Es lunes por la mañana y comienzo la semana con un café bien cargado para despertar del ensueño que te dejan los fines de semana. Durante toda la noche me mantuvo con insomnio una idea que revoloteaba en mi cabeza, la cual quería comenzar a escribir de manera inmediata pero decidí que seria mejor no desvelarme para aprovechar al máximo las horas de luz.
Pasos lentos hasta llegar a mi escritorio, prendo la notebook y miro por la ventana, en el cielo todavía brilla alguna que otra estrella, me acomodó en la silla que, por cierto es algo incómoda pero de igual manera las ideas salen por la punta de mis dedos asemejandose a un pianista que toca su mejor melodía. En un instante la realidad me saluda y mi maquina se tilda como de costumbre, cuando eso sucede la reinicio para continuar hasta donde había escrito, si es que todavía las oraciones siguen la melodía y de no ser así postergo la escritura para otro día.
Diferente día, mismo ritual solo que mas tarde esta vez. Café amargo, enciendo la notebook y vuelvo sobre las líneas que me dejaron inquieta. Me quedo por unos minutos con la mente en blanco observando el cursor, sin saber si el me espera a mi o yo a él. Leo y releo una y otra vez dándome cuenta que el texto ya no es el mismo; sino que sufrió una transformación. Borrón y cuenta nueva, a comenzar de cero, y antes de que mis dedos se apoyaran en el teclado pensé en todas aquellas veces que queremos arrancar de nuevo algo que esta trillado, o esas veces que queremos dar segundas y hasta terceras oportunidades, pero no me extenderé sobre este tema ya que hace años la soledad me abraza y se hizo mi compañera por decisión propia; pero de lo que si estoy acreditada a hablar es sobre estas transformaciones necesarias que algunas veces se dan de manera voluntaria por un sentir interior; y otras veces excede a nuestra decisión. En ambos escenarios se pone en marcha un dinamismo que te lleva a otro estado, y hablando de eso les cuento que lo estático jamás fue lo mío, necesito estar en constante movimiento, mi imaginación debe fluctuar, subir y bajar, expandirse como el universo y mi cuerpo debe acompañar eso. El estancamiento me aburre, y si me aburre lo abandono, y eso mismo me ocurrió en el matrimonio, pero no hablaré de eso ahora porque es cuento de otro texto que ahora no viene al caso.
Soy curiosa por naturaleza, y eso tiene sus ventajas. Generalmente las personas cuando se vuelven adultas matan su lado infantil; dando vida a un ser estático que fue programado para buscar la estabilidad por encima de la felicidad, objetivo que jamás fue mi meta. Mi lema siempre fue ésta frase que la leí en algún libro olvidado, “lo que incomoda te acomoda”. Te acomoda la vida, las ideas, los vínculos y hasta las desiciones más triviales.
La niña que reside en mi se cayó un sinfín de veces hasta comprenderlo. A partir de allí, abrió las puerta para ir a jugar todos los días. Inquieta, impredecible e irreverente, sin miedo a absolutamente nada, curiosa cien por ciento. Sabe que en el patio de la vida las posibilidades son variadas, que los compañeros de juego pueden ser nuevos o los mismos de siempre y eso la intriga. Sabe que aunque juegue sola o acompañada siempre será una oportunidad para aprender cosas nuevas. Carente de sentido común y manejándose con la lógica de los niños, avanza sin temor a nada, dejándose llevar por lo que siente, con ansias de que lo novedoso le toque la espalda y la tome por sorpresa.
Dispuesta a caer y volver a levantarse las veces que sea necesario porque entendió que la vida la pondrá mil veces de rodillas y mil veces mas deberá ponerse de pie. Niña rebelde que me toma mi mano para mostrárme el camino indicado, así fue y así será siempre que me pierda en los rincones de mi adultez.
Muchas veces me desafía a caminar por vertiginosas situaciones, sabiendo de ante mano que tomará atajos que me llevaran al limite de mis emociones, pero que al final del camino me sujetara fuerte de las manos, trayéndome nuevamente desde el borde de cualquier precipicio, solo para recordarme que “el momento” es hoy en un ahora continuo. Canta y baila en el vaivén de la vida coloreando cada instante de un color distinto haciendo que las tonalidades sean estridentes y sombrías, yendo desde el claro al oscuro en un segundo y con eso aprendió que algunas veces toca tener todo y otras veces nada. Corazón agitado el de esa niña soñadora, que necesita siempre un golpe de emociones todos juntos y al compas, como un dibujo de electrocardiograma sus pulsaciones deben estar a mil sino ni vale la pena, buscando todo lo que este en consonancia.
Ella siempre dominara la situación cada vez que la mujer adulta quiera dar coherencia, vendando sus ojos la hará caminar por cornisas; no solo para recordarle de que madera esta hecha, sino también para mostrarle que la seguridad es solo una falsa percepción, que la importancia de un hoy es imperativo porque tal vez no exista un mañana ni mucho menos un después. Que los verbos amar, jugar, cantar, llorar, reír y arriesgar deben ser siempre en tiempo presente, ni pasado ni futuro. presente. Siempre habla por mi, nunca calla. Indomable por naturaleza, como potrillo salvaje con su galope al viento. El día que su curiosidad se acalle por completo me habré dado cuenta de mi muerte repentina. Ese día me abran pasado las estaciones todas juntas de un soplido. Abre envejecido rápidamente en un instante lo que no hice en décadas. Solo de esa manera mis arrugas serán visibles. Así que niña mía, nunca dejes de abrir la puerta de la curiosidad que te insita a asomar la nariz para salir a jugar, con tu irreverencia tan característica, tu informalidad tan presente y ese corazón soñador y benevolente, con tu genio irremediable y tus aires de grandeza, con tus ojitos de inocencia y tu toque de picardia.

Tinta_bravaa
Popurrí de textos olvidados en algún rincón, recortes de mi vida. Lineas escritas en mi diario intimo de adolescente, en hojas de carpetas, en archivos de word.
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