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    El silencio después del grito

    Mar 28, 2025

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    El silencio después del grito
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    Me despierto en la misma jaula de costumbre:

    la cama huele a perfume y a pólvora.

    Ella dejó un frasco vacío sobre la mesa

    y un reloj que mastica segundos como huesos.

     

    Dicen que el amor es una palabra sin dueño,

    pero yo vi cómo sus ojos se volvían páginas en blanco

    mientras el viento cerraba el libro de su garganta.

    Ahora soy un hombre que habla con las grietas del muro,

    que guarda ceniza en los bolsillos

    y escupe flores marchitas al nombrar su ausencia.

     

    No supe cuidar de las raíces,

    solo arañé la tierra hasta encontrar sangre.

    Ella era el jardín, yo el hacha oxidada.

    Me enseñó a temblar en la oscuridad,

    pero nunca a sostener una linterna

    sin incendiar la casa.

     

    Hay días que me observo en el espejo

    y veo a un animal mordiendo su propia cola,

    un equilibrista ebrio sobre el alambre de los recuerdos:

    «¿Cómo se llora a alguien que eligió convertirse en eco?»,

    pregunto a las sombras.

    Ellas solo repiten mi voz con sabor a hospital.

     

    En el almacén compro pan y derrotero,

    mientras las canciones de los ochenta lloran en los altavoces.

    Morrissey susurra que there’s a club if you’d like to go,

    pero yo ya bailé con el vacío en esta cocina,

    entre cuchillos que dibujan su nombre en la pared

    y migajas de un festín que nunca terminamos.

     

    A veces pienso que el duelo es un idioma sin verbo:

    no existe yo te olvido ni yo te reconstruyo.

    Solo este museo de gestos inconclusos,

    donde hasta el café sabe a tinta de despedidas.

     

    Ella se fue por la puerta que nadie vigila,

    la que abre hacia el país de los que ya no piden perdón.

    Y yo,

    que nunca aprendí a querer sin arañar,

    me quedo aquí:

    un Carmen Berzatto de trinchera sucia,

    cocinando rabia en vez de caldos,

    rompiendo platos que jamás usamos.

     

    «Supongo que todo el tiempo me siento atrapado

    porque no puedo describir cómo me siento»,

    le digo al retrato que pinté con uñas y silencio.

    Él solo sonríe con los dientes de ella.

    Giovanni Battista Manassero

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