la distancia
que arcaicamente
nos arrastra
tan lejos
a la orilla
de la separación
entre el hombre
primitivo
y el borde del orbe
la naturaleza promulga
un designio
tus manos son glaciares
que se ofrecen
que me alzan
y me despliegan
sobre espacios
tan lejos de vos
mediodías impasibles
cuando ya viste el final
y volviste
sin decir nada
surgís
en grietas húmedas
en templos caídos
la historia de la humanidad es un eco en tus ojos
es julio
y su ausencia
estacional:
los días te tragan
glutinoso
y peculiar
por la noche
te dejas llevar
por una corriente elocuente
reveladora
que se enciende
como se enciende
la temporada luminosa
del año
tanto tiempo después
en el firmamento
distinguí las mismas constelaciones
en el invierno submarino
que interceptó una cuarentena
el perdido primer yule:
había canto
y bastaba la esperanza
desparramada
en soles de melaza
durmiente y despierta
esperé la alborada
los deglutí dándole la espalda
al espíritu del norte
será la cólera
su venganza
te sueño
como un dios
que no responde
mirándote
creyente
quebrándote en silencio
deidad
mitad musgo
mitad barroca
corriendo descalza
entre códices rotos
en el borde
de la fé
mi corazón devoto
sostiene las lágrimas
de la luna desbordada
sostiene mi sangre
una ofrenda que nadie defiende
algo oculto
en su presencia
libera
la ruina
un secreto
es siempre
confesional
susurra
el libro
de las sombras
yo, que siempre
estoy
conteniendo
secretos
míos, tuyos
historias
mías y tuyas
reverberaciones
de mitología propia
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