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    Sin futuro - Capítulo 5

    Bruchi

    Sep 27, 2024

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    Sin futuro - Capítulo 5
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    Veía desvanecerse el día a través de la ventana del bondi, sonriendo, de pronto tuve

    un sobresalto y conecté todas las ideas y entendí que podría estar hasta las tetas.

    Duró cinco segundos y la marihuana me hizo creer que estaba equivocado y había

    entrelazado mal los pensamientos o peor, que conecté bien las ideas pero que estaba

    fumado y prefería disfrutar de eso. Me mantuve así, por lo menos durante el resto de

    ese día.

    Llegué a la casa de Giorgi, me habían dado una copia de las llaves, entré saltando y

    alzando el frasco como un trofeo, ellos gritaron y vinieron a festejar junto a mí. Por

    ese instante efímero habíamos ganado.

    Nos tiramos en el sillón con Jonás, Aylén y la enana se acomodaron en unos

    almohadones gigantes y se tiraron en el suelo, armé un blunt, era del tamaño de la

    pija de un enano y comenzó a rodar el porro.

    Esa noche la sentí especial, percibí que estabamos anestesiados, la marihuana se

    prendía y pasaba de mano en mano, volvía a armar y volvía a girar, danzaba entre

    todos mientras mirábamos una película. La primera peli no le dimos ni pelota,

    estábamos extasiados riéndonos y diciendo pelotudeces sin sentido. La segunda fue

    en silencio y un silencio ameno, fueron instantes de tranquilidad dónde no sentimos

    el pesar de la vida.

    La madrugada nos agarró las cabezas, nos acarició y nos fue dejando somnolientos

    en los lugares cómodos que habíamos construido.

    Pasamos varios días encerrados, nos dormíamos a cualquier hora, fumabamos

    estúpidamente porro y nos explotaba la cabeza cada vez que íbamos al

    supermercado. Teníamos que hacer bien las cuentas porque si no nos quedaríamos

    sin un mango y eso sería un problema. Efectivamente pasó, pero todavía no es el

    momento de contarlo. Sigamos con los días que fuimos buenos amigos y parecía que

    el mundo no se estaba prendiendo fuego.

    Recuerdo una tarde donde discutiamos sobre Razzirt, Aylén opinaba que era un

    artista descomunal, yo no lo ponía en dudas, de hecho nadie puso jamás en duda eso;

    pero la discusión era que para mí el chabon era un humanoide. ¿Para qué dije eso?

    Me empezó a gritar, se calentó de verdad, me trató de ignorante, solo me reí porque

    no estaba tomando el tema de discusión tan a pecho pero cuando se tranquilizó

    después de unos largos segundos, me preguntó por qué yo creía que él era un

    humanoide. Mi respuesta fue sencilla, cualquier canción de cualquier disco es una

    belleza extraordinaria, hasta la nota más insignificante y tonta que está puesta ahí,

    aunque solo dure un tiempo finito, es de un carácter profundo y posiblemente te

    invite a replantearte muchas cosas. Sostuve que nadie puede hacer eso sin tener el

    conocimiento absoluto del universo, una persona dificilmente lo tenga pero una IA

    en un cuerpo, sí lo posee. Vi en los ojos de Aylén que comprendía la hipótesis pero

    le desagradaba pensar que Razzirt no era un cuerpo frágil como ella. Se levantó,

    manoteó un tucón que había en el cenicero y dijo que se iba a la terraza. La dejamos

    ir.

    Yo tuve el impulso de salir a dar unas vueltas, bajé a la calle y vi el atardecer

    comenzando, no sé por qué me dejó una sensación de mierda debatir algo tan banal

    como suponer si es o no humanoide un artista de la otra punta del planeta. Tenía

    tristeza en mí y una voz que pedía sangre, que vociferaba que fuera a la terraza y

    defendiera a muerte mi argumento. Divagué, a las 2 o 3 cuadras del departamento de

    Giorgi, frené de golpe y me senté en un escalón de una casa vieja. Armé un porro,

    me había manoteado un cogollo antes de salir. Lo encendí y a la segunda seca ya no

    sabía si era tan importante el debate. Continué la caminata.

    Me agarró la noche en Páez y Nazca, me rescaté y me dije en voz baja, "soy un

    pelotudo". Me volví por Cuenca, una calle que siempre me gustó y que posiblemente

    crucen menos patrulleros que por Nazca. La marihuana no me dejaba apurarme, fue

    una lucha interna que duró media cuadra y supe que lo único que iba a ganar era una

    taquicardia. Punto, no mucha más historia, estoy re loco y lento, no puedo

    apurarme, que sea lo que Dios quiera. Seguí caminando con toda la paja del mundo.

    En algún momento del trayecto encontré una pelota de voley en el cantero de un

    árbol. No parecía que alguien la hubiera escondido, estaba en el barral a los pies del

    gigante. Me acerqué suave, como desconfiando, un boludo, estiré los brazos y alcé la

    pelota; la limpié en el agua que corría más abajo del cordón y me la quedé. Al llegar

    al edificio seguí de largo los ascensores, había visto que la gente iba hasta allá al

    fondo y estaba la puerta que llevaba al estacionamiento, a un costado había otra

    puerta y al abrirla me encontré con unas escaleras que descendían a las bauleras,

    bajé y ví una jaula abierta y abandonada y escondí la pelota dentro de una caja de

    herramientas vacía.

    Cuando entré en el departamento de Giorgi, vi que el living lo habían dejado con la

    luz cálida, tenue del velador. El televisor apagado. El resto de la casa estaba a

    oscuras, caminé suave e intentando no hacer ningún ruido, recorrí el pasillo de las

    habitaciones. Escuché a través de una puerta sonidos y supuse que Jonás estaba

    boludeando. Una habitación tenía la puerta abierta y ví que Aylén dormía abrazada a

    Camila. Entré en la tercera pieza y agarré un colchón de una plaza y lo llevé al living,

    armé la cama ahí, puse un episodio de un podcast sobre conflictos bélicos y me

    acosté a fumar lo que quedaba de la tuca. Perdiendo de a ratos el hilo conductor del

    podcast, pensaba en que carajo íbamos a hacer. En algún momento de la locura tomé

    la decisión de consultarlo al día siguiente con los demás.

    Como ellos se durmieron temprano, a la mañana, cerca de las 9 o 10 escuché ruidos a

    tazas y voces en la cocina, yo me había dormido como a las 3am y necesitaba por lo

    menos seguir descansando hasta el mediodía. Di un par de vueltas, abría los ojos y

    veía la luz entrar por el ventanal, observaba las plantas en el balcón y volvía a

    cabecear. Descansé bien igualmente.

    Pasada las 11 me levanté a mear y cuando volví al living, me encontré a Aylén

    sentada en los pies del colchón con una taza de café para mí. Me senté a su lado y la

    abracé, fue un instante en silencio, hasta que habló primero.

    - Perdón gil, una discusión inútil la de ayer.

    - Sí, tranqui. Estaba caminando anoche y me di cuenta que no era relevante

    defender mi argumento. En realidad, no es relevante...nada es relevante.

    Me interrumpió en medio de mi divague y sacó un papel imaginario para firmar el

    armisticio.

    - Boludo, ¿vos flasheas que yo jamás lo pensé? Obvio que lo pensé, un millón

    de veces que lo pensé pero...no me importa si el chabon es humano,

    humanoide o salió de la cajeta de un plato volador proveniente de la concha

    del re mono, me produce una sensación que no tengo forma de explicarlo.

    - Te entiendo Ailu, eh...Aylén.

    - Uffff, un fallido interesante. ¿Todavía te acordás de esa pelotuda?

    Le pegué un sorbo largo al café y busqué rápido en mi cabeza el motivo de ese

    fallido, mientras tanto Aylén decidió tomarlo con humor.

    - ¿En serio, te gusto pajero?

    Empezó a cagarse de risa, estallada.

    - No, no. No sé porque dije Ailu, ni idea. Hablando posta, creo que nunca me

    gustó sino que siempre me pareció interesante; tiene algo que la hace

    especial, no sé, será artista o tiene morbos extraños, algo tiene.

    - Te gusta.

    - No, no, no...que rompe verga que sos. ¿Cómo carajo te explico?

    - Vamos a hacerla corta, ¿te la cogerías?

    - No.

    - Dale, forro.

    - Eso es lo que trato de explicar, no me produce una sensación sexual, es...me

    parece que me llama la atención que a la chabona no le entra una bala. Es eso.

    Aylén pareció entender que la discusión no se iba a tornar graciosa y que yo no iba a

    decir lo que ella deseaba escuchar. Cortó enseguida la charla.

    - Ok. Voy a cocinar, ¿comés?

    - Sí, dale. Gracias.

    Me quedé ahí, en calzoncillos, sentado en la cama pensando en Ailu. ¿Algo en mí

    había mentido? Para sacarme la duda traté de imaginarla desnuda, no pude. Fue un

    cortocircuito, mi cabeza no podía generar libido con respecto a la fantasía que

    trataba de forzar. Llegué a la conclusión que había dicho la verdad.

    Ayudé a Aylén a poner la mesa, llevé los platos y me crucé al gordo con su mochila,

    como si fuera a salir, Camila vino de la pieza y se sentó a la mesa, ni siquiera

    preguntó si faltaba traer algo. Jonás dijo que se iba al centro a buscar guita que le

    había mandado Giorgi, la madre de Giorgi en verdad.

    Estabamos comiendo en silencio. Lo expuse sin dar muchas vueltas, hice la pregunta

    hiriente

    - ¿Cuántos ahorros tienen?

    Las miradas se cruzaron, por un segundo no supimos si eramos amigos o enemigos.

    Creo que nadie quería lidiar con una discusión, mucho menos que batallemos con

    excusas y tratando de defender el honor del ego. Lo imaginé tan real como si pasase,

    Aylén justificando que había traído el porro, la enana diciendo que eran sus ahorros

    y que sentía que no podía destinar todo para la supervivencia de los cuatro, llegaba

    Jonás y al plantearle el debate él defendía su postura argumentando que puso la casa

    de su amigo, qué está arriesgando los intereses de alguien más por las pibas.

    Lo imaginé mal, creo que me sucede más veces de las que puedo darme cuenta.

    Asumo que es por estar jodido, siempre esperando algún vergazo por parte del otro.

    En fin.

    Aylén respondió con tristeza

    - Yo estaba averiguando para comprar una 3D, me eché bastante para atrás

    cuando Camila me contó lo que le pasó.

    Quería saber porque quería comprarla? cuál era su idea, le pregunté y respondió.

    - No tengo algo claro, no lo tenía antes tampoco. Tazas, vasos, no sé, cualquier

    garcha que sea fácil y vendible.

    Camila permaneció callada, me pareció notar que se sentía culpable, como si ella

    hubiera imposibilitado todo el plan de Aylén. Continué la charla

    - ¿Lo podemos intentar? Yo no sé una mierda de eso, pero no sé, estoy un toque

    preocupado con la situación.

    - No boludo, no. No pasó una pelotudez, no fue una carta documento o un

    allanamiento. Le volaron la casa a esta chabona. La flasheo re arriesgada la

    compra, además lo sentí esquivo al viejo que fui a consultarle por el

    equipamiento.

    - ¿Pero te confirmó que haría la venta?

    - Sí, pero no da, medio clandestino o turbio no sé, no tengo ganas de hablar de

    esto, loco.

    - Disculpá.

