- Y exactamente qué vinimos a hacer acá?- pregunta con poco interés Edvar cuando desmontamos frente a la casa de campo de los D'Arzach. Creo que me esperaba algo más grande y majestuoso, como la casa de la frontera: pero es simplemente una mansión campestre larga y baja en forma de C, con dos pisos y rodeada de magnolias y camelias en flor, un túnel de sauces rodeando un riachuelo a pocos pasos. Me imagino a Ellyse creciendo aquí definitivamente.
Tiene tantas ventanas, terrazas y puertas ventanas que da la impresión de estar abierta al campo: me gusta.
Y da una medida cuánto tiempo llevo codeándome con gente rica que el albionita en mí se encoge al darse cuenta que la llamé "simplemente una mansión". Misericordia, cómo me he puesto.
- Tú viniste a acompañarnos mientras te vuelves a tu puesto, pero necesito hacer unas pruebas con los dos.- dice Ellyse, desmontando vestida de jinete. Desde su intento de asesinato, parece llena de una energía inacabable: de verdad que empiezo a inquietarme.- Conrad viene a cuidarme y darnos de comer, porque no podemos permitir que nadie más sepa lo que estamos haciendo aquí, así que nada de servicio. Y antes de que se les ocurra que Conrad va a limpiar establos o va a andar recogiendo detrás de ustedes, les anuncio que Edvar se ocupará de los caballos, yo de la limpieza y Elliot de las lámparas.-
Los dos hermanos me echan miradas atravesadas. Por suerte los dos se irán en unos días: yo tengo que regresar con ella a Haender, para empezar la nueva procesión real la próxima semana. Edvar regresa a Gaol Ethel, y Elliot va camino a los Puertos en otra misión.
Ni a mí me ha revelado Ellyse con detalle lo que está planeando: no voy a culparla, ella sabe que tengo una bocaza. Pero he notado ideas aquí y allá: sé que me incluyen, y eso es todo lo que me importa, y también que Dario y Romwen aprueban esto. Francamente, disfruto hacerme el que entiendo perfectamente, y ver a los dos hermanos bufar.
- Espero que disfruten mi sazón.- digo sonriendo tan irritantemente como puedo, yendo a tomar posesión de una gran y hermosa cocina verde y blanca. Hay mucho verde en la casa, que imagino era el color favorito de alguien: la biblioteca, en donde Ellyse establece su campo, también es verde pálido. Sin ningún sonrojo nos instala en habitaciones contiguas que comparten balcón al patio: los hermanos ocupan el dormitorio que da al frontis, que habrá sido de sus padres. No es una casa tan grande, pero sí muy moderna: una casa construida hace no más de treinta años, pensada para una familia feliz, no un estado para un noble. Cuando salgo de la cocina y veo los magníficos jardines algo descuidados, una alocada huerta llena de tomates, creo que entiendo, y tras vagar entre los magnolios, encuentro una mata grande y nudosa de camelias imperiales de un brillante rosa. Me arrodillo, y rezo.
- Cómo sabes...?- Ellyse me encuentra ahí, cargando una botella de agua: se nota que se ha refrescado, con una túnica de verano azul.- Esas camelias eran las favoritas de mi madre.-
- Lo sé, es lo único que no es nativo.- le digo, sonriendo.- Estaba rezando por su paz. Lamento mucho lo que le sucedió a tus padres. Se nota que este era un lugar feliz, al menos. Sé que eran muy admirados...-
- Mis padres se amaban mucho. Y los Mittani matan con cierta... delicadeza. Fue rápido.- suspira ella, mirando atrás, hacia las ventanas de las habitaciones que comparten sus hermanos.- Fue hace mucho tiempo, Conrad. A mi madre le habrías gustado mucho: quería mucho a Lord Romwen...- tras un sorbo de su agua, y atarse el pelo de un modo que me sugiere que va a trabajar toda la tarde aunque apenas acabamos de llegar, me dirige una sonrisa cambiando el tema.- Qué vas a cocinar?-
Mi pollo asado en especias y sopa de maíz de Degan parecen levantar los ánimos de todo el mundo y despertar apetitos. Edvar estuvo entretenido revolviendo en los establos y cambiando herraduras, mientras que Elliot dormitó toda la tarde junto al río: Ellyse tiene los dedos negros de tomar notas, pero los tres muestran una apetito notable. Luego de la cena, ella nos llama a los tres a la biblioteca, y entiendo perfectamente porqué extrañaba este lugar. Con sus enormes sofás bajos de tela verde, las puertas ventanas abiertas a la terraza, los anaqueles de libros en todas las paredes y los masivos escritorios gastados, este lugar debe representar toda la formación de su personalidad. Hay una gran tetera de porcelana pintada de Mittani en una vitrina, con tacitas orladas con flores de oro: cuando Ellyse me ve admirarla, asiente para sí.
