A veces el amor no es un lugar,
sino una rendija por donde entra
la luz equivocada.
Y yo te vi allá,
donde las horas se hacen más lentas
y el tiempo se disuelve
como un suspiro que no llega.
Te vi
y no te vi,
y sin embargo, te sentí
como un peso en el aire,
una pregunta sin respuesta
que se quedaba flotando
en la habitación vacía.
Me ofrecí en pedazos
y tú no tomaste nada,
solo miraste
como quien observa un paisaje lejano,
como si yo fuera una ficción
de tus días vacíos,
un personaje que nunca aparece
en el final de la novela.
Pero aquí sigo,
tejiendo mis propios fantasmas,
tratando de entender
por qué el amor
es una forma de traición
cuando no lo reciben
las manos adecuadas.
Y tú,
que nunca estuviste,
sigues siendo
el centro de todo mi laberinto.
Te busqué en los rincones de mi mente,
en esas pequeñas grietas
donde se esconde la verdad,
pero encontré solo palabras rotas,
y un silencio
que retumbaba más fuerte que cualquier grito.
Ahora, me pregunto
si alguna vez fui más
que un nombre olvidado
en la lista de tus ausencias,
si alguna vez
mi amor fue algo
más que una sombra
en tus ojos ciegos.
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