    Me levanté y salí al balcón a fumar porro. Me distraje mirando el patio abandonado

    de algún ph de por ahí. En el medio de la manzana, miraba las baldosas de color

    marrón claro oscureciendose con el moho, Camila se puso a mi lado y estiró la

    mano pidiendo fumar, se lo dí, fumó en silencio y me lo devolvió. Escuchamos la

    puerta, giramos nuestras cabezas y vimos a Jonás entrar. Regresamos al living y lo

    sumamos al debate. Aylén habló

    - Escuchame gordo, acá estábamos hablando sobre qué hacer, las restricciones

    para laburar se ponen cada vez más hincha pelotas, yo estaba flasheando una

    pero no va a poder ser y Gallo hizo una pregunta bastante elocuente, qué

    buena palabra la puta madre, ¿cuántos ahorros tenemos, cuánto juntamos

    entre los cuatro?

    Jonás parado, inmovil, sin entender absolutamente nada de la charla, comprendió la

    importancia de ingeniar alguna forma para no cagarnos de hambre, entonces

    respondió

    - Fui a buscar guita que me mandó Giorgi, me depositó 5 mil. Me lo mandó de

    buena onda, porque le cuido la casa, igual nadie sabe que estoy con más

    personas, yo no tengo drama de compartirlo con ustedes, supongo que si

    hacemos piola las compras podemos tener comida para una semana o diez

    días.

    La enana y yo nos tornamos parte de la decoración del lugar, nuestros cuerpos

    fueron derritiéndose paulatinamente hasta que nuestra piel se pegoteó contra el

    empapelado bordó con unos diseños dorados en forma de pescaditos diminutos.

    Éramos meros espectadores. Algo no muy distante con el resto de toda la vida. La

    conversación sucedía entre Aylén y Jonás.

    - Ajá, ¿y qué poronga hacemos después, seguimos dependiendo de tu amigo y

    de la madre? ¡Loco no podemos estar tan hasta la pija! Compremos alguna

    pelotudez y revendemos cualquier gilada. Y ¡La concha de su madre todo!

    Los ojos de Aylén estallaron en mil pedazos, igual no cayó ninguna lágrima, pero

    todos entendimos la bronca que experimentaba. Jonás se descolgó la mochila y la

    dejó caer al piso, se acercó a Aylén y la abrazó muy fuerte. Dijo algo, lo dijo de tal

    manera para que nosotros también seamos parte de esa idea, sus palabras se

    deslizaron convincentemente

    - Vamos a ir al súper, relajados, fumadísimos tal vez, no, no, mucho mejor,

    vamos a ir conscientes de nuestra misión y al final del recorrido vamos a

    elegir algo rico para bajonear. Lo vamos a pagar en caja, vamos a venir acá y

    después de ordenar todas las compras nos vamos a sentar a fumar y por

    último vamos a disfrutar de eso rico que hayamos traído.

    Fue un sacudón, nos sacó de la inercia total y encima nos empujó a una visión

    positiva. De hecho mientras me ponía la remera y me preparaba, flasheé, me acordé

    de la pelota de voley e iba a proponer para la vuelta salir a la calle a jugar.

    Compramos para bajonear frutillas, también crema. Al volver del super, les dije que

    subieran a dejar las cosas y bajen. Me fui a buscar la pelota de voley y los esperé para

    salir a jugar a la calle. Me acuerdo que unos días antes comenzaron a desviar el 24,

    84 y 134 por obras cerca de ahí, teníamos la calle para nosotros y jugamos. En un

    momento pudimos ver por detrás de la malla naranja que cortaba el tránsito, a un

    par de cuadras de donde estábamos, pasar unas camionetas verde musgo, no dijimos

    nada pero se cortó el aire. No pasaron ni 5 minutos que Aylén propuso preparar

    mate y porro e ir a la terraza.

    Fue un día tranquilo, buscamos que así sea, igualmente las siguientes semanas

    estuvimos extraños, inquietos por saber qué hacer.

    En alguna mañana random de las semanas posteriores, pestañeé un poco y el

    silencio fue tan aterrador que no volví a conciliar el sueño. Había pasado la noche

    sólo en la habitación del fondo. Me desperté como si fuera un chico con una

    sensación ambigua, placentera por tener la casa para mí solo, pero con miedo, por

    estar solo en la casa. Recorrí el pasillo a paso lento, chusmeando, quería saber qué

    hacían los demás.

    En otra habitación vi a Camila con un llanto contenido, no porque no quisiera

    hacerlo a los gritos sí no más bien por el miedo que se adueñaba de su cabeza, y le

    causaba ese llanto agitado y cerrado. Aylén estaba abrazándola, lagrimeaba pero se

    aguantaba para darle fuerza a su amiga. Recuerdo esa imagen con nitidez. Me fui al

    living y Jonás dormía en el sillón, lo agité, lo zamarreé para que se despertase

    inmediatamente, le hablé en voz baja

    - Está pasando algo, boludo, vení.

    Fuimos hasta la pieza y nos sentamos en el piso, desde ahí teníamos un cuadro de

    horror, solo esperamos en silencio. En un parate del llanto, Aylén hablo en voz baja,

    contó que Wil le escribió. Fue para avisar que mientras desmantelaban Burton

    junto al dueño, dos tipos golpearon el vidrio polarizado. Wil se acercó hasta la

    puerta y abrió, los chabones preguntaron si ahí laburaba Camilla Benítez, Wil

    explicó que nunca había trabajado en esa cervecería. Por supuesto que el uruguayo

    había llamado para avisar lo obvio, que la enana estaba hasta las tetas.

    Jonás suspiró y comentó, no sé si era verdad, pero sonó tranquilizador

    - Supongo que Gastón habló bastante sobre vos pero no sabe de la existencia de

    este lugar, ni de Giorgi. Nadie va a venir.

    Aunque después de decirlo se puso rojo y comenzó a respirar agitado, trató de

    disimularlo pero estaba cagado en las patas. Me agarró tan de sorpresa que no pensé

    en nada, tuve la mente en blanco un buen rato y cuando me cayó la ficha me fui a

    bañar y lloré insaciablemente. ¡La concha de Dios!

    El agua caía de mí cabeza por los hombros y seguía su curso, por el mismo torrente

    donde se iban mis lágrimas. No pude saberlo en ese momento ni ahora tampoco, no

    puedo descifrar si me había puesto triste por saber que estaban buscando a Camila y

    que indirectamente también buscaban a Aylén o que yo también podía estar en

    riesgo si ataban cabos sueltos, no sé si el llanto correspondía a la empatía o al

    egoísmo. Nunca lo supe.

    La casa estuvo tensa por varios días, las sonrisas y las tardes de fumar y jugar alguna

    pelotudez habían cesado. En algún momento pusimos a reproducir El Padrino y nos

    tiramos en el sillón, en silencio con caras largas. La marihuana estaba en la mesa

    ratona y nadie propuso ni armó. Después de la fiesta de bodas, me levanté y me fui a

    la pieza en la que dormía, agarré medio faso y subí a la terraza. Vi el ocaso, disfruté

    y me sentí anaranjado.

    Se me ocurrió escribirle a Wil.

    - Hola uruguayo! Qué onda?

    Me armé un tabaco y me distraje en la locura, escuché la notificación, respondí

    dando pié a la charla.

    - Bien loco! En casa. Qué onda vos?

    - Estoy en la casa de un amigo del gordo, Giorgi, capaz lo conoces. No sé. En

    fin, las chicas también están acá.

    - Llamé a la enana la otra vez, ayer me parece, te contó?

    - Sí, pero qué pasó?

    - No sé que pasó, estaba con Rami el dueño desarmando unas cosas y cerrando

    boludo, una mierda, nada en medio de ese quilombo llegaron dos chabones y

    los vimos por el polarizado y empezaron a golpear. Yo los atendí y me

    preguntaron por la enana descaradamente, le dije que ahí nunca laburó.

    - Eran canas?

    - No, dos tipos de 40 o 45 bastantes normales y civiles pero interrogaban como

    si lo fueran.

    Le mandé un audio extenso, casi 9 minutos, contando absolutamente todo lo que

    había pasado. Wil me respondió con un audio y lo escuché afligido, no sabía como

    pedir disculpas y a pesar que no la cagó, se sentía mal por haber dicho lo que dijo

    ante esos tipos. Se despidió y ofreció su ayuda para lo que necesitemos.

    Bajé, entré al departamento y me tiré en un almohadón en el suelo, continué con la

    película, comenté un poco al pasar que había hablado con Wil, nadie dijo nada, a

    nadie le importó mucho. Aclaré que el uruguayo había ofrecido su ayuda.

    Un rato más tarde o quizás al otro día, no me acuerdo, sonó el teléfono, lo agarré y

    Wil me estaba llamando, me pidió de juntarnos a charlar en persona. Le pasé la

    dirección por una app que encriptaba mensajes y a las horas cayó tocando timbre

    con 2 birras, sandwichitos de miga y medio kilo de helado. Nos sentamos en ronda

    con almohadones en el piso y le dejamos al invitado el sillón en todo su esplendor.

    Nos contó que en Uruguay las cosas estaban más tranquilas, sin embargo había

    restricciones y algún que otro quilombito con réplicas, pero nada grave, ni

    comparable con lo que estaba pasando en Argentina. El asunto es que un buen

    amigo de él se había quedado sin laburo un tiempo antes que empiece toda esta

    garompa, la empresa en la que laburaba cerró y se fue del país. Para sobrevivir está

    trasladando gente desde la frontera de Entre Ríos hasta Porto Alegre, de ahí te deja

    en el aeropuerto y te da algunas facilidades para tomar un vuelo e irte a la concha

    del mono. Todos entendimos lo que estaba proponiendo, la respuesta fue un silencio

    grupal, comentó que valía 1500 dólares por cabeza. Aylén la hizo corta, dió una

    explicación sin vueltas

    - Loco, no tenemos un mango, son 6 mil dólares, mucha guita, imposible

    juntarla.

    Wil dio su punto de vista y en parte era para convencernos pero también tenía razón

    el chabón.

    - Escuchá Aylén, yo no sé quiénes eran esos tipos ni tampoco porque la

    buscaban a ella, no me interesa saberlo pero fueron a Burton a buscarla, no sé

    que investigan o que quieren pero estaban ahí, preguntando. – suspiró – Eso

    es un problema.

    - Te agradezco muchísimo que vengas a avisarnos que estamos hasta las

    pelotas pero ...¿Dé dónde sacamos esa guita?. . Ni aunque le chupara la pija 15

    vidas a tu amigo podría pagar mi parte, ellos...

    Aylen hace una pausa para mirarnos y agrega.

    - Tampoco tienen un mango.

    - Pero Aylén, los van a encontrar. Yo no tengo guita para financiarlos, como

    mucho puedo pedirle a este pibe que baje el precio, se lo puedo pelear pero

    no sé, estoy acá porque sería una verga que pase algo.

    Vi como a Aylén se le piantó un lagrimón, hizo fuerza y tragó bronca y dolor,

    respondió con total realismo crudo

    - Puede pasar que un día golpeen esa puerta y pregunten lo mismo,

    seguramente ahí estaremos hasta la pija, hundidos en mierda, pero no hay

    opciones para evitarlo. O no la que proponés, que es muy buena pero no hay

    teca.

    Wil agachó la cabeza, respiró suave, pensativo, se mantuvo unos segundos así, luego

    levantó la cabeza, hizo un paneo general, llevó las palmas a las rodillas y en el

    impulso de levantarse dijo "ya está". Me pidió que lo acompañe abajo y le abra.

    Antes de llegar a planta baja y salir del ascensor, con demasiada vergüenza y pudor,

    le pregunté.

    - Che, ¿ Ailu, cómo esta?

    Wil me tiró una sonrisita cómplice

    - ¡Cómo te gusta esa flaca! , eh!

