Hay un divague necesario a la hora de descansar el intelecto. La necesidad de desvincularse de obligaciones y proyectos propios para nutrirlos de obsesiones, imágenes y sonidos ajenos que profundicen nuestros conceptos estéticos. Hace falta, también, apagar el cerebro y empaparse de vagancia para retomar el interés en lo que hacemos. Detener el cuerpo para no colapsar ante la auto exigencia y apropiarse del ocio como elemento productivo.
En este mundo moderno, acelerado, productivista y peligrosamente demandante, el ocio ha sido víctima de una demonización sistemática. Nos han hecho creer que el tiempo que no dedicamos a generar algún tipo de bien para propios o ajenos se convierte, automáticamente, en tiempo perdido. Nada más lejano a la realidad.
El tiempo libre, como el consumo cultural, es un recurso extraordinario cuando la creatividad nos abandona temporalmente y nos expone ante las limitaciones de la hoja en blanco. Buscar nuevos espacios, fomentar la capacidad de asombro e inspirar a la emotividad en situaciones que solo se suceden fuera de la rutina es un factor imprescindible para quienes elegimos trabajar desde la abstracción. Una forma maravillosa de encontrarse con la idea antes de la acción.
Es un absurdo pensar en construir desde la imagen sin exponerse a cuadros y películas o canciones sin la escucha desprejuiciada. Más difícil aún es contar historias cuando no se sale a la calle a observar -y escuchar- a la gente. La atención es una herramienta para comprender el mundo. Una forma de detenerse sobre la anatomía de un instante significativo que permita disparar una estructura narrativa para terminar siendo escena, imagen o canción. Es militarse como parte de una sinergia en común de la que se participa, aún sin saberlo.
Hacé el ejercicio de recordar lo que te marcó para hacer lo que hacés. Los motivos que te trajeron hasta el lugar que hoy ocupas como artista. Recordá que esto, además de una forma de vida y un juego, también es una pasión compuesta de influencias. Repleta de anclas emocionales, como la primera vez que viste Volver al Futuro o escuchaste Piano Bar de Charly García. Experiencias transformadoras que atravesamos para conformar una identidad y una cultura en común. Una vida acopiando conceptos para darle forma a la carga histórica de una obra propia y nueva en el mundo.
Esto que hacemos. Componer, escribir, pintar, ilustrar, filmar, actuar o lo que sea que nos identifique como artistas es imposible de hacer sin oficio, pero también lo es cuando la cabeza se sobrecarga. Necesitamos la diversión, la atención despierta y el instinto funcionando para detectar estímulos y motivaciones. Necesitamos la antena libre de interferencias para identificar las frecuencias que nos comuniquen con el resto. Entender que lo que hacemos no es tan importante pero que, cuando menos lo esperamos, es capaz de transformar el mundo.
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