avión, cruzó la manga, presentó la documentación a la
mujer de traje que se lo pidió, calló los nervios y rápidamente su cabeza se apagó y
fue Florencia. Salió de ese quilombito burocrático y miró la hora, había llegado con
algo de demora por el aterrizaje, eran las 10:57. Se acercó a un seguridad y preguntó
dónde podía fumar, le indicaron un patio interno que se encontraba cerca.
El patio estaba poco poblado en esos momentos, los bancos eran de madera, un
hermoso color brillante, bien barnizados, los canteros rodeaban los bancos y por
detrás unas plantas altísimas, todo era verde y combinaba de forma armoniosa el
lugar. Caminó por los pequeños senderos y encontró una serie de bancos sin gente.
Eligió el banco bajo una palmera, la sombra era especial, el suelo era de piedra y las
paredes que formaban los canteros de un gris claro, un bello lugar. Sacó el tabaco
que yo le había regalado sobre Ruta 8, lo prendió y caló con profundidad, cuando
exhaló largó una bocanada de aire denso. Cayeron algunas lágrimas acompañando el
momento. Con los ojos hinchados, abrió la mochila para sacar un pañuelo, también
pensaba en armarse un churrito y fumar ahí, todo parecía en calma, entre las cosas
vio los Smartlens y revisó que estuvieran bien. Los iba a guardar pero un impulso la
llevó a colocarse los lentes, no los prendió, miraba el patio a través de ese
polarizado. Después de unos minutos lo encendió, le ganó la manija y en el menú
eligió la opción de recorrido, seleccionó el año 2023. Caminó un poco por su barrio,
vio su casa en pie e imaginó que por aquella época vivía su madre allí y era una
universitaria con algunos sueños. Caminó por Belgrano, pasó por el bar donde
trabajaba, al recordarnos lagrimeó un poco, siguió por Echeverría y se frenó frente a
Burton y vio la vereda con dos coches a medio armar, era un taller mecánico en 2023,
pero modificó con su imaginación esos autos en mesas y sonrió pensando en la
cantidad de noches que pasamos ahí hablando pelotudeces. Luego saltó a Villa del
Parque, el edificio donde vivía Giorgi aún no existía, era un estacionamiento, sin
embargo la enana alzó la mirada igual y trató de flashear donde sería el piso 11.
Apagó el aparato, sin más, ella se había agotado por completo, se dió cuenta de
muchas cosas mientras alzaba la cabeza para mirar un cielo que ya no existía e
imaginaba un lugar al cual no pertenecía.
Guardó los Smartlens en la mochila, destapó el frasco y agarró un coco grande, trató
de disimularlo y armó sin sacar mucho las manos del interior de la mochila.
Encendió el porro y fumó varias secas intensas, se baboseó el dedo índice y lo apagó.
Se levantó, miró hacía ambos lados y se colgó la mochila, el patio permanecía en
tranquilidad.
Miró la hora en el teléfono y eran las 11:45, caminó fumada disfrutando de ese patio,
la flasheaba con las plantas y el verde era muy intenso, muy nítido lo percibía.
Camila buscó con la mirada algún cartel que indicase una salida, cuando lo vio
encaró, caminó con un paso decidido hacia esas puertas corredizas, cruzó, sus pies
sintieron esa alfombrita que simboliza al aire fresco, se perdió en la inmensidad de
la ciudad.
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