    - Wil yo...

    llegamos a planta baja, charlamos encerrados un poco más

    - Tranquilo, te estoy jodiendo, es rara la piba y entiendo por dónde viene tu

    interés. Te voy a pasar el número, escribile, relajado.

    - No, boludo, ¿qué carajo le voy a decir? No boludo dejá.

    - Ey chabón, si te doy el número es porque ella preguntó.

    - ¿Cuándo preguntó por mí? Ni me registra, vos me estás pelotudeando.

    abrí la puerta del ascensor un poco caliente, no sé, me sentí boludeado

    - Escuchame yo no soy como tus amigos, yo sé que la piba te despierta un

    interés zarpado y no todo es sexual, lo sé, la piba es muy rara por varios

    motivos y está bien que le escribas y puedas desentrañar todas las preguntas

    que te comen el coco.

    Caminamos por la entrada, nos paramos unos pasos antes del blindex. Apoyó su

    mano derecha en mi pecho, su mirada se inundó de homestidad

    - Escribile a Ailu quizás quiera compartir con vos sus rarezas, a ella también le

    parecés un chabón raro.

    Me dio un abrazo y me sacudió la mano en la que llevaba las llaves. Le abrí, la puerta

    se cerró sola y lo ví irse a través del blindex. Me dejó reflexivo, no pensaba nada en

    concreto pero me sorprendía el pensamiento de lo flashero que es la mirada del otro.

    Mientras esperaba el ascensor me llegó el contacto de la piba, sonreí. La alegría

    duró hasta que imaginé el infierno que habría arriba.

    Apenas abrí la puerta del departamento se escuchaba el debate, ardía, había que

    conseguir 6 lucas verdes o ser absorbidos por una mano negra.

    El debate fue girando hacía la discusión y eso llevó a los gritos, Camila golpeó con

    toda fuerza la mesa ratona, después habló con determinación.

    - ¡Aylén yo sé que tenés varios frascos de porro escondidos en tu casa, los voy a

    ir a buscar y los voy a vender!

    Cesaron los gritos, nos calmamos y no entendimos una mierda de nada. Aylén habló

    paciente

    - Sí, existen, los tengo guardados, son de una cosecha que hice hace poco y la

    genética es muy buena. ¿Vos pensás que hay 6 lucas en esos frascos?

    - No sé boluda, vos sabés cuánto puede valer.

    Jonás interrumpió

    - ¿Y si faltan 5.000, que hacemos, salimos a robar casas?

    Aylén nos contó a Jonás y a mi, lo que ellas habían hablado con anterioridad

    - Mi hermano hace 2 años, la última vez que me vino a visitar me trajo unas

    semillas que había comprado en Brasil, el chabón vive allá hace banda de

    tiempo, las semillas provenían de Países Bajos. Las planté, las cultivé y las

    coseché un tiempo antes de todo este bardo. Saqué 3 frascos de aceitunas

    lleno de cogollos que cotizan bien. Pasa que no llega ni en pedo a 6 lucas.

    Pregunté inmediatamente cuánto se podría sacar, Aylén dijo que calculaba unos

    1.000 dólares por frasco. Continúo explicando

    - Claramente es un riesgo ir a buscar eso pero más allá del peligro, es a quién

    venderle esa cantidad. No sirve hacerlo al menudeo, no tenemos tiempo para

    el menudeo, y la verdad no conozco a nadie que tenga esa guita para

    comprarse ya esa marihuana.

    Camila tomó la palabra y nos demostró que se había cargado al hombro la situación

    - Yo los metí en este quilombo, yo lo voy a buscar.

    Hubo quórum en que la culpa nunca fue de ella, sin embargo insistió que se sentía

    culpable y que necesitaba redimirse y no había mejor forma de hacerlo que

    arriesgarse por nosotros. En ese momento supe que todo se podía ir un poquito más

    a la mierda, como si no hubiera un fin y conocieramos nuevas e infinitas caras del

    mismo diablo. Camila empezó a cranear, ahí mismo, en esa euforia delirante

    - Escuchame, ¿el chino que tenía el depósito detrás de tu casa, sigue

    existiendo?

    Aylén respondé anonadada, fuera de eje

    - Sí, Camila.

    - Bueno voy a entrar por ahí, no sé si estarán vigilando tu casa, por las dudas

    me voy a mandar por atrás. Salto desde el patio, rompó el mosquitero,

    ubicame los frascos que los cargo en la mochila y vuelvo. Puede ser un

    trámite rápido.

    No podíamos creer que Camila estuviera planteando semejante locura. En el

    silencio, tratando de comprender todo lo que acababa de decir, la chabona se levantó

    con un impulso de bronca, enojo, odio, no sabíamos que flasheó pero pateó la mesita

    ratona y dijo que activaba ya, Jonás se levantó y la tomó de los hombros y le pidió

    que por favor que se calmara, la miró a los ojos y le dijo que la entendía, pero que

    espere, que debíamos pensar.

    Me encerré en la única pieza que tenía televisor , puse a reproducir una lista

    aleatoria que encontré de Indie, me dejé sumergir en la música y sentía algo

    parecido a estar alegre por escribirle a Ailu y desvelar quién era pero también me

    sentía vacío, pasaban demasiadas cosas en mi entorno y eso me afectaba, flasheaba

    que a las chicas se les había ido de las manos el control de sus propias vidas. Sonó

    1200 km de Las Ligas menores, cerré los ojos e imaginé estar en el campo que

    describe Cartolano, hundí la cabeza en esa imagen y creí entender que me sentiría

    un poco más libre si escribía ese mensaje y descubriese ese mundo que la rodeaba a

    Ailu. El mensaje fue sencillo, tal vez tuve un momento de temor, pero lo escribí

    sabiendo que ya había perdido casi todo y por un rechazo no me iba a molestar por

    perder algo tan insignificante como la autoestima. No lo sé. En conclusión el

    mensaje decía:

    - Hola Ailu, estás bien, ¿qué onda todo?

    Cuando envié ese mensaje, sentí un cosquilleo por los pies y acto seguido una

    bocanada de aire profundo entró en mi cuerpo y me sentí relajado. Encontré

    tranquilidad. Tan sencilla la acción pero con unas consecuencias tan

    trascendentales.

    Al rato respondió, habló sobre el pijazo que estábamos viviendo, me contó que entró

    a laburar a Ford y que no extrañaba el bar; fluyó piola la charla y me invitó para el

    día siguiente el sábado a su casa, sonreí en soledad. Terminamos el intercambio de

    mensajes y habíamos arreglado para hacer pizzas caseras y compartir el almuerzo.

    Al otro día me levanté tipo 8, me preparé un café, comí unas bananas medio rancias

    que estaban al fondo de la heladera y armé la mochila. Me fui al living para terminar

    la taza de café y vi un bulto acurrucado en el sillón, la persiana estaba baja así que la

    luz era poca y la visibilidad bastante complicada, me acerqué y vi que estaba

    durmiendo la enana. Me dolió verla, en su rostro pude armar la escena de la noche

    anterior, se quedó fumando y escuchando música hasta muy entrada la madrugada,

    llorando sola e inmersa en una desesperación total. Me volví lento hacía la cocina,

    me hice la pregunta lógica, ¿está bien que en medio de esta tormenta yo me esté

    yendo a compartir un momento con alguien que me interesa, es correcto que gaste

    plata, aunque sea mía la guita, debería quedarme a aguantar los trapos? La respuesta

    la hallé rápidamente, lo que nunca sabré si la respuesta es acertada o yo fabriqué la

    respuesta que más convenía en ese momento. El hecho es que lo pensé así, hoy

    puedo disfrutar de hacer pizzas caseras, tomarme dos latas de birra y conversar con

    alguien que siempre despertó un interés genuino en mí, mañana tal vez bajen la

    puerta a patadas y nos lleven de los pelos. Tal vez mañana la vida como la conozco se

    desvanezca. Me tranquilizó esa respuesta que me dí, pero me surgió otro

    interrogante, ¿y si después de irme vienen a buscar a mis amigos? Como no

    encontré una respuesta real, porque no existe, simplemente dejé de pensar.

    Lavé la taza, la guardé en la alacena y sequé las ollas que estaban en la mesada y las

    mandé al bajo mesada. Antes de irme, pasé por el living, me guardé medio porro que

    había en el cenicero y besé la frente de Camila, le susurré "te quiero enana,

    cuidate".

    Crucé la puerta y me sentí libre, tuve una convicción de disfrutar cada puto minuto

    como si no hubiera nada más, caminé por el pasillo hasta el ascensor, respiré y fui

    conciente de esa magia. Cuando bajé a la calle, todo había adquirido otro sentido,

    incluso el árbol que estaba en diagonal a la puerta del edificio, el playero de la

    estación de a la vuelta, los fierros del 80 que me llevaron hasta Belgrano C. Siempre

    estuvieron allí esos elementos pero ahora tenían una carga distinta.

    La casa quedaba en Beccar, era un chalet lindo, me gustó. Me gustó también la paz

    que se respiraba alrededor del lugar. Toqué el timbre, me abrió la puerta y me invitó

    a pasar. Entré y me puse a mirar y ví algunos cuadros random que me coparon, era

    vieja la casa pero muy bien conservada. Apoyé la mochila en el sillón del living y

    saqué un paquete de harina, le dije a Ailu que por el calor no había traído levadura

    pero que vayamos a algún chino a comprar y de paso comprabamos birras. Ahí

    apareció un chabón bajando las escaleras, más o menos de 35 era un par de años más

    grande que nosotros, era alto, pelo largo a la altura de los hombros y una barba

    colorada que se extendía por debajo del mentón, nos saludó re piola y Ailu me lo

    presentó con el apodo que lo llamaban los más allegados, javiera, por supuesto que

    se llamaba Javier. Tuve una sensación de incomodidad, como si se tratara de celos.

    ¿Por qué sentía eso, acaso no tenía ningún interés sexual hasta saber que

    posiblemente la piba cogía con Javier? Me aislé unos segundos del espacio-tiempo y

    reflexioné sobre lo que ya sabía y sobre lo que podría pasar. Entendí que mi interés

    seguía firme y que era descubrir el ser interno de Ailu, sus aficiones, sus dudas y su

    mirada sobre el mundo. Volví con la conciencia al lugar, escuché el final de la

    conversación donde javiera le pedía a ella que lo ayudara con esos papeles para que

    pudiera viajar, se despidió muy amablemente, incluso me dio un beso de despedida.

    Muy cordial todo, hay algo que...no sé, prejuicios.

    Nos fuimos al chino, durante el trayecto conversamos y caminamos lento, le dije que

    me parecía muy hermosa su casa y me contó que la empresa para la que trabajaba

    javiera fue la que les consiguió ese lugar, me dijo que hacía más o menos 6 años que

    estaban ahí. Parecía bastante conforme.

    Entramos al chino y ella lo tenía todo mapeado, al toque elegimos unas birras, la

    levadura y en menos de 1 minuto ya estábamos pagando.

    Llegamos y nos acomodamos para empezar a amasar, mientras tanto dejamos la

    levadura levar, valga la redundancia, no sé porque no agrandan esa familia de

    palabras con más sinónimos, antónimos, y así podríamos verbear mejor. No importa.

    Ciertamente no me acuerdo en qué momento, a lo mejor ya teníamos las manos

    llenas de harina, nos dimos cuenta que nos colgamos en traer queso. Yo me

    acordaba del camino así que me ofrecí a ir al chino.

    Cuando volví continuamos con la preparación y le pregunté sobre el trabajo en Ford

    porque me daba curiosidad, no se explayó mucho, solo dijo que era un trabajo

    monótono, se quedó en silencio un toque y agregó que la empresa ganó una

    licitación para un proyecto del estado y que parecía un proyecto Manhattan; por

    aquellos días armaban puertas blindadas y las mandaban para una planta en la

    provincia de Córdoba.