- Era de mi madre. Porqué no haces té en ella? Es para usarla.-
Los hermanos me miran servir en el juego de té con expresiones lejanas: seguro les recuerda a su madre. Ellyse regresa con un puñado de hojas aromáticas del jardín: cuando las mezclamos, una aroma fresco inunda la sala.
- Qué recuerdos...- musita Edvar, sonriendo bien repleto, arrellenado en un sillón, pero Elliot, que me mira echado en una otomana de madera forrada de lona verde, esboza su sonrisa malvada.
- Sirviéndonos pollo, trayendo el té de madre... no quieres ponerte uno de sus vestidos, Conrad? Te entrarían, madre estaba muy gorda...-
- Elliot, cierra el pico.- dice Ellyse autoritariamente.- Vamos a empezar por tí, porque necesito que me expliques qué libros consultaste para empezar con tu magia. No habías mostrado nunca interés...-
- Y porqué te lo iba a decir a ti?- pincha Elliot con acidez, pero Edvar suelta una risita.
- No pensaba decirte que trató, porque a tí sí te resultaba y a él no...-
Estos tres son tan divertidos de mirar como un acuario, vaya. Pero es indiscreto. Me siento en un rincón en una mecedora, y aunque recojo un libro, me quedo mirando un rato a las luciérnagas convertir el jardín en un país encantado. Mientras los tres siguen discutiendo, creo que me adormezco, hasta que oigo un chisporroteo.
Elliot tiene una mano alzada, y en su palma hay una pequeña esfera, no más grande que una cereza, de luz blanca que chispea y late. Está sudando: su frente está arrugada, y parece completamente en tensión. Pero aguanta unos momentos más, antes de que ese relámpago se desvanezca y él quede acezando, pero triunfante.
Edvar tiene las cejas en el pelo.
No importa lo que intenten: Edvar no tiene magia, nada, ni pizca. A él no parece molestarle nada, hasta que Elliot decide pincharlo.
- Piensa que como tienes el linaje, quizá tus hijos sí tendrán magia. Tú que quieres casarte, tener hijos... te vas a ver lindo disciplinándolos, cuando el pequeño pueda freír a papi si se enoja...-
Edvar bufa, y tras una pausa en que Elliot y Ellyse siguen discutiendo sobre unas ecuaciones, los interrumpe.
- Oigan... cuando a una mujer se le interrumpe su sangrado mensual, es que está embarazada, verdad?-
- Generalmente.- le contesto yo, a lo que los dos hermanos dan un salto: creo que se habían olvidado de mí.
- A quién embarazaste? No será una puta...- gruñe Elliot. Edvar hace una mueca, y se ve poco interesado en seguir la conversación.
- Es que... - suspira.- Bueno, sí es posible que lo esté. Estuve contando los días...-
Ellyse se cruza los brazos.- Cuándo te has acostado con alguien el tiempo suficiente para poder contar los días, Edvar? Eso suena a una relación.-
- Es que...- Edvar se frota la nuca.- Ah, Uvaine. La he regado. Vaya que la he regado. Me tengo que casar, supongo...-
- Ciertamente te tienes que casar si es noble. Es noble, verdad? La conozco?- Elliot suena curioso.- No creo que hayas logrado preñar a Sussanah. Ésa conoce todos los trucos con lo puta que es...-
- No me metería con Sussanah. Conozco su temperamento. Y es que... ustedes saben que detesto lo doméstico. Y me llevo tan mal con ella, es terrible, hay días que no la soporto, nos peleamos todo el día, es tan caprichosa y exasperante que...- Edvar bufa en rendición.- Es mutuo. Nos odiamos, pero es tan terrible que Iryna me ponga tan caliente y yo a ella...-
Ellyse suelta un chillido. Elliot suelta un grito de furia. Yo casi me caigo de la mecedora y alcanzo a agarrar la valiosa tacita.
