Invocación a David Lynch

Dos semanas después de su muerte, apareció la siguiente publicación en internet: “¿Alguien estuvo soñando con David Lynch? Supongo que todavía está en BARDO” (término tibetano para referirse al estado intermedio entre la vida y la muerte).
En pocos minutos llegó la primera respuesta: “Sí, me visitó la semana pasada. Estábamos en una versión alternativa de la casa de mi infancia y él trabajaba en un dibujo al carbón mientras yo arreglaba las goteras del techo”.  
Otro usuario soñó que David Lynch le ofrecía un café: “¡Todavía puedo escucharlo pronunciar mi nombre!”. Un hombre recibió un consejo directo de David Lynch mientras dormía: estaba sentado en una especie de trono, lo miró a los ojos y le dijo: “Mantené el ojo en la pelota”. En otro caso, una persona soñó que hablaba con el director, pero este tenía que irse: “La seguimos más tarde en el casino”, le dijo David.
Sé que no lo conocía personalmente, pero no puedo creer que ya no estemos en el mismo plano. El otro día, yo también soñé con él. Tal vez haya sido porque en las últimas semanas leí su libro Atrapa al pez dorado, o porque volví a ver Twin Peaks, o porque estaba influenciado por las publicaciones en internet sobre sus visitas oníricas, o porque realmente me visitó.
Abelardo Castillo dijo: "Los sueños ajenos son invariablemente aburridos. Nunca olvides que tus propios sueños, para el otro, son ajenos.". Voy a contar lo más esencial: 

Estaba en la primera fila presenciando un espectáculo de marionetas elaborado por David Lynch antes de morir.
—¿Escuchaste lo que pasó? —dijo una marioneta—, murió un hechicero muy reconocido, un profesor de la escuela de magia. Un tal David Lynch.
—¿Ah, sí? —dijo la segunda marioneta—. ¿Qué tipo de persona era?
—La verdad... ¡Estaba completamente loco!
—Qué lástima que ya no esté por acá.
—En realidad sigue por acá. Mientras estaba vivo se encargó de distribuir un montón de dispositivos poderosos en el mundo, para ser invocado cada vez que lo necesitaran.
Entonces el show concluyó, los muñecos se desplomaron y una especie de espíritu u holograma se desprendió de uno de ellos, se acercó a mí y me estrechó la mano. Era muy pequeño, me sostuvo un par de dedos con su manito y se alejó. En ese momento se me escapó un espasmo de llanto. Al escucharme, el espíritu-holograma volvió y me dio la mano otra vez. No me dijo nada, realizó su movimiento ceremonioso tal cual al anterior, aunque (tal vez solo fue idea mía) esta vez me miró con mayor intensidad. ▄