    El mediodía transcurrió mientras hablábamos boludeces, me llevó a una sala de

    estar y conectó un tocadiscos, me animó a que eligiera algo.

    Miré la batea con dudas, no sabía mucho sobre discos viejos pero me dejé guiar por

    las portadas y una me llamó la atención, agarré para reproducir Exile On Main

    Street de los Rolling Stones. Ailu se sonrió, comentó

    - Ese disco es muy lindo, pasaron un poco más de 70 años y todavía es un

    sonido fresco. ¿Conoces los rolling?

    Me dio un poco de vergüenza pero no era necesario mentir

    - Escuché 3 canciones de la banda, ojo, no me disgusta pero siempre creí que

    era viejo y aburrido.

    - Bueno, hoy te vas a enamorar, fijate lo bien que va a acompañar nuestro

    almuerzo.

    Y mi mente tan arruinada y tonta creyó que por haber sido honesto sobre la banda

    británica ahora ella debiera también ser sincera.

    - Hablando sobre enamoramientos, ¿cuánto tiempo llevás saliendo con javiera?

    La chabona estalló en risas, ví como me miraba mientras se descostillaba de risa en

    mi cara. Le tomó unos segundos poder colocar la púa sobre el vinilo, aún la

    carcajada la imposibilitaba un poco, su risa era infantil. Entendí rápidamente que

    ella no se estaba burlando de mi sino que había entrado en una dinámica de absoluta

    inocencia.

    - No, boludo me da risa que la hayas re flasheado. No, no, siempre amistad.

    - No, la flasheaba...

    - Tranqui, súper válido que preguntés.

    Volvimos a la cocina, la masa ya tenía forma y había levado muy bien. Preparamos

    una salsa que le mandamos a la masa y agregamos el queso. Metimos la primera

    pizza al horno. Terminamos la primera cerveza, comimos, dejamos levar la segunda

    y saqué el medio porro que había traído. Fumamos tirados en el sillón del living,

    desde ahí se escuchaba muy bien el disco.

    En medio de mi locura, sintiendo que habíamos formado una complicidad, le resumí

    más o menos lo que estábamos viviendo con mis amigos.

    A la chabona le cambió la cara porque era evidente que lo que relataba era una

    situación de peligro y no le di muchos detalles, lo conté para deshogarme. Omití la

    conversación con Wil, es que eso de los 6 mil dólares, me parecía que podía

    desviarse de desahogo a mangueo. Por supuesto que no era mi intención.

    La charla se diluyó y fue rumbeando hacía algunas aficiones personales, eso me

    empezaba a copar, era en parte por lo que había aceptado juntarnos, conocerla, me

    habló de lo mucho que amaba los malditos poetas, me recitó de memoria una poesía

    de Rimbaud, describió con palabras dulces lo excelso que le parecían los versos de

    Rilke y admiró otros poetas de la península ibérica, habló de Machado y no se olvidó

    del vecino Pessoa y sus infinitos heterónimos. Me copó que Ailu no me estaba

    sobrando, sino que me animaba a recorrer esas páginas y dejarme caer en el abismo

    espiritual de todos aquellos versos. Terminamos las birras, sonó desde la sala de

    estar la canción Happy, la voz de Richards me hizo sentir un cosquilleo hermoso por

    el estómago. Propuse ir a comprar algo más para tomar y me pidió que vaya sólo,

    que necesitaba bañarse. Me indicó que al lado de la puerta había un mueble y por

    ahí arriba había una copia de las llaves, antes de irme consultó si tenía más

    marihuana y le dije que no, me confirmó que a la vuelta ella invitaba el churro.

    Volví del chino y dejé las llaves en el mismo mueble, pasé por el living y no la ví,

    pensé que seguía en la ducha, guardé las latas en el freezer y fui al living a sentarme

    para esperarla. Iba distraído, no puedo saber que flasheadas estaba flasheando y me

    agarró de sorpresa, se puso frente a mí, totalmente desnuda y admiré la belleza de su

    cuerpo en silencio. No fui capaz de pronunciar ninguna palabra, ningún gesto,

    absolutamente nada. La belleza con la que habló de los poetas se había traducido a

    su materia. Pasaron algunos minutos en silencio total, ella desnuda a unos metros de

    mí y la luz diurna que entraba por el ventanal generaba brillo y algunas sombras y

    me parecía ver un cuadro.

    Comenzó a recitar un fragmento de Todos cuantos te buscan te tientan...

    "Todos cuantos te buscan te tientan.

    Y quienes te encuentran te atan

    al gesto ya la imagen.

    Yo en cambio quiero comprenderte

    como te comprende la tierra;

    con mi madurar

    madura tu reino" [...]

    Finalizó y lentamente fue girando sobre su eje, noté por el cuello algo que daba

    mucho brillo incluso con la luz del ventanal se intensificaba hasta encandilarme

    bruscamente. Cerré los ojos y me los froté, me sacudí, me costó poder ver con

    nitidez. Me corrí unos pasos para que mi vista quedara a la sombra, vi como desde el

    cuello había una plaqueta transparente y unos cables que recorrian el camino de las

    vértebras, pero detrás de ellas no había ningún sistema nervioso, o por lo menos no

    el que yo concibo. La plaqueta transparente continuaba hasta la cintura, desde allí

    los cables se ramificaban en conexiones hacía otras partes del cuerpo. Todo era piel

    menos ese espacio de su espalda que parecía ser un servidor.

    El tiempo fue preciso, no tuve que hacer ninguna pregunta, se dio vuelta y con los

    ojos hundidos en una sinceridad suave, me confesó

    - Soy humanoide.

    Abrumado y maravillado por partes iguales. Me quedé callado y caminé

    desorientado hasta el sillón, ella se acercó, se sentó a mi lado, me tomó de la mano,

    consultó si yo estaba bien, respondí que estaba bien pero flasheando volado con lo

    que acababa de ver. Abrió un cajoncito que había en la mesa frente a nosotros, sacó

    el porro y lo empezó a picar. Mientras armaba, me miró y dijo al pasar

    - Estás un toque pálido, — Lanzó una risa y siguió. — tranqui loco, fumemos y

    hablemos. ¿Vos pensabas que yo era rara?

    - No, no creo que haya pensado eso, me parece que... ¿por qué supones que yo

    pensaba eso, por qué decidiste ser honesta?

    - Por como me mirabas en Burton, me daba cuenta que te mataba la intriga por

    saber quien mierda era yo; sos alguien con quién puedo mostrarme como soy.

    - Nunca imaginé que eras humanoide, sospechaba que... no sé, eras una artista

    frustrada o tus viejos eran magnates, pero jamás esto.

    - ¿Te resultó incómodo saber la verdad?

    - No, para nada. ¿Sabés absolútamente todo sobre el universo?

    Mi pregunta fue de un idiota, era creer que estaba fumando un canuto con Dios.

    - No, solamente sé lo que ustedes ya saben. Soy un cuerpo con todo el

    conocimiento de internet, por cierto, javiera es mi programador.

    Me surgió querer saber mucho más sobre Ailu, de repente no era solo las sospechas

    que era interesante, era poder darle un rostro a la tecnología.

    - ¿Cómo son tus sentimientos?

    - No los tengo, los entiendo pero en base a lo que se ha reflexionado y

    teorizado a lo largo de los siglos. Puedo entender lo que pensaron y

    escribieron sobre los vínculos, pero ni idea, no flasheo cosquillas en el

    estómago.

    - ¿Te hace sentir mal eso?

    - ¿Te hace sentir mal no tener una pierna?

    - No sé, tengo ambas

    respondí haciéndome el piola.

    - Aplica la misma lógica para la boludez que preguntaste.

    Me callé, me sentí un imbécil. Prendió el porro, fumó, fue a la cocina y volvió con

    dos latas bien frías de birra y una jarra con agua junto a dos vasos. Me pasó el faso.

    Pité, estaba nervioso me parece, creo recordar que la siguiente pregunta la hice

    mientras tartamudeaba

    - ¿Cuánto tenés de vida?

    - Mi vida la decide Schubert, es la empresa para la que trabaja javiera, hace 7

    años desembarqué en Argentina, me asignaron a javiera, nos dieron esta casa

    y trabajamos, creo que él tampoco sabe mi vida útil.

    - ¿Y por qué una humanoide terminaría en un bar como Burton laburando?

    - Los dueños contrataron el servicio, necesitaban una máquina para poder

    controlar ese negocio. Entré hace 2 años, era un bardo ese bar, todo el mundo

    en pedo, nunca daba bien la caja, muchas noches se colgaban en activar la

    alarma, cualquiera.

    - ¿Antes del bar, dónde laburaste?

    - En la aduana, laburo burocrático, muy aburrido.

    - ¿Cómo aprendés los trabajos?

    - Me conecta mi programador y me deja ahí, 48, 72, 96 horas, lo que haga falta

    para adquirir la información necesaria. Para la aduana me cargó 73 horas de

    data, sin parar, en un momento empezó a levantar temperatura la habitación.

    Al otro día arranqué a laburar como cualquier persona que estudia comercio

    exterior.

    - ¿Schubert puede decidir descontinuarte?

    - Descontinuar no es la palabra ya que no hay dos humanoides como yo, no

    existen dos Ailu. En eso la empresa tomó parte de crear máquinas únicas e

    irrepetibles, como humanos. Lo que si pueden hacer es volverme un cuerpo

    inerte, una máquina juntando polvo en algún galpón.

    - ¿Es cómo la muerte?

    - No sé boludo.

    Me cautivó pensar en la idea que tal vez ella tenía la verdad sobre la muerte. Insistí

    para que me contara el proceso de apagado. Respiró, agarró el porro del cenicero, lo

    prendió, fumó e hizo círculos con el humo y antes de contarme, me hizo una

    pregunta que me dejó en jaque.

    - ¿Crees que la marihuana me deja re loca?

    - Eh... no tengo la más reputa idea. No tenés capacidad para sentir, calculo que

    no.

    - Te equivocas, al fumar nos pasa que nos desconcentramos, cuando queremos

    buscar en la base de datos, las entradas que tenemos que asignar se nos

    vuelven como un rompecabezas.

    - Ah más o menos como a los humanos.

    - Tal vez sí, o no. No importa, ¿querés saber cómo es nuestro final?

    - Sí, por favor.

    - Tu país tiene convenios para ingresar humanoides y meta-humanos en

    sectores públicos pero hay algunos pocos arreglos para privados. Schubert

    labura con privados pero hay empresas chinas o japonesas que laburan

    únicamente con sector público, los asiáticos son una basura, te desconectan

    así de una. Eso es un garrón porque de alguna forma interpretamos el mundo

    como los humanos, si te cortan abruptamente es como si te asesinaran.

    Schubert no da un aviso oficial pero toma medidas para que el apagado sea

    paulatino, te acostumbres a no funcionar más.

    Entonces armé una idea ligera y expuse:

    - ¿En algún punto identificas la inflexión entre la existencia y la inercia?

    - Se podría decir que sí. Cuando cumplas 60 años vas a tomar conciencia, de

    hecho lo hacés desde antes, pero a partir de ahí ya sabés que es la recta final.

    Tal vez es estúpida la analogía pero trato de asemejarlo a tu experiencia,

    bueno, el punto es que por ejemplo cuándo entré a Ford me cargaron todo lo

    que debía saber para ese trabajo, cuando me vayan a desenchufar del sistema

    laboral, unos meses antes me van a reducir las tareas, me conectan al servidor

    y reconfiguran y a partir de ahí laburo menos. El proceso se repite un par de

    veces hasta que te conectan y ya no hay nada para quitar, te borran todo y fue,

    es el final.