- A MÍ ME EXILIAN POR TRATAR DE SER REY Y TÚ VAS A SER CONDE DE JION POR TU PENE!!??-
- NO VOY A SER CUÑADA DE IRYNA, NO PUEDES HACERME ESTO!!!-
Creo que hasta ahí llego el estudio de magia hoy. Edvar se va a acostar entre un coro de maldiciones: Elliot se va a la cama luego con un tomo de magia que leer, de muy mala gana. Ellyse se queda echada ahí un minuto, acabando el té y frotándose los dedos con su expresión de duda habitual, pero cuando voy a recogerle la tacita, me levanta las cejas suspirando.
- Quizás se amen. Quizás sean buenos para Jion, juntos. Ciertamente el comandante encajaría mucho mejor en Jion que Lord Elliot.- le digo, a lo que ella se encoge de hombros, súbitamente entristecida.
- Supongo. Pero eso manda al traste todos los planes que había imaginado... yo quería casarla con Davim.- dice con un suspiro.- Te dije que armar bodas no es lo mío.-
- Va a tener un sobrinito o sobrinita. Eso es motivo de alegría.- le digo con sinceridad. Ella mira, la paz volviendo a su rostro.
- Te gustan los niños, verdad Conrad?-
- Muchísimo, cuando están bien abrigados, alimentados y amados.- digo con énfasis, a lo que ella asiente mirándome.
- Siempre me recuerdas que hay muchas más cosas importantes. Hay veces que pienso que eres mi cordura.-
__________
- Así que es por esto que son tan preciados como guardaespaldas!- dice Edvar con entusiasmo cuando le lleno el plato de verduras y salchichas en salsa al desayuno.- El mini Cler que nos dejaste tenía talento en esto también…-
- Comen así porque en Albión no hay una sola llanura recta. Todo sube o baja. O está lleno de rocas embarradas.- dice Elliot con disciplencia, pero sonríe con los ojos como Ellyse. Ciertamente no se hace de rogar con mis platos.- se te ponen las piernas como troncos. Si no hubiera una buena sopa al final de esas escaladas, uno se tendería ahí y se dejaría morir.-
- Tengo cartas que escribir y mapas que revisar, pero por la tarde seguiremos con tu magia, Elliot.- dice Ellyse, bebiendo su té sin levantar la vista de un libro.- Necesito que avances todo lo posible antes de que te vayas a Los Puertos. Después no te veré y tendrás que estudiar solo para… si es que es necesario que uses tu magia.- se corrige, tras una pausa. Elliot, que se ha cruzado de brazos belicosamente, se hamaca en la silla del desayuno.
- Lo que yo haga siempre te ha valido verga, hermanita. Y porque ahora resulta que tengo magia te soy interesante de nuevo?-
- No, me eras interesante cuando estabas complotando contra Dario y echándole a perder la vida a Allyra, que era mi amiga, pero no era un interés que apreciaras seguro…- empieza ella. Nadie la hace perder la calma tan rápido como Elliot, no que no se merezca que le congele la cabeza. Levanto la mirada preguntándome si voy a tener que defender a Ellyse de una bola de magia de rayos, pero Edvar sigue cortando mantequilla en rodajas como si nada.
- No te vas a casar con Allyra entonces? Ella te quiere. Habrá enojado a algún sacerdote de Henma supongo para que la maldijeran así, pero te quiere. Y como ya se escapó de un matrimonio, por muy heroína de guerra que sea nadie va a casarse con ella me temo…- dice Edvar, pensativamente.
- Tú lo que quieres es tener compañía en la miseria de hombre casado que te espera.- le suelta Elliot, a lo que Ellyse menea la cabeza volviendo a su té.
