El pez dorado que lloraba por las noches
Apr 23, 2025

Vivía en un departamento pequeño, en el tercer piso de un edificio silencioso en un barrio sin particularidades. Trabajaba como transcriptor de entrevistas para una revista de economía que casi nadie leía. Mi trabajo no me interesaba demasiado, pero pagaba el alquiler, los cafés y los libros usados que compraba en la feria del Teatro Municipal.
El departamento tenía una sola ventana. Desde allí se veía un poste de luz que parpadeaba cada dieciocho segundos, como si dudara de su propia existencia. Dormía poco, comía huevos revueltos tres veces por semana y escuchaba discos de Charly García cada noche antes de dormir. Especialmente “Piano Bar”. Me hacía sentir que el mundo, al menos durante treinta y cinco minutos y dos segundos, tenía un sentido.
Fue un martes cuando encontré al pez dorado en la bañera.
No era particularmente grande, ni tenía un aspecto mágico. Pero cuando me acerqué, noté que lloraba. No con lágrimas, claro. Era otra cosa. Como si su cuerpo entero vibrara con una pena imposible de traducir.
Pensé que era un sueño. Me pasé la mano por el rostro, caminé por el departamento, me serví un vaso de agua, volví al baño. El pez seguía allí. Sus ojos tristes me observaron con una paciencia que no era de este mundo.
—¿Qué hacés acá? —le pregunté, sin esperar respuesta.
El pez parpadeó, giró una vez en círculo y volvió a mirarme. Luego se hundió en el agua turbia de la bañera.
Decidí dejarlo ahí. No tenía mucho sentido llamar a nadie. En general, cuando algo inexplicable sucede, lo mejor es no intervenir demasiado. Murakami lo escribió alguna vez —creo— aunque también podría haber sido un pensamiento mío disfrazado de literatura.
Esa noche soñé con una mujer que tejía bufandas en una biblioteca sumergida. Tenía los dedos llenos de tinta y el cabello azul. Me dijo que su nombre era Paola y que había amado a un hombre que se convirtió en árbol. “El destino puede salarte hasta la miel”, dijo mientras me entregaba una bufanda hecha de voces antiguas.
Al despertar, el pez seguía allí. Pero algo había cambiado. El agua era ahora completamente negra, y en el borde de la bañera había una flor marchita.
Desde entonces, empecé a escribir cartas que no enviaba. A Paola, por supuesto. No sabía si era real o solo una manifestación de mis deseos enterrados, pero necesitaba contarle cosas. Que el pez aún lloraba. Que había empezado a tocar la guitarra aunque nunca aprendí. Que había encontrado una grabación de “Piano Bar” en vinilo y que cada vez que sonaba, mi corazón se partía un poco más.
Un día, la flor marchita desapareció. En su lugar, alguien —o algo— había dejado una hoja escrita a mano con una caligrafía que no reconocí:
Benito se perdió. Paola se reconstruyó. Vos todavía dudás si querés seguir siendo humano.
Leí esa frase durante días. A veces de noche, a veces al mediodía mientras el sol atravesaba la ventana como un cuchillo tibio.
Una tarde, al volver del trabajo, el pez ya no estaba. En su lugar, encontré un espejo sumergido en la bañera. Lo saqué con cuidado. Estaba empañado. Cuando lo limpié, vi mi reflejo, pero mis ojos no eran los míos. Eran los ojos del pez.
No me asusté. En realidad, fue una especie de alivio.
Esa noche, dejé la ventana abierta. La luz del poste seguía parpadeando cada dieciocho segundos. Me senté en el suelo, puse el disco de Charly, y escribí una última carta:
Querida Paola,
Ya no lloro. O al menos no como lo hacía antes.
Estoy aprendiendo a respirar bajo el agua.
Y aunque la miel esté salada, creo que aún vale la pena probarla.
Dicen que a veces me ven caminar por los callejones cerca del Arroyo Napostá. Dicen que hablo solo. Que busco frascos vacíos. Que a veces me detengo frente a los postes de luz y susurro números primos. No sé si todo eso es cierto.
Pero si alguna vez se cruzan con un hombre que lleva en los ojos el mar de otro mundo, no le teman. Tal vez, en el fondo, solo está buscando un lugar donde volver a llorar en paz.

Giovanni Battista Manassero
Escribo para encontrar lo extraordinario en lo cotidiano, entre el absurdo, la nostalgia y el mate bien amargo.
Our picks
Start writing today on quaderno
We value quality, authenticity and diversity of voices.
Comments
There are no comments yet, be the first!
You must be logged in to comment
Log in