El suave roce de tu mano,
que con solo un leve contacto,
pone a temblar cada minúscula
parte de mi cuerpo.
Tu risa que retumba en mis oídos,
con el sonido navegando hasta llegar
a mi pecho, llenándome de vida.
La delicada sonrisa que yace en tu rostro,
con una pizca de ironía.
Cada pequeño gesto de tu nariz que
amenaza mi concentración en la
conversación.
Tu palma de la mano unida a la mía,
como si fuéramos uno en la corriente
del mar incierto.
Solo en vos encuentro paz.
Aquella que,
incluso en mis mayores días de gloria,
había sido una tarea imposible.
Mis problemas se reducen con tan solo verte.
Mis días llenos de grises,
se convirtieron en la paleta de marrones
que adornan tus dulces ojos.
Dulce amor invernal,
¿podrías abrigarme con tus reconfortantes
brazos y llevarme al paraíso de los sueños?
Mi corazón lleva escrito tu nombre con tinta.
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