- Los dos son patéticos…-
- Yo soy el patético?- ataca Elliot.- No veo hombres haciendo fila para casarse contigo. Ni me imagino que quisieran. Francamente, seguro preferirían a cualquier otra noble antes de a ti…-
- Elliot!- se irrita Edvar, aunque no con la energía que yo hubiera querido. Ellyse no parece afectada, pero Edvar hace una mueca.- Venga, no es tan fea…-
- Su belleza no tiene nada que ver, no es un factor.- dice Elliot fríamente, y para mi sorpresa su voz se hace clínica.- Seamos honestos. Los hombres de nuestro nivel sólo se casan por cuatro cosas: dinero, poder, linaje o prestigio. Ellyse tiene dinero, pero nunca ayudarás a nadie a tener poder que rivalize con Dario, ya entendí eso. Prestigio… puedes ofrecer posición, pero tu pobre marido siempre va a parecer un idiota a tu lado. Tu belleza no es ciertamente tanta para que un hombre pierda la cabeza, y linaje… seamos honestos, tienes una fantástica herencia pero con tu salud garantizas menos bebés que una aeronauta. A santo de qué un hombre va quererte, cuando puede tener cosas semejantes o mejores con cualquier otra noble? Por eso te ofrecí a dos hombres que sabía que te tenían cariño y a los que no les importaba nada de eso. Tanto Antyan como Davim Ben Abdal te han mostrado algún interés aparte de todo eso… pero tenías que ir y arruinar todo.-
- Es que dos hombres que me “ tengan cariño” no ameritaban cerrar los ojos a regicidio y una guerra civil.- gruñe ella.
- Pero le gustabas a Clive.- dice Edvar , alargándome su plato con esperanza para que le ponga la última salchicha.- Y el tipo es noble, propiedades en la costa de Jion… te tendría cerca.- dice con un suspiro. Se nota que no le hace ninguna gracia la idea de irse a Jion a ser un Conde, lo noto.
- Qué Clive?- pregunta Elliot con autoridad de hermano mayor.
- D’Orsay. Hijo de una amiga de la vieja Condesa. Comanda arqueros. Pésimo arquero pero buena familia y el cuerpo de un bollo jionés…-
- No me interesa Clive.- dice Ellyse acabando su té.- les prohíbo más intentos de casarme. Ya tengo demasiado trabajo para pensar en hacerme cargo de más problemas. – acaba cortante, lo que me hace contener una sonrisa. – Los veo por la tarde. Conrad, déjalos que laven los platos…- agrega, yéndose al estudio.
- Las mujeres lavan los platos!- le grita Elliot cuando ella coge su libro y se va, pero ella cierra la puerta por toda respuesta.
- Ella barrió las terrazas y los pasillos esta mañana.- les informo.- Mientras yo amasaba el pan.-
- Porqué no le gusta Clive?- me pregunta Edvare frustradamente.- No digo que se muera de amor, pero el tipo es aceptable… a diferencia de otros.- agrega con cierta intención. Me tenso, porque estoy convencido que Edvar sospecha de mi amor por ella y se refiere a eso, pero Elliot emite una risita sarcástica.
- Con un mentón como una pala y el volumen de un buey? Pero no te acuerdas de su obsesión por Alain cuando era pirata y ese bardo putón? A Ellyse le gustan Vitan, es lo único que la pone amorosa. Una pena que nos vayamos a ir a la guerra con ellos, pero quizá para pacificarlos le conseguimos un marido de esos. Aunque ahora que Alain está soltero de nuevo…-
- Pero Sett Sehayanka no vive?- interrumpo con temor, por Lester. Elliot se encoge de hombros.
- Viva o no viva. Las leyes del Imperio son claras: si cometes adulterio, estás muerto socialmente, aún si sobrevives al castigo. Alain es viudo, bajo las leyes del Imperio. En Haender la ley es más confusa, así que asumo que quedará a criterio de Dario, pero sospecho que si Ellyse lo quiere Dario no le diría que no…-
- Un pirata Vitan, en serio?- sisea Edvar.