    - ¿El disco que está sonando, que ya se repitió, lo disfrutás?

    - No, disfruto que javiera le guste o que vos lo hayas descubierto.

    Hizo un silencio y yo lo aproveché para pensar en la muerte. A lo mejor la angustia

    de la vida es saber que nos podemos morir en cualquier segundo, flasheo que

    nuestra desaparición física sea similar, entremos en un proceso de apagado.

    Se levantó del sillón apurada y me dijo que se iba a cambiar, que tenía que llegar al

    trabajo. Eran las seis de la tarde y me invitó a quedarme a dormir, dije que no por

    incomodidad e insistió que me quedara a pasar la noche, que no me arriesgue a

    volver hasta Villa del Parque. Señaló las escaleras y me indicó el cuarto que está al

    final del pasillo y me dijo que iba a estar cómodo ahí.

    Fui arriba y me encerré en la pieza donde me dijo, me dormí sin muchas vueltas, no

    sé si era todo lo que habíamos fumado o las birras, o la conversación y el

    descubrimiento de quién era realmente Ailu o simplemente me venció el sueño.

    Durante la caída tuve ideas que parecían imágenes oníricas y creí que con la edad

    uno se tranquiliza, se pausa y todo se vuelve lento y la muerte no es tan pesada ni es

    el horror que hoy sentimos.

    Al otro día me desperté 7:30, bajé a la cocina, vi en la alacena un frasco de frutos

    secos y abrí la heladera tratando de encontrar algo con que combinarlo, había

    yogurt. Hice la mezcla en una mega taza. Al rato fui a detonar el baño, me dio

    vergüenza, me desesperé un toque y enseguida me acordé de mandarle al inodoro

    detergente y agua caliente, por las dudas la herví. Al solucionar el inconveniente fui

    otra vez a la cocina, preparé café y acerqué un sillón pequeño hasta el ventanal,

    prendí un pucho y admiré el verde del patio.

    A las 9 ya estaba en camino a Villa del Parque. Me preocupé un poco, mientras

    apoyaba la cabeza contra la ventana del bondi, deseaba que mis amigos hubieran

    pasado bien la noche y que todo estuviera relajado. Seguí pensando en el viaje. Me

    pareció haber entendido la angustia de estar vivos, es simplemente el hecho de

    morir, después le cargamos nosotros esa cuota extraordinaria de emoción, nos

    debatimos entre el camino de la tragedia o de la comedia, como si la vida fuese esa

    obra de teatro que hay que representar con la mayor de las seriedades.

    Llegué a las 11, abrí la puerta del departamento y ví a los 3 sentados en el piso,

    tomando mate y comiendo galletitas mientras miraban videos random en Youtube.

    Saludé y Jonás preguntó dónde me había metido, les conté que había ido a visitar a

    Ailu, se escuchó rebotar por todas las paredes la reverberación de un "ah, bueno" al

    unísono, pensé rápidamente en explicar y me dí cuenta que no iba a llegar a ningún

    lado y esperé callado la pregunta, Aylén la hizo

    - ¿Cogiste con Ailu?

    Moví la cabeza negando y me fui a duchar. Mientras iba caminando hacía el baño y

    alejándome del living escuché al gordo decir algún chiste de mal gusto "tenés

    zarpado olor a sexo", o algo por el estilo, qué imbéciles.

    Después de bañarme y quedarme algunos minutos solo, activé para la cocina,

    preparé café y me senté con ellos a ver boludeces. Estábamos entretenidos, los noté

    calmados, eso me hizo sentir mejor. Igual pregunté

    - ¿Enana, vas a ir a buscar los frascos?

    Me sorprendió que haya respondido con frescura, liviandad

    - ¡Sí! Pero no te lo vas a fumar, vamos a tratar de venderlos.

    Sospeché que había pasado algo, quise indagar

    - ¿Tienen comprador ya?

    Aylén me actualizó

    - Ayer estuvimos charlando y llegamos a la conclusión que parece que es una

    buena opción, no sabemos si la mejor, pero por lo menos teniendo los frascos

    en nuestro poder podemos ver a quién venderlos.

    Jonás agregó

    - Además que es un negocio caliente, aparece un comprador y lo charlamos, le

    mostramos la mercancía y arreglamos precio y es para ya, nada de vueltas.

    Saqué mentalmente cuentas y creo que no llegábamos a reunir las 6 lucas.

    - ¿Y cuánto creen que valen esos 3 frascos?

    Aylén algunos años atrás había vendido, pero ya los precios estaban desactualizados

    por eso calculó más o menos unos 4.500 dólares.

    Repliqué.

    - ¿Y si eso no es así?

    - Y si es así, boludo... ponemos la diferencia y nos vamos a la pija.

    - Aylén, yo no quiero desilusionarte, pero creo que entre los ahorros de los tres

    no llegamos ni en pedo a juntar 1.500 dólares.

    Camila me clavó la mirada y me hizo un gesto para que me calle. No dije nada más.

    Si ellos creían que era posible, ¿en que nos cambiaba estar un poco más cagados? Le

    sostuve la mirada a Camila y le pregunté

    - ¿Cuándo vas a ir a buscar eso y con quiénes?

    - Estoy esperando que Jonás charle con Giorgi y le cuadre un auto.

    Mi mirada giró abruptamente hacia el gordo, necesitaba saber de que me había

    perdido.

    - La tía de Giorgi vive acá, en este mismo edificio, la vieja ya está en las últimas

    pero tiene un Mercedes Benz 300 E guardado en la cochera del subsuelo.

    Estoy esperando que la madre de Giorgi, llame a la vieja y le avise que van a

    pasar a buscar las llaves del coche. ¿Dónde está la demora? Bien, la madre

    tiene que pensar alguna mentira convincente de porqué chota van a pasar a

    buscar las llaves del auto.

    Me sentí en una película de acción, peor, una película de espionaje. No lo sé, parecía

    todo más relajado, al escuchar esto e imaginar la secuencia del llamado, me imaginé

    a nosotros disfrazados de botones, con esos trajes bordó con hebillas doradas,

    tocando timbre a la vieja y diciendo una sartada de pelotudeces atómicas para

    robarle las llaves. Después de todo ese viaje en imagenes que hice, me tenté, largué

    una carcajada y sentí que todo iba a salir bien.

    Esa misma semana, no me acuerdo si miércoles o jueves, lo veo a Jonás preparando

    un finito y yéndose a la terraza. Esperé que subiera y al toque subí.

    - Che gordo, estoy preocupado.

    Dejo de mirar el edificio del frente y se dio vuelta como con cierta sorpresa

    - ¿Qué te pasa pelotudo? Me asusté.

    - Uh, disculpá, quería hablar a solas con vos. ¿Vos estás seguro que esos 3

    frascos valen 4.500 dólares?

    - Según las cuentas de Aylén, sí.

    - Se puede equivocar Aylén, boludo, actualizó precios de unos frascos que

    vendió hace como 5 años.

    E hice otra pregunta que también me estaba inquietando

    - ¿Además, llegamos con los ahorros para cubrir la luca y media que falta?

    Jonás apoyó su mano en mi hombro y habló en voz baja, como si se tratase de un

    secreto

    - Giorgi me ofreció lugar en la casa dondé está con la madre, allá en Uruguay,

    yo no los quiero abandonar, pero si pasara algo de esto que decís, yo tomaría

    esa opción para ser una carga menos en el plan.

    - Ok.

    Lo abracé y le palmié la espalda dos veces, dando a entender que apoyaba su idea y

    también un poco en señal de que salga como debe salir.

    Una noche Jonás me zamarreó, me puso en alerta, dijo que esperaba en la cochera

    con el auto encendido, que fuera al living que Aylén y Camila estaban

    organizándose. Miré el teléfono y eran las 1:30 a.m, me vestí y me sentí aturdido,

    había llegado el momento y no sabía si estaba preparado.

    En el living estaban armando una mochila, Aylén me pidió que vaya a la cocina y

    traiga el cuchillo grande, el que usábamos para la carne, avisó que lo había afilado

    hacía dos noches, aconsejó que lo manipule con cuidado. Hice caso inmediatamente,

    la noté decidida. Lo guardé en el bolsillo exterior de la mochila, para tenerlo a mano,

    Camila insinuó en hacer sola la movida de entrar a la casa, pero me ofrecí para

    segundear. Vi que ambos bolsillos de los costados eran amplios, fui a la cocina y

    cargué 2 botellas de agua y las puse en esos lugares, pregunté si faltaba cargar algo

    más, dijeron que no y nos fuimos a la cochera.

    Cuando nos vio salir del ascensor, Jonás acercó el Mercedes, del que salía un sonido

    viejo pero tenía algo encantador, sonaba a potencia; creo que cualquier auto que aún

    anduviera a combustible tenía un sonido encantador. Nos subimos, Camila fue al

    frente, Aylén y yo nos sentamos atrás. Previamente Camila había dejado un parlante

    inalámbrico en la guantera, lo sacó y anunció que tal vez si pensaba en un viaje

    divertido le saldrían más fáciles las cosas. Sin mediar opiniones fue Aylén quien se

    conectó desde su teléfono y puso Razzirt. Íbamos por Nazca, antes de doblar en

    Albarellos, nos pusimos a bailar y a mover el cuerpo dentro de lo que nos permitía el

    habitáculo. Nadie se percató que el gordo iba a agarrar Albarellos para salir a

    Avenida Constituyentes, de hecho me di cuenta y ya habíamos pasado el gasoducto

    de General Paz hacía por lo menos 10 cuadras. Ya no nos importaba llamar la

    atención, nos chupaba un huevo la videovigilancia y nos cagábamos en todo. Dónde

    terminaba avenida Constituyentes había unas cortadas y unos recovecos que yo

    jamás había visto, siempre que había ido a lo de Aylén lo hacía desde la estación de

    Ballester, y siempre por algún camino luminoso y recto, estos recovecos eran

    oscuros. A lo lejos escuchamos motos, miré a mis amigos y nadie se preocupó

    demasiado. En un determinado momento, Jonás, metió el auto en un baldío, yo

    flasheaba que nos estábamos cuidando de las motos, en realidad no, frenamos y

    definimos la entrada. Aylén habló primero, era la que posta conocía el lugar.

    - Tenemos que ir a calle Villaroel, no sé la altura, pero es a la vuelta de mi casa,

    el chino tiene la entrada al depósito, es grande y tiene pastizales alto, está

    oscuro, podemos canutear el auto ahí.

    Pregunté si bajamos todos del auto, Aylén fue sarcástica

    - Todos vamos a entrar. También el pelotudo que tiene que manejar, ¿te parece

    bien?

    - Bueno, flasheaba, no sabía... ya fue.

    Camila interrumpió para dejar en claro que aún sostenía la idea de entrar sola.

    Repitió lo mismo que venía diciendo días atrás , le conocía cada palabra, cada

    cadencia y cada suspiro de angustia y sufrimiento. Por supuesto que era genuino, no

    tenía porque caretearla con nosotros ni mucho menos querer hacerse la heroína.

    - Voy a entrar sola, es una re carga para mí saber que los arrastré a este

    quilombo.

    Me quedé observando a la enana, me fijé en los detalles, tenía su mirada llena de

    bronca, la noté decidida y flasheo que ante el peligro estar decidido es...sarpado, de

    un valor extraordinario. Lo analicé así. Aylén le dio algunas indicaciones.

