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    La tía Sonsoles

    Apr 24, 2025

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    La tía Sonsoles
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    Esa mañana de invierno Laia despertó con la fragancia intensa y familiar que venía desde la cocina. 

    Estaba segura, ese era el olor de la leche caliente con cascarilla de cacao tostado. Salió de la cama y como persiguiendo el perfume, llegó al lugar donde solo había unos pocos muebles, silencio, fogones apagados y ni rastro de leche o cacao. Decepcionada, se sentó en una de las sillas rojas y por una pequeña ventana pudo ver como caía la lluvia. Pero su sentido del olfato insistía en guardar esa esencia. 

    Entonces como Dorothy, se viò envuelta en un huracán, pero no llegó al camino amarillo que la llevaría hasta Ciudad Esmeralda, en busca del mago de Oz, sino hasta un lugar real, que ella conocía muy bien. El lugar donde podía volver a tener seis años. 

    Sonsoles era su tía abuela. Dulce, cariñosa, frágil, delicada, el cabello blanco siempre sostenido por un par de peinetas. Sus pestañas, seguían siendo rubias y rizadas y daban marco especial a un par de ojos azul profundo. Esto hacía que Laia creyera que ese era el motivo del origen de su nombre, se repetía para sí, “ los ojos de la tía son soles ”. 

    Sabía que cada visita, indefectiblemente traía aparejada el mal trago de la merienda, pero no le importaba, porque su “sacrificio infantil ” bien valía la pena. No le gustaba la leche, mucho menos con esas cascarillas. Pero ¿alguien podía negarse a saborear el brebaje humeante del tazón de loza que te habían servido con amor esas manos pequeñas, tan suaves como delicadas ?. Cada vez la veía preparar todo con suma dedicación y por eso jamás hubiese rechazado esa taza de sentimientos. Sí, de sentimientos. Pensar que el líquido blanco donde habían navegado esos trozos tostados, como barquillos en medio de un maremoto llevaban la impronta de la bondad infinita de su tía, la hacía apretar los dientes y tragarlo sorbo a sorbo, mientras que claro está, había largos intervalos de una cuchara danzando dentro del recipiente. 

    Sonsoles era la hermana mayor de su abuela, esa abuela que no conoció, la que nunca siquiera pudo soñarla, porque había muerto muy joven, la que la miraba desde una foto color sepia, colocada sobre una prolija carpeta tejida que abrigaba el mármol de la mesita de luz y a la que nunca le faltaba una flor. 

    La tía la llevaba de la mano hasta allí como si fuesen a entrar en un lugar mágico. La habitación siempre olía a jabón con hierbas, a pulcritud, a bosque fresco. Tomaba la imagen y la besaba y luego le indicaba que hiciera lo mismo. Sus ojos azules eran mas parecidos al mar que nunca. Laia podía ver cómo se le encharcaban de agüita salada y cuando la abrazaba fuerte, podía sentir los latidos de su corazón y escuchaba como estos le decían lo mucho que había querido a esa hermana, cuanto la extrañaba y que esa era la razón de que ella fuera su pequeño tesoro. 

    Es que Sonsoles , hablaba así, con el corazón . Su boca jamás había emitido palabra alguna, tampoco sus oídos habían escuchado el ruido del mundo y su alma pura no sabía de la furia que rodaba como moneda corriente. 

    Era la mayor de ocho hermanos. Cuando su madre la esperaba, un dìa, al alba vio alejarse a lomo de caballos a su esposo y la peonada, era una nueva jornada de trabajo en el campo. Nunca imaginó que ese no sería un dìa cualquiera . Enseguida escuchó como se golpeaba uno de los pesados postigos de madera contra la ventana, pensó que era el viento, pero cuando se acercó para cerrarlo se espantó. Al otro lado del cristal un hombre con ojos desorbitados la miraba. Un grito se le anudó en la garganta y solo pudo atrancar la puerta como pudo, arrastrando una mesa . El pelo desgreñado y sucio y una barba oscura cubrían casi toda la cara de ese hombre que iba de ventana en ventana , diciendo cosas sin sentido, repitiendo palabras y gestos obscenos, haciendo sonar fuerte su risa sin dientes y desenfrenada. Magda, invadida por el miedo y la desesperación, pudo tomar el rifle que estaba colgado en la pared,  se lo apoyó sobre el hombro y gatilló. Ese estampido debe haber sido lo último que él bebé que dormía dentro de su vientre pudo haber escuchado. Y el estruendo, fue lo que repicó en el monte y llegó hasta los oídos de los hombres que aún no habían comenzado a faenar. Regresaron a toda prisa, era evidente que algo sucedía en la casa y no podía ser nada bueno. 

    Esteban entró en la casa y encontró a su mujer en el suelo, casi sin sentido , temblando y acunando a esa criatura que resguardaba dentro suyo. Se organizó una partida, pero los hombres solo pudieron ver como a lo lejos y corriendo como un animal herido se alejaba una figura humana cubierta con harapos. 

    Una bala quedó para siempre encapsulada en el marco de madera de una de las ventanas. 

    Y un par de meses después nació una niña hermosa, que nunca pudo oír ni hablar. 

    Hubo viajes y pasaron especialistas, profesionales de renombre que nunca supieron identificar la causa por la que esa criatura angelada permanecería alejada del sonido y en silencio por el resto de sus días. 

     Magda y Esteban no olvidaron el terror de aquella mañana. 

    Un pájaro que golpeó con sus alas el cristal de la ventana sacó de su casi sueño a Laia.  

    Ya no llovía. El vaho le permitió dibujar un corazón en el vidrio. Apoyó su mano sobre él y manifestó “ Es tu palabra tía Sonsoles ”. 

    Ya era hora de ir a trabajar, entonces se vistió y salió. Por el camino, por primera vez se dio cuenta, de que ese, en su infancia había sido el primer paso. Fue ella la que me trajo hasta aquí, pensó. 

    Es que su tarea era acercar el arte , lo utilizaba como herramienta para que niñas y niños pudiesen gestionar sus emociones , se comunicaran y pusieran palabras donde hasta entonces no las encontraban . 

    Cuando llegó al instituto , la esperaba la directora y antes de que pudiesen decir nada, alguien tironeó suavemente su sweater, se dio vuelta y encontró una sonrisa preciosa en la carita de una pequeña de ojos azules. 

    Riendo la mujer, dijo, Pero ¡qué bueno!, ¡se adelantó a que te la presentara ! ella es Xiana, tiene tres años y un trastorno sensorial no le permite escuchar sonidos y le dificulta el desarrollo del habla. A partir de hoy, estará en tu grupo. 

    Laia con los ojos húmedos , acarició esa rubia cabecita y pensó  

    “ Tía Sonsoles, lo hiciste una vez más. Prometo tomarme todo el tazón de tu leche con cascarilla de cacao tostado”. 

    Miriam Rodriguez Roa

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