La puerta de Tanhausser.

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¿No nos da vergüenza?

Comparados con cualquier otro ser vivo, salimos perdiendo en la mayoría de los aspectos. Acaso somos mejores haciendo catedrales y llegando a la Luna —arte y tecnología—, pero poco más. No somos los más rápidos, ni los más fuertes, ni los más resistentes, ni los más trabajadores —¡menos mal!—, ni volamos sin aparataje ni nos sumergimos en los mares abisales. Un tardígrado sí que es un ser trascendente.

Nosotros somos lo más parecido al cáncer. El plan de crecer sin límite no es más que un proceso autodestructivo.

Me pregunto cómo sería una OGU (Organización de Galaxias Unidas):

Menos que Andorra en la ONU sería la Tierra, y, además, me temo, los representantes terrestres —unos de los más hábiles engañabobos entre la humanidad— serían despreciados por el resto debido a su irrelevancia intelectual y propositiva.

Creo que ni así nos daríamos por enterados de la inutilidad de nuestra especie. No aceptaríamos la comparación y decidiríamos que todo lo que se pudiera decir al respecto de nuestra insignificancia y mediocridad no sería más que una conspiración andrómedo-masónica debida a un contubernio antiterrestre, fruto de una injustificable y pérfida inquina intergaláctica.

Y seguiríamos convencidos de que Dios hizo la Tierra como centro paradisíaco incomparable, y en ella a la humanidad como ser a su imagen, semejanza y predilección. ¡No esos lidúrgicos de más allá de Orión con sus siete orejas! ¡¿Qué pintas son esas?!

Y, luego a luego, los demás se olvidarían de que existimos.

¿O eso ya sucedió?

En fin...