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    la espalda de Dulcinea

    néllie

    May 14, 2025

    78
    la espalda de Dulcinea
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    Esta noche me arropa un hombre risueño, no por costumbre, sino para hacer más cálidos mis sueños.

    Dormí como quien lleva días de desvelo, pero lejos de eso, lo hago para escapar de las pesadillas vívidas que estoy teniendo bajo mi propio velo.

    En el sueño aparezco desparramada por un baño con pequeñas piezas de arquitectura de muchos por los que he pasado, y donde veo mi reflejo en tercera persona, reconociéndolo y compadeciéndolo.

    Luego de eso, se me dio a decidir entre ducharme o secar las canillas, y de ingenua volví a ducharme entre esas aguas estancadas de días anteriores por rehusarme a cambiar de rejilla.

    Me encuentro bajo cientos de telarañas en el techo, donde la única atrapada es la araña, mientras sus respectivas presas solo vuelan a milímetros de esas trampas.

    Era de esas con piernas largas y finas que le permiten correr cuánto quiera, y solo notás cuando pone a estas mismas en función.

    La observé luego de hacerla caer con un plumero, y esta comenzó a caminar por mi pierna proclamándome Dulcinea olvidada.

    Caminaba lento y rengo por la agresiva caricia del plumero, y se detuvo antes de llegar a la cadera, por supongo yo no saber cuál de ambas curvas elegir.

    Y así se mantuvo. Me quedé mirándola temblar sobre mi pierna, como si cada paso contara un secreto que me dolía recordar. No me asustaba, he dormido con bestias acariciando sus pelajes que solían ser más suaves que algunas promesas.

    La dejé caminar como dejo que me nombre quien no sabe ni pronunciarme; de los que se meten bajo la piel como astillas invisibles, y una se acostumbra a sangrar sin hacer escándalo.

    Miento. Me quise hacer la fuerte, pero no me salió.

    Pensé en matarla, en sacudirla con rabia; pero cuando bajé la vista descubrí que sus patas eran las mías, que sus hilos salían de mi pecho,

    que la telaraña no era cárcel, era espejo.

    En pleno eclipse del alma boquiabierta quedé, donde ella entró en mí y utilizó mi garganta como nicho.

    Me dejó apenas un suspiro en el bolsillo; una brisa rota entre costillas viejas, y de la desesperación desperté caída de mi cama al filo de un grito sencillo, llena de comezón y sin poder mover mis piernas por los moretones que me había causado aquél tropezón.

    Semidesnuda, arrastré mi ruina bendita hasta el baño buscando vomitar mi peso. Pero solo estaba el eco del hambre del vacío que cruje cuando nadie te escucha y el estómago lloraba como un niño sin nombre, dejándome desparramada entre esas baldosas de lucha que estaban en esa húmeda ducha.

    Y el techo me miraba sin conocerme, testigo del naufragio y del castigo, hogar de lo que soy cuando intento perderme y no encuentro ni un reflejo que camine conmigo.

    néllie

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