madrugadas

y dentro de un silencio ensordecedor me encuentro entre un espejo y yo misma, puesto que representa lo mucho que me odio, lo veo, miro a través de sus ojos, me reposo en su pecho, suspiro. Me mantengo estática, acorde, no puedo decir mucho, pero mi corazón explota de cosas por decir, de suplicar la reciprocidad de una mirada con ternura, con la particularidad de un cierto desconcierto de alguien que no comprende muy bien qué es lo que pasa. Le sonrío y me tapo los ojos, me envuelvo entre sábanas desacomodadas, tiene una cierta mueca que me retuerce por dentro, me quiero fundir dentro suyo, me quiero desaparecer de su vida y no puedo, no puedo dejar de mirarlo con ternura, no puedo no escucharlo, no querer dormir en sus brazos, no quiero y no puedo. Sé que no es conveniente y que pronto tendré que volver a disiparme entre muchedumbres ajenas a su conocimiento, sé que no perdurará con el tiempo y también sé que nunca va a ser lo correcto, pero quisiera solamente ser capaz de disfrutar un ratito el tenerlo presente. me tiene de manera perpetua, constante, me tiene y no quiero a nadie más.