Perdón si estoy de nuevo acá

La última vez que la busqué en su casa, tenía una visita a su lado. No la reconocí. Se parecía a mí. La abrazaba como yo. Tenía la cercanía a la que solo yo había accedido. La miré, y me miré, estaba claro: era yo, años antes. Pero no volvería a ser yo. 

Quizás lo que más me atormenta es que todavía no puedo borrar su sombra de mis paredes. Y ya nunca volveré a dejar la mía, porque las suyas no existen más. Mudó su corazón lejos de mí. 

Tuve toda la intención de contar cuántas veces volví al inicio. No sé si me perdí en el camino, si fue muy duro volver, si todavía no hay un número para esa cantidad o si nunca me fui. No sé. Pero la cuenta no la tengo clara.

Siempre con la cabeza abajo, la música me la dedicó ella. Pero la canté yo: Perdón si estoy de nuevo acá. Sé que preguntó de nuevo por mí. Pero no a mí. Nunca más a mí. Creo que aprendí a amarla antes que a escribir, y ahora esa es la condena. El tesoro nunca fue ella ni yo. El tesoro éramos nosotras. Un nosotras que no se puede disolver porque no resurgió jamás. El tesoro era yo bajo su mirada, cuando todavía sus ojos me creían valiosa.

Me gusta estar acá porque me gusto a su lado, tengo otra piel. Y ella es la cicatriz que nunca voy a maquillar. Su herida es la prueba que mantengo con vida. Porque lo que ahora es polvo, alguna vez existió. Aunque no vuelva a preguntar por mí. A veces tengo que caer en la duda: ¿es posible que te rompa el corazón uno que nunca fue tuyo? Pero me miento, quiero confiar en que miento. Porque fue mío. Yo lo robé. 

Ojalá no, pero creo que voy a quedarme siempre acá. Cuidandola de la derrota, cuidándola de mí. Y mi amor permanecerá átono hasta que decida volver a mis brazos que no se dejan vencer, esperando el día que se encuentren con los suyos. Si esto tuviese un final, ya habría acabado. Vagaré perpetua en el silencio ciego. Sin saber nada de ella, solo queriéndola.

El Tesoro, Él Mató a un Policía Motorizado.