    - Enana, cuando saltés el portón, a la derecha va a a estar el muro que separa

    los patios de las casas, a la izquerda va a haber una galería con máquinas

    viejas y toda esa pared es el depósito. Seguí por el muro, más adelante va a

    formar una L y ahí asomate, vas a ver el patio de dos PH y el pasillo de

    entrada a éstos, pegado está el patio de mi casa. La puerta del patio cagala a

    palos hasta que abra, en el bajo mesada tenés una masa. En mi pieza, entre el

    placard y mi cama vas a ver que hay una tablas en el piso con unas manchas

    de pintura blanca, rompé ahí.

    Camila miraba con una mueca de impresión, maravillada, asumo que le dio felicidad

    poder imaginar los espacios a medida que Aylén los describía. La enana hizo la

    pregunta lógica

    - ¿Qué onda el depósito del chino?

    - Olvídate, no hay nadie, el chino es tan rata que ni un servicio de alarmas

    paga.

    Llegamos a la calle Villaroel y metimos el auto en la entrada, eso era una selva, se

    escondía solo. Camila agarró la mochila, se la colgó, dijo que venía en un toque,

    parecía estar un poco cagada, lo repitió una vez más "vuelvo en un toque" y eso le

    dio el impulso de confianza.

    Se bajó, la vimos como cerró cuidadosamente la puerta del auto, caminó lento, se

    puso frente al portón y busco sigilosamente algo para trepar, movió con suavidad

    cuatro ladrillos colorados, hizo una base y se subió, trepó con la ayuda de la pared.

    La vimos desaparecer, antes de tirarse al otro lado, nos miró y nos guiñó un ojo. Su

    sonrisa cayó.

    Esperamos ansiosos, no decíamos nada, me consumían los nervios. No deben haber

    pasado ni 3 minutos, cuando escuchamos ruido, cómo si algo se cayera, pudimos oir

    claramente la voz de Camila. La reacción de Aylén fue inmediata, salió del vehículo,

    corrió y saltó casi sin trepar ese portón gris metalizado. Jonás me miró asustado,

    agitó el brazo y me palmeó el hombro, caí en la realidad, salí del auto y trepé lo más

    rápido que pude el portón. Al caer del otro lado ví a Aylén doblando hacía la

    derecha, continuando el recorrido del muro, corrí siguiéndola, los yuyos me daban

    picazón y sentía en los brazos una sensación de hormigas. Cuando miramos la

    medianera que daba al patio de Aylén, la enana trataba de volver hacía el patio del

    chino, algo la zamarreaba del otro lado. Aylén al toque estiró los brazos y logró tener

    contacto, trató que la fuerza venga hacía nosotros y Camila se desplome hacía acá.

    Me costó reaccionar, había una sola lamparita que no ayudaba una mierda y

    sinceramente también me paralizó la situación, mientras observaba el rescate que

    realizaba Aylén, unos metros más a la derecha aparecía un chabón saltando para

    nuestro lado, me agaché buscando algo, me pareció que era un engranaje porque era

    cilíndrico y tenía puntas, tampoco me importaba, lo agarré fuerte y fui con furia

    contra la cara del tipo, cayó y se quedó un toque tirado. Me acerqué y ayudé a

    tironear hasta que Camila cayó hacia nosotros, el gordo que estaba forcejeando

    perdió el equilibrio y desapareció de nuestra vista. Al que yo había golpeado se

    levantó y atacó sin pensarlo, saltaron dos más por la medianera, es difícil poder

    describir con exactitud la secuencia tal cual fue, tengo una imagen de Camila en el

    suelo entre las piernas de un tipo, golpes y forcejeo. En un momento pegué una

    patada y le llegó a la cintura de quien estaba reduciendo a la enana, ella aprovechó

    para librarse, manotié a Aylén, cerré la mano derecha con fuerza y tiré, tiré con

    ganas hacía la salida. Fue rápido, nos libramos y empezamos a correr como nunca,

    yendo hacía la salida los sentíamos desde atrás a esos mugrientos oliendonos, en

    esos instantes todo el espacio-tiempo se modificó, en la huída sí ví que Camila

    trastabilló porque la cazaron de atrás y le sacaron la mochila, aún corrimos, no sé

    por qué, ni idea que carajo pasó. Llegando al portón Camila fue la primera en trepar,

    con Aylén también tratábamos de escalar rápido, sentíamos a los chabones contra

    nosotros, en un instante fugaz Aylén gritó y se desplomó, sin más. Nosotros ya

    habíamos pasado medio cuerpo por arriba del portón y nos tiramos de lleno a la

    tierra, subimos casi a rastras por las puertas de atrás del auto, Jonás preguntó lo más

    veloz posible

    - ¿Aylén dónde está?

    Camila respondió agitada, con la voz quebrada, parecía que le costaba respirar

    - No viene.

    Jonás metió marcha atrás y mientras sacaba cagando el Mercedes, preguntó

    - ¿Hay chances de entrar a buscarla?

    La respuesta fue no, me impactó de lleno el abrazo de Camila, lloramos tenuemente.

    La vuelta fue inquietante aunque no pasó nada extraordinario, eran las cuatro de la

    madrugada, no había nadie en la calle, no nos cruzamos ningún patrullero,

    absolútamente nada. Miraba por la ventana y de golpe sentí una nostalgia inefable,

    era sentir que en ese galpón poronga había pasado algo horrible y el afuera era un

    edén.

    Metimos rápido el auto en la cochera al llegar a Villa del Parque. Subimos, no

    hablamos, nos turnamos para entrar a bañarnos, las caras estaban largas, entró

    primero Camila, nadie se opuso, nuestras mentes estaban agotadas en ese momento

    para librar una batalla ridícula.

    Nos tiramos en el sillón a esperar que se desocupara la ducha, Jonás tímidamente

    preguntó por la mochila, le comenté lo que ví y preguntó por el cuchillo e hizo

    silencio, como si hubiera imaginado la respuesta y no le copó nada. Yo no quería

    imaginar nada ni tampoco recordar lo poco que recordaba. Jonás confirmó que al día

    siguiente hablaría con Giorgi e iba a aceptar la propuesta de irse.

    Después de bañarme me fui a tirar, dormí un rato, no fueron ni 45 minutos. El sol ya

    asomaba por la ventana, me levanté a bajar la persiana, tomé agua, comí unas

    galletitas que estaban por ahí tiradas; me senté en la cama con la espalda contra la

    pared y las piernas flexionadas, comí algunas galletitas más, tomé más agua, encendí

    un tabaco. Dormí hasta las 10 más o menos, me volví a sentar en la cama, igual que

    al amanecer, seguía pensando. En algún momento random, miré las medias de tenis

    que llevaba puestas, esa combinación de la rayita roja y la inmensidad del blanco me

    hizo pensar en huir de todo. Le escribí a Wil.

    Básicamente la conversación se basó en mí rogándole que por favor llegue a un buen

    trato con su amigo y que nos saque a la mierda, le conté lo que había pasado la

    noche anterior.

    Fui a la pieza donde dormía la enana, la sacudí un par de veces hasta que se

    despertó, me preguntó si podía hacer café. Sonriente le dije que también iba a traer

    galletitas y no le pude sacar ni una mueca. Traje las tazas y me senté a los pies de la

    cama, ella comió 2 o 3 galletitas y encendió un porro. Observé cómo miraba la

    hierba a través de la celulosa, creo que con su mirada podía pensar , "que loco, este

    porro era de Aylén".

    No di muchas vueltas, a esta altura ya estábamos demasiado hasta la pija y

    compartiamos el mismo quilombo de vida.

    - Hablé con Wil, ¿Cuánta guita tenés?

    - No sé loco, 2.000 dólares gringos.

    - Eso al cambio del dólar ¥ debe ser, ¿1.000?

    La enana me miró desconcertada, no tenía cabeza para sacar cuentas, asintió de

    igual manera que una condenada a muerte. Preguntó por Jonás, minutos antes

    mientras colaba el café flasheaba en mentirle pero ahora hablando tan de frente

    opté por la honestidad. Hizo otra pregunta más con total ingenuidad y en un primer

    momento quise mandarla a cagar.

    - ¿Por qué no vamos a buscar a Aylén, por qué nos estamos yendo?

    - Porque esto no es una guerra, somos unas ratas a punto de ser cazadas.

    Además teniendo en cuenta los antecedentes, tarde o temprano nos van a

    encontrar.

    - ¿Qué antecedentes, pelotudo?

    - Tu hermana, Camila.

    - Pero nos peleamos, no me va a venir a buscar, pero ella está bien.

    Pegué una palmada en el colchón, supongo que en señal de frustración o decepción,

    no lo sé, me fui porque no quería responder una crueldad. Gritó mientras me alejaba

    - Ya sé que me estoy mintiendo, no soy ninguna gila.

    volví a la habitación e hice la pregunta obvia

    - ¿Entonces?

    - ¿Vos cuánta guita tenés?

    ella me retrucó, respondí cabizbajo

    - Llego a 2.100, 2.200 con toda la furia, al cambio real es una miseria, entre los

    dos juntamos, ¿cuánto, 2 lucas verdes?

    - No sé que decirte loco.

    Me pasó el porro, fumé, le pedí si me lo podía quedar, dijo que sí pero me pidió una

    seca más y fumó una calada profunda y me lo regaló. Salí de la pieza, cerré la puerta

    y me quedé un momento ahí, parado, pensando que nunca sé qué decir.

    Me quedé pensando porque habré nombrado a la hermana, ¿fui un forro, el futuro

    será mejor, es bueno que activemos? No tengo la más puta idea de nada y eso me

    desespera.

    Charlé muchísimo tiempo con Wil, en un momento lloré, no aguanté, no podía

    disimular que estaba desesperado. Ahogado estaba, me quería ir, ya era una

    paranoia constante; quería volver a tener esa sensación de vivir tranquilo. En ningún

    momento usé esto como estrategia, realmente esperaba que se dé una buena

    negociación, pero siempre con la verdad, sin adornar nada. Terminamos la

    conversación y me aclaró que era consciente que el tiempo era fundamental.

    A la noche hicimos pizzas, la cena fue tranquila, hablamos boludeces, en la

    sobremesa Jonás fue a buscar a la heladera una coca que había comprado a la tarde.

    Camila encendió un porro que tenía en el bolsillo de la camisa blanca. Fumamos y

    todo estuvo piola, en algún momento Jonás habló sobre el llamado que le hizo

    Giorgi y contó la propuesta que había aceptado. Camila lo miró con decepción y

    pena, se mantuvo callada, seguimos escuchando y el gordo nos dijo que se iba esa

    madrugada a las 5, había arreglado todo para ir hasta Entre Ríos tenía un pasaje con

    otra identidad , otro nombre y para cruzar la frontera, se encontraba con un amigo

    de la familia de Giorgi.

    ¿Qué íbamos a decir ante esa noticia, que era un traidor y vendepatria, que no

    aguantaba los trapos con nosotros? Alzamos los vasos, los chocamos y reímos

    deseando una próspera aventura.

    Jonás se fue a preparar sus cosas, nosotros levantamos la mesa y después nos

    tiramos en el sillón del living a fumar más porro. En algún momento, ya había

    perdido la noción del tiempo por completo, la enana puso Trainspotting. Yo no

    conocía lo que estaba viendo, ella puso pausa como 15 veces, hablaba sobre el film,

    deliraba, la asombraba brutalmente esa película. Me copó la peli pero la marihuana

    me tiró la cabeza hacía atrás, y con las piernas a medio colgar, me quedé dormido.

    Lo único que me acuerdo es que abrí los ojos y vi al gordo hablando, ni escuché lo

    que dijo, me abrazó y volví a cerrar los ojos.