- El único tutor de la princesa Dariella y el representante imperial en Haender, ya que el príncipe Davim no querrá quedarse, supongo. Ése era un buen matrimonio…- suspira Elliot.- Conrad, porqué no la convences de que se deje de aspavientos y se deje con Davim? No querrás que se quede con Alain, no? He notado que no te cae bien.- agrega, echándome una mirada sin levantar el mentón.- Mira, Edvar, cómo lo detesta…!-
- Cómo sabes eso?-
- Está sujetando el cucharón como si fuera su espada, mira…-
Están riéndose de mí, pero aún así me cuesta despegar los molares que he apretado a la idea de Ellyse con Alain. Misericordia.- Un pirata Vitan siempre es un pirata Vitan.- digo con la voz tal calmada como puedo.- No creo que aún con su ennoblecimiento, sea de un linaje apropiado. Además, en Albión creemos que un hombre cuya esposa se va con otro algo habrá hecho, también.-
- Sí, eso hay que considerarlo…- empieza Edvar, pero Elliot murmura cuando acabo de retirar los platos y camino hacia la cocina.
- Qué bueno que tengas muy claro lo ilustre que es el linaje de Ellyse, Conrad. Es bueno que eso sea evidente, no es así?-
Acabo lavando los platos, en mi irritación. Pero cuando regreso para llenar la tetera, Edvar se ha ido a alguna parte, y Elliot está perdido en su libro, con unos espejos de aumento sobre la nariz, como los que usa el Maestre Corwin para leer.
- Sabes, tu comida no es tan especial después de todo.- me dice mientras cargo el té en hojas.- Ya lo he deducido. Son las especias. Dónde aprendiste a usar especias imperiales?-
- A Lord Romwen le gustan y las compra para la abadía.-
- Verdad que tu Gran Maestre estuvo casado en el Imperio.- me dice él, apoyando la mano en el mentón.- Conrad?-
- Sí, lord Elliot?-
- Has hecho un excelente trabajo cuidando de Ellyse y estoy agradecido por ello. Pero esto no podrá continuar para siempre… supongo que te gustaría, ahora que conozco Albión entiendo que estés dispuesto a aguantarla para no tener que volver a ese hoyo. Seguro podemos conseguirte otra posición, o si estás harto de ser clérigo, una casa, algo… como a esa Vitan que Dario premió por cuidar de Ellyse. Pero comprenderás que lo mejor para ella es que se case, y pronto. Me gustaría que fuera felizmente.- me dice con una extraña suavidad, que no le reconozco: creo que en el fondo sí quiere si a su hermana a pesar de sus celos y amarguras, pero claro, luego lo arruina con una sonrisa sarcástica.- A ver si la convences de que es lo que más conviene. Y si encontramos a alguien que quiera casarse con semejante sopa de huesos.-
- No presumiría de decirle a la calígrafa del rey cómo manejar sus asuntos.- le digo a Elliot fríamente. Él me echa una larga mirada y agita una mano señalando que lo deje solo. Cuando me largo, me llevo la tetera para ir a dejársela a la biblioteca a Ellyse, así de mezquino soy: pero mientras trabajo en la huerta al sol ese día, mi cabeza está tan descompuesta por las frases sobre Alain y matrimonios, que acabo sacando una montaña de patatas, muchas más de las que necesitamos. Qué voy a hacer con todo esto? Qué voy a hacer, Tyr?
_________________________
- Patatas fritas, son mis favoritas!- grita Edvar alegremente al verlas: en contraste, Elliot y Ellyse se ven agotados tras trabajar en magia toda la tarde. Se reponen tragando mi montaña de papitas, pero cuando acaban, Ellyse se apoya en la mesa para levantarse.
- No tendrás fiebre… con todo lo que nos costó sanarte, no te enfermes por gusto…- suspiro, tocándole la frente. Ella parpadea, meneado la cabeza con dulzura, apoyando la frente en mi mano dócilmente.
