Tenés que amar lo lejano.
Cuando el sentimiento muere en la medianoche
en una esquina desolada
de una calle desconocida e inexistente
(que en realidad son todas las calles)
tenés el derecho, como decía Kafka,
de asomarte y mirar
un rato
pero para amar lo lejano
tenés que dar un paso adelante
y después otro
cruzando la geometría imposible del tiempo y el espacio
donde conviven la noche y el día
más bien,
donde se miran la noche y el día
en veredas opuestas
Tenés que caminar entre personas desconocidas
como si fueras parte
porque yo soy vos sos yo soy vos
a través de jardines hermosos y ajenos.
Tenés que amar lo lejano
porque la materia lo inmediato lo nuevo lo tangible
es engañoso
y bello
El sentimiento quema tanto cuando arde como cuando se extingue
aunque te estés congelando
aunque saltes de un mundo a otro
infinitas veces
el recuerdo perdura
y los recuerdos son cercanos y lejanos
así que podés amarlos
pero con cuidado
porque un recuerdo puede ser la vida
y otro la muerte
y a veces tardás en darte cuenta
cuál es cuál
Tenés que amar lo lejano
porque si no te hundís como un bloque de cemento
o un ataúd siendo enterrado
y volvés (siempre volvés) a la superficie con cicatrices negras en las venas
(¿aunque quién no es un mapa de cicatrices?)
pieles jeroglíficas
caracteres en los poros
dibujos en los pliegues.
Tenés que amar lo lejano
pero mientras caminás hacia lo lejano
horizonte utopía
amanecer y ocaso de un sueño
o quizás una de tus primeras memorias
no te pierdas,
porque en el medio
ah la dicha ah el abismo
ah el placer ah el tormento
ah el calor ah lo gélido
ah las delicias ah los suplicios
de haber amado.
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