—Si algún día me canso y pienso en rendirme, quiero que seas vos quien lo haga. —Mencionó.
—¿Hacer qué cosa, cielo? —Tardó unos segundos en contestar.
—Quiero que seas quien separe mi cabeza de mi cuello, quiero que tengas el poder absoluto sobre mi vida. —Sonreí, ella acostumbra a decir esas cosas, tenemos una relación un poco... "peculiar".
—Está bien, mi vida, ya sabes bien que tu vida me pertenece... —Ella me interrumpió.
—Hablo en serio, si algún día quiero morir, quiero que sea en tus brazos, quiero descansar sin culpa si me muero, aunque quizás eso te haga sentir peor... —Se quedó callada repentinamente, como si estuviera pensando en los actos de aquello que acababa de mencionar.
—¿Te sientes... bien? —Por obvias razones, me preocupé.
—Quiero que la persona que me salvó una vez, me salve otra vez, o morir y no volver a serle una molestia.
—Nunca eres una molestia, lo sabes, ¿no? Porque si no lo sabes, quiero que lo tengas presente. —Ella solo asintió. —No voy a dejarte caer de nuevo, no importa cuánto me cueste, vamos a trabajar todo lo que tengamos que trabajar, voy a acompañarte en todo, cielo, no vas a volver a sentirte sola, porque no vas a estarlo.
—¿Prometés no dejarme nunca?
—Nunca, jamás.
Los meses pasaron y olvidé por completo aquella charla, hasta que, un día, la encontré tirada en el piso del baño, sangre por montones caía por sus brazos, me asusté como jamás antes, ¿realmente estaba pensando en abandonarme?
—Y-yo... lo siento, ya no podía más... —Salí de la habitación y llamé a urgencias, una vez que me aseguré que vinieran en camino, entre lágrimas, volví a entrar, la ayudé a sanar y contener las heridas, pero no era la única razón por la que estaba débil.
Un silencio abrumador me entumeció, pero su voz quebrada me devolvió a la realidad.
—M-e odio. —Si en algún momento hubiese logrado apaciguar un poco a mi mente, escucharla decir eso hubiese logrado que volviera a quebrar en llanto.
—Y yo te amo. —Mi voz fue casi incomprensible, estaba demasiado asustada como para poder hablar de una manera correcta.
—¿Soy egoísta? Si muriese hoy, ¿me seguirías amando? ¿Seguirías orgullosa de mí? —Sentimientos egoístas me abrumaron. "¿Cómo puede estar esperando que sea dulce con ella en una situación así? ¿Cómo puede estar haciéndome esto a mí? ¿Por qué está pidiendo mi piedad después de hacerme esto?". Su voz quebrándose en llanto me reintegró.
—Lo siento mucho, en serio no estaba pensando. —Detesto oírla llorar, me abalancé sobre ella y la abracé.
—Estoy feliz de que sigas conmigo en este momento, lamento no haber podido ayudar antes, cielito mío. —Mi mano movió su flequillo y simplemente la miré, buscando que el contacto visual la calmara un poco.
Debido a la cantidad de pastillas que había consumido, terminó vomitando antes de que una ambulancia llegase, pero cuando esta apenas llegó, se la llevaron, y no supe de ella durante uno o dos días, donde sea que estuviera no podía comunicarse conmigo, y yo tampoco estaba preparada. Seguía en un estado de shock del cual sería difícil devolverme, esos días no comí en lo absoluto, y prácticamente viví ese interminable infierno como un espectador, como si no fuese yo quien estaba viviendo eso. Atravesé una de las semanas más fuertes de mi vida apenas volvió a casa, no quería verla, y ella se sentía demasiado culpable como para hacer algo al respecto. Una de esas mañanas, un miércoles en concreto, me dejó mi desayuno favorito preparado junto con una nota.
"Estoy fuera, prometo volver antes de la hora de almorzar". Me volví a quebrar leyéndola, no quiero que esté lejos, no quiero que le pase nada. Al volver a casa, se puso a cocinar mi comida favorita, conociéndola, es su forma de pedir perdón con actos, al verla no pude evitarlo y me acerqué por detrás suyo con mucho cuidado, mis manos rodearon su cintura y la abracé lo más fuerte que pude, quebrando en llanto otra vez.
—Creí que te iba a perder. —Escuché como empezó a llorar mientras su respiración se agitaba.
—De verdad lo siento. —Me contestó sin siquiera mirarme.
—Estás aquí ahora. —Ella se dio vuelta y me devolvió el abrazo.
—Y te prometo jamás volver a intentar irme. —Aquel abrazo acompañado de sus lágrimas me dejó marcada por siempre.
Our picks
Start writing today on quaderno
We value quality, authenticity and diversity of voices.
Comments
There are no comments yet, be the first!
You must be logged in to comment
Log in