...
Más turbas.
Podría haber procesiones para todos los gustos.
Quienes sacaran a hombros el escudo de su equipo deportivo. Quienes alabaran en cuadrilla a su escritor favorito. Otros elevando al cielo a una cantante. Así podrían hacer con actrices, tertulianos, fontaneros, maestros de escuela, labriegos, toreros (esto último ya lo hacen).
Procesionar a un premio Nobel o a todos los que resulten cada año. Eso sería notable.
Una talla gloriosa de Trump. Putin ¡Que lo baile! O un Netanyahu, entre faroles, azotando a un palestino: sería memorable.
Ayuso, Aznar, M., Feijóo y el padre Fraga y el abuelo Franco en un paso solemne bajo la advocación de cristo Rey. ¡Tendría hoy tantos fieles!
Una Semana Santa al mes no sería suficiente.
Yo, por mi parte, no podría hacer ese alarde: Carl Sagan, Isaac Asimov, Fernando Fernán Gómez, Julio Anguita, Rosendo Mercado, Diógenes, mi hermano Kike, mis queridos David y Carlos, ella y el chaval, podrían entrar en ese encuadre, sin duda; pero es que no veo yo eso de pasear en público callejeo las devociones, como algo digno de ser, de hacerse, de suceder. Más me parece postureo, aunque sea sincero, que un honesto decir al mundo:
'El mundo que quiere Carl Sagan, es el mundo que yo quiero'.
((Pongo al comunicador científico (Sagan) como ejemplo de mi devoción, pero valdría cualquiera de los mentados en mi particular relación)).
Mis procesiones van por donde deberían ir todas.
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