- No le haría eso a Ferdinand. Le debo la vida.- dice ella.- Pero hemos tenido un buen avance, y necesitamos… todo lo que podamos conseguir.-
- Qué estás planeando?- susurro, al fin con un temor en mi corazón. No me gusta la expresión de sus ojos, pero ella apoya su mejilla en mi mano, y no me responde antes de irse a la cama. Me quedo rezando esa noche: incluso doy una vuelta al patio, incapaz de dormir. Entre los sauces está lleno de luciérnagas de verano: la imagen es tan hermosa que me quedo hasta que el rocío empieza a empaparme a la puesta de la luna.
Como siempre, no quiero que esto cambie. No quiero dejar esta casa tan pacífica, incluso con los hermanos D’Arzach, porque tengo miedo a lo que viene ahora. Mi corazón se siente… vivo y herido: herido como si el miedo en la avalancha, la agonía de esa maldita peste blanca, el adiós en Gaol Ethel, mi anhelo de ella durante la guerra de Albión me hubiera dejado morados y cicatrices por dentro. Ahora cada vez que alguien menciona que debería alejarme de ella, o que ella planea ponerse en riesgo, es como si todas esas heridas dolieran juntas, cada día más intolerables. Algún día voy a acabar haciendo una locura, Tyr.
Rezar bajo las estrellas, aunque me interrumpan luciérnagas posándose en mi nariz, me hace bien. Rezar aclara mi cabeza. Tyr me mandó a protegerla. No necesitaría protección si no fuera quien es: si ella no fuera quien es, habríamos tenido una guerra peor, Albión habría perdido sin esos barcos, Jorgen estaría muerto probablemente… Ellyse es buena e indispensable, y yo estoy aquí para protegerla y servirla, no para opinar. Que hayan todos los sentimientos del mundo en mi corazón no cambia en absoluto para lo que estoy aquí. Ni mi deber, y mi deber se hará, y sería todo. Y ahora a acostarse, que alimentar a los hermanitos D’Arzach no es cosa una hogaza de pan y ya.
Ellyse empieza a tener hoyuelos de nuevo cuando sonríe. Voy a ver si me sale una tarta con una calabaza verde que vi afuera y un poco de azúcar…
-------------------------------
- Prefieres miel o melaza en una tarta?- le pregunto al asomarme a la biblioteca, en donde la he oído moverse bastante temprano. Para mi sorpresa, tiene en la mesa un montón de cajitas de madera abiertas, manchadas de polvo y telarañas, y unos instrumentos de bronce. Está sacándose una arañita del pelo mientras me mira, las manos sucias, pero sonríe.
- Me diste una idea ayer. Mira lo que he encontrado!-
- Estos son... instrumentos de alquimia?- le digo interesado. Parecen antiguos, pero son muy bellos, con diseños decorativos en las tapas de bronce, semejantes: es un juego. Reconozco algunos, porque el Maestre Corwin los usaba con frecuencia en su sala de pociones: Ferdinand también tiene algunos, comprados o heredados de segunda mano por ahí. Pero estos son claramente parte del tesoro de una familia. Hay un reloj, su tic tac audible: una cinta de medir imperial, de fina hebra esmaltada, un termómetro de mercurio y ágata, una lupa de cristal azulado y una jarra de cristal con líneas dibujadas señalando cantidades. No conozco lo demás.
- Es el juego de curador de mi abuela.- dice ella, subiéndose las mangas.- Esta libretita es para tí... aquí hay una pluma... necesito tu ayuda para hacerle un regalo a Ferdinand.- agrega sonriendo.
- A Fer?- digo, desconcertado.- No pensarás darle esto, es un tesoro...-
- La verdad, sí le enviaré el segundo termómetro y el auscultador. Pero cuando estaba curándome de la peste blanca, me comentó que no hay mediciones modernas del efecto de la magia en el cuerpo humano: todo lo que saben, es lo que se estudió en la edad de oro de la magia. Pensé que quizás le gustaría comparar el efecto de la magia en mí, ahora que estaré practicando, con toda la información que tienen sobre ustedes en la abadía. Sería el primer físico en tener ese conocimiento. Y él es tan listo y estudioso... crees que lo aprecie?-
- Ellyse, va a estar feliz, pero... no le gustará si la magia te enferma.- ,
- Como confío más en tu criterio que en el mío, tú harás las mediciones y si ves que algo cambia, me lo dirás. Así es totalmente intachable, qué te parece?-
El alivio que me inunda de saber que podré vigilar el daño que la magia le haga se me desvanece cuando se saca el faldón de la blusa de la cinturilla de sus calzas, descubriendo su vientre y hasta el borde de encaje de su corpiño. Tyr. TYR.
