El último abril caminamos durante toda
una mañana por Shuya'ia.
Yo era como una turista y vos eras
como la llave de lugares
que se cayeron de la memoria, de la vida misma.
Caminamos y sacamos fotos divertidas
o más bien tristes
o quizá incómodas
de una realidad que no puede albergarnos
al mismo tiempo a las dos,
pero la forzamos a hacerlo,
al menos durante toda una mañana
en el casco antiguo de Gaza.
Yo, con mi pelo enrulado; vos,
con tu niqab gris,
un mundo de controversias estaba
redescubriendo los
callejones ocultos, revelándose
a sí mismo.
Quisiste llevarme a
Hamam al-Sammara
Me quedé ingenuamente sorprendida. Supongo que
la distancia me ha vuelto ignorante
y rígida. Te retiraste el niqab
de la cara. Me quedé,
por supuesto, sorprendida otra vez.
Nos sacamos una selfie como dos colegialas
que se ausentaron de la clase de matemáticas
procurando algo de libertad
al descubrir sus inmediaciones.
Me mostraste la antigua puerta de
la mezquita Omari,
tu mezquita favorita. Luego
me presentaste al vendedor de knafeh. Me convertí
en tu amiga extranjera
de visita desde otro mundo. Vos
querías jugar.
Te reíste de tu mentira inocente.
Querías resolverle
el rompecabezas de vernos juntas,
tan dispares.
En el mercado Fras me aseguraste que podía sacar
fotos de la gente que pasaba.
Era Ramadán, estaban
haciendo las compras para el Eíd, gritándoles cosas graciosas
a sus hijos.
Nosotras también decíamos cosas graciosas,
y vos me hiciste un video caminando
entre carros llenos de menta fresca,
rúcula y rabanitos.
Me llevaste a ver
la tienda de encurtidos.
Yo era tu prima turista, tu hija
no nacida, tu amiga perdida.
Te probaste un vestido. Era del color
del vino tinto, y vos no
tomás vino, pero el árabe te obliga
a usar esa expresión. Te dije
que te quedaba bien. Compraste
el vestido para el Eíd.
El paseo terminó pronto junto al mar.
El calor te cansaba, pero teníamos
que ver el puerto, lo único parecido
a una salida libre, pese a saber las dos
que nunca lo fue.
El mar de Gaza nos infunde muchos deseos,
pero sencillamente podría devorarnos
si intentamos seguirlos.
El paseo terminó demasiado pronto, mi amor.
Estabas ayunando y te cansaste.
Me preguntaste de nuevo si estaba
bien desear una hija después de
tres varones. Te dije que sí, pero
temí por ella y por vos en mi corazón.
El viaje terminó demasiado pronto, mi Doa'a.
El taxista te dejó
antes que a mí. Luego hubo
confinamiento, luego tuve que tomar
un vuelo, luego llegó la guerra,
allí estaba tu edificio,
con su estructura vieja
y muchas bombas israelíes
hundiéndose en el vientre
de tu calle.
Allí estaba tu vestido de Eíd sin estrenar, tu
hija sin nacer, tus hijos
sin crecer y tus historias
sobre Gaza que no pudiste contar. Todos estaban allí
contigo mientras escuchabas los últimos ruidos
de lo que pensaste que estaba lejos, hasta
que estuvo cerca; y caminaste
sola esta vez hacia el mar abierto de Gaza.
Sin caras cubiertas, sin extraños molestos,
sin necesidad de mentiras inocentes
ni de entender las controversias.
El paseo terminó demasiado pronto mientras
espero aquí otra
aventura turística con
vos en las calles que amabas,
las calles que te llevan en su vientre.
(Para vos y para ese día, 22 de abril de 2021)
(Farah Barqawi, traducción by Olga Outside)
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