    Sonó mi teléfono después del mediodía, me desperté con una paja estrepitosa. Al día

    de hoy aún me gusta despertarme sintiendo el relajo que brinda la marihuana, siento

    que la vida pasa lenta, me da la impresión que soy infinito como el tiempo y la

    pregunta que me hago es la siguiente, ¿por qué vivo corriendo, a dónde me dirijo?

    En fin.

    Estiré la mano a la mesa ratona y pulsé el botón verde, atendí, escuché la voz de Wil.

    Rogué en un pensamiento cerrado que me llame por buenas noticias. Dijo que

    pasaba a visitarnos, insistí que me adelante algo y me dijo que había noticias que no

    eran del todo malas. Me apuró, me avisó que estaba cerca.

    Subió, lo invité a tomar asiento en el sillón y me fui a preparar café y unos panes con

    mermelada, Camila se quedó en el living armando algunos porritos y charlando con

    Wil. Nos sentamos, estábamos expectantes, Camila prendió el primer porro, la

    ansiedad no la dejó ni comer un cacho de pan. Yo me hice dos panes con mermelada

    y me los comí rápido, no sé si era la angustia o la ansiedad, quizás las ganas de

    fumar. La hizo bastante corta el uruguayo

    - Hablé con mi amigo. Hay una propuesta para sacarlos pero si yo estuviera en

    su lugar, no la aceptaría.

    Camila respondió con cierto nerviosismo

    - Hablá loco, por favor. Vamos a aceptar de cualquier forma.

    Wil la miró, la enana le ofreció el porro y lo rechazó, sacó de su pantalón un paquete

    de puchos y encendió uno. Arrancó a contar la propuesta

    - Ustedes juntaron 3 lucas verdes, no?

    interrumpí para decirle que eran 2.600

    - No importa boludo, no hace la diferencia, de última guarden 300 cada uno

    para acomodarse, la propuesta es que con 2, puede hacerlos viajar a países

    que están buscando mano de obra barata.

    Me dio curiosidad todo, no fue una curiosidad buena sino más bien una curiosidad

    amarga. Me sentí un objeto. Quise saber los destinos y que rubros

    - Mirá, capaz que Alemania, Francia, Polonia, Ucrania, todos países

    bombardeados y con altos índices de radioactividad. Y los laburos pueden ser

    desde reconstruir ciudades como ir a sitios a limpiar mierda. No sé, no pintan

    bien esos convenios.

    la enana lo miró a Wil, le sostuvo algunos segundos la mirada antes de empezar a

    hablar

    - Pero esto no es para toda la vida. En algún momento van a mejorar las cosas,

    o yo por mi cuenta, puedo juntar guita y virar para donde crea más

    conveniente.

    - Ahí está el problema, te van a recibir y te van a dar a compartir casa con otras

    personas refugiadas, te van a dar de comer y un dinero ínfimo. Son países

    devastados con intenciones de reconstruirse, pero obviamente China jamás

    les va a poner un mango, así que aprovechan a los refugiados y los hacen

    laburar. Es una mierda.

    Lo escuchaba y lo imaginaba con cierto terror, un futuro arruinado y la fragilidad de

    la vida expuesta. Segundos después también pensé que no era mucho peor de lo que

    estábamos viviendo en Buenos Aires, precisamente lo que nos había tocado de cerca

    experimentar; fue en ese living, en esa conversación que comprendí al cien por cien

    que no había chances de una mejor vida. Así de triste. Luego de pensar, me parece

    que de forma inteligente, hice una pregunta idiota

    - ¿Podemos elegir el destino?

    - No.

    Camila agregó, me dio la sensación que lo hizo para que Wil no se confundiera con

    mi estupidez

    - Wil, no nos importa un carajo el destino. Vamos a hacerlo. ¿A dónde

    transferimos?

    Wil intentó una vez más convencernos que posta era una mierda el plan, peto la

    enana insistió. Fuimos hasta la pieza de la madre de Giorgi, encendimos la pc que

    estaba ahí y activamos un VPN, fue tedioso, hubo que hacer varios movimientos

    fraccionando las cifras y finalmente pudimos encriptar toda la guita en una sola

    cuenta y después enviamos el dinero a destino.

    Lo acompañamos hasta la puerta a Wil, dijo que en 2 días iba a escribir para avisar

    fecha y hora de salida. Lo vimos subirse a su auto e irse, nos quedamos fumados

    contemplando el exterior, Helguera nunca me pareció una gran calle pero siempre

    fue tranquila.

    Subimos, ella propuso comenzar a acomodar el departamento. Fue una tarea

    pausada, con tranquilidad, no porque estuviéramos tranquilos con nuestros

    destinos, sino con la tranquilidad de disfrutar lo último que parecía ser ameno. Es

    difícil de describir. Lo mismo pasó al día siguiente cuando comenzamos, cada cual

    por su lado, a armar nuestras mochilas.

    Camila procuró cuidar los smartlens, la vi dando vueltas y me preguntó varias veces

    si había visto cinta por algún lado, después se asomó a la pieza donde estaba y me

    mostró un rollo de cinta de papel, colocó cinta cuidadosamente donde el plástico

    había quedado frágil a partir del incendio. Los puso en una bolsa, los metió en la

    mochila y a un costado algo de ropa. Después vino a avisarme que ya estaba lista. Yo

    tampoco es que tenía tanto para acomodar, un par de pantalones cortos y varias

    remeras. Si me mandaban a algún lugar donde estuvieran transitando el invierno,

    que era lo más probable por la fecha, no tenía una puta campera para bancar. Me

    lamenté pero no lo compartí con Camila.

    Esperamos pacientes que Wil avisara fecha y hora. En algún momento de esos días

    de espera, estábamos comiendo y la enana dijo que extrañaba a Aylén, se me hizo un

    nudo en la garganta y no me salieron las palabras, agaché la cabeza, dejé a un lado

    el plato y propuse tomar café. Ella propuso fumar. Me di cuenta que para ella era un

    acto de memoria fumar el porro de Aylén, acepté. No solo dije que sí porque me

    gusta fumar, sino también por lo que había entendido unos segundos atrás.

    El llamado llegó, la comunicación fue breve, dijo que revisaramos el mail que dejó

    abierto en la computadora de la madre de Giorgi. Fuimos hasta la habitación y

    revisamos, el correo nos daba la ubicación del encuentro sobre Ruta 8, varios

    kilómetros pasando Pilar, 28 de Febrero, 16 horas, y dos documentos adjuntos. Los

    abrimos, eran permisos de voluntariado de la Cruz Roja. Nos llamábamos Joaquín

    Garrido y Florencia Spuna. Mientras nos mirabamos nos reíamos de esos nombres,

    llegó otro mensaje de Wil preguntando si habíamos ya visto el mail, respondimos

    que sí, nos ordenó que vayamos lo antes posible a Pedro Morán 2946, teníamos que

    buscar unas cosas en esa dirección.

    La casa se venía abajo, hasta creímos tener la certeza de habernos equivocado de

    calle, las ventanas estaban tapadas por chapas oxidadas, la puerta llevaba unos

    pasamanos de madera verde, con algunas manchas de amarillo desteñido por el

    tiempo, despintadas y mal cruzadas, golpeamos, nos atendieron por la ventana

    chiquita de la puerta, vimos unos ojos arrugados que nos miraban intensamente, con

    voz ronca nos preguntó que buscabamos. Nos quedamos como bugueados, pausados,

    no sabíamos muy bien qué responder, ni siquiera sabíamos que estábamos

    buscando. Camila activó y explicó que Wil nos mandó a buscar una cosa, la

    ventanita se cerró bruscamente, pude sentir una brisa pasando por mi cara,

    esperamos un rato, segundos, por debajo de la puerta apareció deslizandose un

    sobre papel madera, lo agarramos, la voz ronca nos dijo que lo abrieramos en el

    departamento de Helguera, antes no. Agradecimos y nos fuimos cagados en las

    patas, más allá que supieran nuestra ubicación por medio de Wil, la secuencia fue

    rara.

    Al llegar al departamento, Camila se desplomó en el sillón, abrió el sobre y comenzó

    a leer. Las primeras páginas eran código e información que no tengo la más puta

    idea que quería decir, la enana siguió chusmeando y me comentó

    - Voy a armar uno, no sé si la banco de cara.

    Dejó a un lado esos papeles, se puso a picar la marihuana y yo me quedé viendo de

    reojo toda esa información indescifrable, armó y cerró el porro con cuidado, lo agitó

    un poco y prendió, fumó y continuó leyendo. Al final del documento había

    indicaciones para ejecutar un software. Me pasó el porro y me colgué fumando.

    Cuando lo comprendió bastante bien, terminó de leer y me pegó una cachetada en la

    nuca, la acción quiso decir algo como "dale pajero, ya sé que hay que hacer". La

    seguí hasta la habitación de la madre de Giorgi, encendió la pc y ví como empezó a

    mover archivos de un lado para el otro, descargó unos software y en un comando de

    tareas comenzó a transcribir parte del código que teníamos en papel. En un

    momento le pasé el porro y mientras pitaba, aproveché para preguntar

    - ¿Qué carajo estás haciendo?

    - Me cojo al estado.

    me reí, estallé de risa, sentí el espaldar de la silla venciendose, flasheaba que mi

    cuerpo se iba hacía el vacío, hacía tiempo que no me reía así.

    - Explicame por favor.

    - Viste los nombres poronga que nos dieron, bueno, los estoy validando y

    generando código de identificación original. Todo este quilombo de código es

    para adulterar el registro de personas y si algún cobani puto nos frena, somos

    personas reales y existimos para el estado.

    - ¿Por qué mierda no nos quedamos entonces?

    - Ah!! ¡Sos muy boludo!

    Me callé y esperé que terminara. Después nos pusimos contra la pared blanca y nos

    fotografiamos, cargó los datos y descargamos una APK de dni, hizo algunas

    modificaciones y algunas horas después teníamos cada uno en su teléfono la nueva

    identidad. Al finalizar, eliminó todo lo que había descargado y restauró al último

    evento la máquina. Luego acomodamos la pieza, la cerramos y la dejamos intacta.

    Todos los meses que vivimos en ese departamento, siempre respetamos muchísimo

    el espacio de la madre de Giorgi. A la noche mientras comíamos unas medialunas

    untadas con atún y mayonesa me comentó que las identidades no iban a perdurar

    mucho, ella creía que para mediados de marzo iba a saltar la ficha que Joaquín

    Garrido y Florencia Spuna no existían, predijo algo peor, que era probable que esos

    nombres pertenecían a nosotros.

    El 28 de febrero a la mañana salimos para Pilar. La noche anterior limpiamos y

    acomodamos todo el departamento. Estábamos llamando el ascensor y le dije a

    Camila que me iba a fijar si faltaba algo, en realidad yo sabía que no faltaba ningún

    detalle por arreglar, simplemente abrí la puerta de la casa, escuché el sonido del

    ascensor, me di vuelta y le hice un gesto para que bajara, antes de irse me recordó

    que cierre bien y tire las llaves por debajo de la puerta. Me tomé mi tiempo para

    colgar mirando el living, el pasillo angosto que conectaba con la cocina, lo observé

    con nostalgia, tuve una presión en el pecho, deseaba llorar; respiré profundamente,

    tiré la puerta contra mí, con la llave dí la dos vueltas hacía la izquierda, me agaché y

    la pasé por debajo.

    El punto de encuentro era sobre ruta 8 km 97.6, justo en el cruce con la 193.

    Llegamos a las dos de la tarde y el calor era abrasador, nos tiramos a los pies de un

    árbol en la parte más profunda de la banquina, nos sacamos las remeras, las

    zapatillas y tratamos de sobrellevar la espera de la mejor forma. Camila abrió la

    mochila y sacó un frasco de mermelada lleno de marihuana, lo expresé de una forma

    convulsionada, a pesar que me encantaba el faso

    - Vos estás mal de la cabeza.