- Partamos por palpar mi hígado. Se supone que se agranda cuando usas magia. Voy a acabar con una panza... se supone que es esponjoso, pero diferente... ah, ahí está. Lo sientes?-
Mi mano abarca todo el reborde bajo su última costilla. Siento la protrusión de su hígado. Pero también siento la tibieza de su piel, siempre más fresca que la mía: siento la suavidad de seda bajo mis ásperos dedos: siento su respiración, un difuminado latido allá profundo, y sinceramente espero que la tierra se abra y me trague, porque se me ha secado la boca, se me ha puesto el cerebro en blanco y no es lo único que me ha pasado. Su ombligo parece exactamente del diámetro de la yema de mi pulgar. Su pubis protruye, redondeado bajo la tela floja de sus calzas cuando intenta mirar mi mano, que sostiene contra su vientre. Me mira interrogativamente, y yo no sé cómo se forman palabras. TYR. La he tocado tantas veces cuando la cuidaba de la peste. La he tenido en brazos inerte y aterida. No debería pasarme esto, atontado como un novato que toca una mujer por primera vez, soy un absoluto indecente imbécil, TYR AYUDA.
- Qué estás haciendo con mi hermana?- dice Elliot en esa voz pasota que tiene, cruzando la sala en búsqueda de la tetera, y dejando el libro de magia tirado al descuido sobre un sillón.
- Está midiendo los efectos de la magia en mí. Vamos a registrarlos para su amigo físico. Deberíamos medirte a tí también para ver si hay correlación con el nivel de habilidad...-
- No hay ninguna posibilidad de que yo apruebe tener a tu cler favorito toqueteándome a mí. Y es una lástima, estaba esperando que me dieran al fin una excusa para retar a este sujeto a duelo, estoy harto de oír hablar de cómo es la mejor espada de la península...-
- Quién dice eso?- grazno.
- Dario. Le dice a todo el mundo que si se creen tan gallitos vengan y te desafíen...-
Me vuelve la cordura para taparme los ojos. Ellyse sacude la cabeza antes de ponerse el termómetro en la boca y sentarse con el reloj.
- No me darás en el gusto? Prometo no apalearte mucho. Ni usar magia.- dice Elliot disciplentemente, pero no confío en él.
- Por favor dale en el gusto.- grita Edvar de la terraza. No sabía que estaba ahí.- Dale en el gusto en la mitad de la jeta, déjame ir a buscar algo que beber mientras miro, es lo justo, ya me apaleaste a mí...-
- Combatiste con Edvar?- me dice Elliot interesado. No, está yendo a tomar su espada que está apoyada en la chimenea. Ay, no.
- Combatir es mucha palabra para lo que hizo conmigo.- sigue gritando Edvar de la terraza. Lo que hizo conmigo es más como lo que hace un martillo con un clavo. Dos minutos y yo estaba rodando por el pasto. Ni lo toqué. Y yo estaba en armadura completa y él en túnica, con su carita de que no mata ni moscas... eso delante de todo Jion y mis hombres, en serio, aún me lo recuerdan...- agrega a carcajadas. Tengo que admirar su buen humor, misericordia.
- Vas a tener que probar con el hermano mayor, entonces. El honor de mi familia está en cuestión.- dice Elliot muy serio, pero conozco perfectamente ese brillo en sus ojos. Se ríe sin mover la boca, como Ellyse.
- Por favor, milord. Le concedo el combate sin duda. No hay ninguna necesidad...-
- Yo quiero saber cómo haces ese revoleo con la muñeca. Lo hace tan rápido que es como que espada desapareciera por un segundo y de repente está en tu cara.- dice Edvar, al fin entrando en la sala.- Es magia de cler, o de verdad se puede aprender...-
Ellyse al fin completa los minutos para sacarse el termómetro, anotar unos números y poder hablar.- No! No vino para que lo apaleen, cómo se les ocurre! Conrad es mi guardián, les está cocinando, no voy a dejar que lo ataquen, son unos animales!-
Edvar y Elliot se miran largamente.