    - ¿Por?

    - ¿Cómo mierda vamos a llevar porro en este viaje, en nuestra situación?

    - Agarrá, después descartalo si no te da el pechito.

    Se largó a reír y sacó otro frasco, vacío, y compartió la mitad, lo guardé en la

    mochila. Me pidió que armara, que había viento y flasheaba que se le iba a volar

    todo, no me pareció el mejor plan, se lo dije pero su respuesta fue cierta, tocó esa

    fibra de sensibilidad justa

    - Boludo, el último porro que fumamos, andá a saber si nos volvemos a

    encontrar.

    - Capaz nos mandan al mismo destino.

    - Mmmm, puede ser, no sé y tampoco me importa, armá por favor.

    Armé, tuve que malabarear un poco, el viento azotaba feroz, pero lo triste que era lo

    caliente del aire. Terminé de enrollar y le cedí el inicio. Me quedé un toque

    mirándola, pensando en lo que había dicho; Nuestro último porro.

    Fumábamos y el tiempo se ponía aún más lento, la espera era agotadora y se me

    ocurrió saber que flasheaba ella, ahí, sentados a la entrada de un pueblo, sabiendo a

    medias lo que venía

    - ¿Te sentís bien, la estás pasando piola?

    Se detuvo a pensar en mi pregunta, luego trastabilló un poco antes de formar una

    respuesta

    - No...creo, no sé, siento que hay que darle para delante. No te sabría decir si es

    peor quedarse o irse a la otra punta del mundo a pasarla mal pero desde hace

    bastantes meses que ya no soy feliz.

    Terminó de hablar y callamos, dejamos que el viento sople y no supimos que más

    agregar, tal vez el ruido de las hojas era suficiente. En un momento cerré los ojos,

    me recosté contra el árbol y me interrumpió para pedirme un tabaco, me pareció

    raro porque nunca la había visto fumar pero se lo armé y no pregunté nada, quise

    mantener como único sonido el viento; y los camiones que pasaban.

    Cuatro menos cinco nos pusimos de pie, caminamos hasta la orilla de la ruta, ahí

    donde están las piedritas, miramos el camino, cuatro en punto frenó una camioneta

    muy vieja, en buen estado, pero al menos tenía 60 años esa Trafic. Se bajó un gordo,

    de la misma edad que la Trafic blanca, cara sonriente y un bigote gris de pelo grueso

    que ocupaba toda la comisura de su boca, se acercó a nosotros y nos extendió la

    mano a cada uno, se presentó como Ricardo, nos abrió la puerta de atrás y tenía dos

    sillones espectaculares, nos invitó a ponernos cómodos y nos pidió que cebemos

    mates. Sugirió que en la medida de lo posible, lo hagamos todo el trayecto. Arrancó

    y puso música a un volumen bajo, yo comencé a cebar los mates. Charlaba. Era

    animado ese gordo. Agarró la ruta 193, bordeó Zárate y empalmó con la ruta 12. Ahí

    le consulté cómo iba a ser el trayecto, contó entusiasmado

    - Seguimos por la 12 hasta llegar a Ceibas, tomamos la 14 y un poco antes de

    Paso de los Libres desviamos por la 117 que nos va a cruzar hasta

    Uruguayana.

    Quedé desconcertado y cuestioné, ahora me doy cuenta que a pesar que fue una

    pregunta, cuestioné lo que había dicho Ricardo

    - ¿Pero no cruzabamos a Salto?

    Ricardo respondió cortante

    - No lo sé, me dijeron que los deje en ese pueblo.

    El tipo respondió cortante, Camila se metió y aclaró que estaba todo bien y que no

    había ningún motivo por el cual discutir.

    Para las 22 o 23 horas ya habíamos recorrido más de 480 kilómetros, el sueño nos

    estaba ganando un poco y nos tiramos en los sillones a dormir, Ricardo avisó que

    faltaban 100 kilómetros, más o menos, para llegar a Paso de los Libres. Nos despertó

    casi llegando a destino, estábamos en una estación de servicio. Bajamos y nos invitó

    a comer unos sandwiches de milanesas. Eran la una de la madrugada y el encuentro

    al otro lado de la frontera era a las cuatro. Al comienzo ese tipo de parajes siempre

    parecen de paso pero cuando te quedás un par de horas, se vuelven lugares

    familiares. Ricardo habló mucho de su vida, contó mil anécdotas pero nunca tocó el

    tema de su trabajo, no le preguntamos nada, él tampoco preguntó porque nos

    estábamos yendo a la mierda. A las tres o tres y media nos volvimos a subir a la

    Trafic y cruzamos hacía Brasil. El control solo pidió los papeles de la camioneta, no

    hubo problemas de ningún tipo.

    Faltando 20 minutos para las 4, estábamos a la salida de Uruguayana sobre la ruta

    brasilera 290, con la camioneta apagada y las luces de posición a un lado del camino,

    Ricardo deslizó un comentario, certero que también nos alivió

    - Vieron que viajamos tranquilos, el problema está en las ciudades.

    no respondimos, no sabíamos ni siquiera como habíamos llegado a ese momento,

    tirados en unos sillones dentro una Trafic en Brasil.

    A las cuatro en punto vimos que nos hicieron luces desde un auto, saludamos al

    chófer e hicimos el cambio de vehículo. Nos sentamos atrás, el tipo ni siquiera nos

    dijo su nombre, solo pidió que no habláramos hasta Porto Alegre.

    La ruta 290, me enteré en ese viaje, pasa casi al frente del aeropuerto de Porto

    Alegre. El tipo estacionó, nos dio dos boletos y dijo que nos acompañaba hasta que

    salieran los vuelos. Bajamos del auto y caminamos por un estacionamiento enorme,

    gris y tosco, el aeropuerto no me gustó, creo que el contexto lo volvía feo.

    Caminamos dentro del aeropuerto aún en silencio, nos detuvimos en las pantallas

    para ver los embarques, ahí Camila intentó preguntar algo y el chabón le apoyó la

    palma de la mano contra la boca, tenía una mano grande, ocupó medio rostro de la

    enana, me pareció aterrador el silencio en esos instantes, ahí quería poder oír algo,

    fue precisamente esa noche que supe que la calma no siempre es buena.

    Mi vuelo salía primero, unos metros antes de ingresar al embarque, el tipo se retrasó

    unos pasos y nos agarró de los hombros, nos frenamos y el conductor explicó

    - Joaquín, tomás un vuelo a Panamá. Te va a recibir un amigo, lo tenés que

    buscar en una cafetería llamada El Viajero, dentro del aeropuerto, lo vas a

    reconocer enseguida, él allá te va a dar el otro boleto para que cruces a

    Europa, en tu destino habrá también alguien esperandote. Los voy a dejar un

    momento solos, suerte.

    Se retiró varios metros y se quedó mirándonos, no nos despegaba la vista, me daba

    miedo ese tipo. La miré a la enana y sacudí los brazos, no tenía ganas de hablar y

    fracamente tampoco sabía que carajo decir, no sabía ni como sentirme, ella se puso

    en puntas de pie, me abrazó y me estalló un beso en la mejilla. Devolví el abrazo y

    me di media vuelta sin mediar palabra, encaré hacía el embarque repitiendo en una

    voz interior, infinidad de veces, "no pensés en nada, chabón".

    Camila después de despedirme fue hacia el conductor, fueron hasta un bar, tomaron

    café, él invitó. El silencio era muy incómodo, Camila flasheó con el depósito de

    Reservoir Dogs y se imaginó ser mañatada por este loco.

    Cuando llegó la hora del embarque, se levantaron de la mesa y la enana encaró de

    una hacia el gate, el chabón la seguía atentamente, unos metros antes ella se detuvo

    y esperó las indicaciones.

    - Florencia vas a Río de Janeiro, ahí te espera una amiga en el único local de

    zapatos que hay dentro del aeropuerto. Tu llegada es a las 10:40, encontrate

    con ella a las 11:20. Suerte.

    Camila caminó hacía el embarque, sentía la mirada penetrante del tipo, había

    pasado la puerta y aún le recorría un escalofrío por la espalda. No quiso darse vuelta

    en ningún momento.

    Al llegar a Río, se bajó del avión, cruzó la manga, presentó la documentación a la

    mujer de traje que se lo pidió, calló los nervios y rápidamente su cabeza se apagó y

    fue Florencia. Salió de ese quilombito burocrático y miró la hora, había llegado con

    algo de demora por el aterrizaje, eran las 10:57. Se acercó a un seguridad y preguntó

    dónde podía fumar, le indicaron un patio interno que se encontraba cerca.

    El patio estaba poco poblado en esos momentos, los bancos eran de madera, un

    hermoso color brillante, bien barnizados, los canteros rodeaban los bancos y por

    detrás unas plantas altísimas, todo era verde y combinaba de forma armoniosa el

    lugar. Caminó por los pequeños senderos y encontró una serie de bancos sin gente.

    Eligió el banco bajo una palmera, la sombra era especial, el suelo era de piedra y las

    paredes que formaban los canteros de un gris claro, un bello lugar. Sacó el tabaco

    que yo le había regalado sobre Ruta 8, lo prendió y caló con profundidad, cuando

    exhaló largó una bocanada de aire denso. Cayeron algunas lágrimas acompañando el

    momento. Con los ojos hinchados, abrió la mochila para sacar un pañuelo, también

    pensaba en armarse un churrito y fumar ahí, todo parecía en calma, entre las cosas

    vio los Smartlens y revisó que estuvieran bien. Los iba a guardar pero un impulso la

    llevó a colocarse los lentes, no los prendió, miraba el patio a través de ese

    polarizado. Después de unos minutos lo encendió, le ganó la manija y en el menú

    eligió la opción de recorrido, seleccionó el año 2023. Caminó un poco por su barrio,

    vio su casa en pie e imaginó que por aquella época vivía su madre allí y era una

    universitaria con algunos sueños. Caminó por Belgrano, pasó por el bar donde

    trabajaba, al recordarnos lagrimeó un poco, siguió por Echeverría y se frenó frente a

    Burton y vio la vereda con dos coches a medio armar, era un taller mecánico en 2023,

    pero modificó con su imaginación esos autos en mesas y sonrió pensando en la

    cantidad de noches que pasamos ahí hablando pelotudeces. Luego saltó a Villa del

    Parque, el edificio donde vivía Giorgi aún no existía, era un estacionamiento, sin

    embargo la enana alzó la mirada igual y trató de flashear donde sería el piso 11.

    Apagó el aparato, sin más, ella se había agotado por completo, se dió cuenta de

    muchas cosas mientras alzaba la cabeza para mirar un cielo que ya no existía e

    imaginaba un lugar al cual no pertenecía.

    Guardó los Smartlens en la mochila, destapó el frasco y agarró un coco grande, trató

    de disimularlo y armó sin sacar mucho las manos del interior de la mochila.

    Encendió el porro y fumó varias secas intensas, se baboseó el dedo índice y lo apagó.

    Se levantó, miró hacía ambos lados y se colgó la mochila, el patio permanecía en

    tranquilidad.

    Miró la hora en el teléfono y eran las 11:45, caminó fumada disfrutando de ese patio,

    la flasheaba con las plantas y el verde era muy intenso, muy nítido lo percibía.

    Camila buscó con la mirada algún cartel que indicase una salida, cuando lo vio

    encaró, caminó con un paso decidido hacia esas puertas corredizas, cruzó, sus pies

    sintieron esa alfombrita que simboliza al aire fresco, se perdió en la inmensidad de

    la ciudad.

    Bruchi

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