- Te acuerdas...- dice Elliot pensativamente, dándose golpecitos en el reborde del zapato con la espada.-... esa vez que te castigaron por algo y le dieron tu postre a Ellyse? Que te vengaste echándotela a la espalda, subiéndote al roble y dejándola allá arriba que llorara toda la tarde?-
- También me acuerdo cuando la tiraste al río. Cuando aún no nadaba.- comenta Edvar. Ellyse ha empezado a retroceder.
- Está bien, les enseñaré!- concedo.
- Te están chantajeando.- suspira ella.- Sabes que si intentan algo los congelo de forma que se acaben los sobrinos, verdad?-
Son excelentes, probablemente los mejores que he enseñado, excepto algunos clérigos. Ellyse levanta la vista de sus libros y nos chequea con una preocupación que me honra: sobre todo porque cuando un golpe afortunado de Elliot me da en el muslo le grita indignada, pero cuando los hago a ambos rodar al unísono por el césped con una barrida doble, se ríe a gusto. Pero pasamos una buena mañana, y todo ese ejercicio acaba de sacarme las musarañas: ruego porque el cansancio calme la forma en que mi cuerpo despierta cuando tengo que palpar a Ellyse para las notas que está tomando. Mi mente vuelve a mis años de entrenamiento al mostrarles posturas y reflejos entrenados: los dos me presionan más de lo que muchos han hecho, porque son realmente hábiles. Edvar es brusco y audaz: Elliot calculador y veloz, y los dos tienen esa misma falta de temor, falta de duda ante la violencia, que Jorgen. Quizás es arrogancia: quizás son los siglos de guerreros en sus venas. Pero a los dos les falta un entrenamiento físico más constante, y los dos se agotan pronto, desplomados en el césped cuando Ellyse se asoma al mediodía con una jarra de limonada de jengibre. Cómo me sonríe al verme como el triunfador de pie.
- Sabía que ganarías fácilmente.- me dice, llevando sus manos a mi cuello transpirado. Las ha helado a propósito: qué bien se sienten. Suspiro en gratitud: el calor está pegando de verdad ya.
- si yo me llevara con alguien la mitad de bien que tú te llevas con Conrad, me casaría, vaya.- dice Elliot sentándose, la melena transpirada, césped en la camisa. Por una vez no ha sonado malvado o cizañero: ha sonado soñador, casi envidioso. Pero esta vez sí que me hacen daño sus palabras. Ellyse no retira sus manos de mí, sólo las desliza a mi antebrazo, refrescando un sendero.
- Sí, tú la has civilizado, antes esta niña era un animalito…- dice Edvar de su rincón. Acabamos sentados en la terraza bebiendo la limonada, con ella en el brazo de mi sillón. Debería pararme e ir a lidiar con el almuerzo, pero me he cansado, y aquí estoy tan cómodo…
Creo que Ellyse les saca la lengua, porque los dos se echan a reír, pero ella deja su muñeca en mi hombro mientras perora que absolutamente cualquier momia de liquen de pantano sería mejor que Iryna, y que qué está esperando Elliot para casarse con Allyra, la que claramente se uniría a su lado aún si él hubiera encontrado con un dragón escupe ácido.
Wolfang una vez se encontró con uno, pero claro, él es muy rápido y hábil. Salvó la cara, pero tiene la cara anterior de un antebrazo como si se lo hubieran frito.
Me estoy quedando dormido de nuevo. Algo tiene esta casa que me relaja de un modo profundo, intenso. Será el amor? Será el que es tan parte de Ellyse que se siente familiar? No lo sé, pero lo único que sé es que por primera vez en años, no me siento en alerta: y quizás por eso mismo, toma todo mi autocontrol no descuidarme, no frotar mi mejilla contra su mano en mi hombro, no hacer nada inadecuado…
Quizás es por eso, porque no estoy en guardia, que esa noche tengo el sueño más erótico de mi vida.
En mi sueño, la poza de agua caliente que encontramos en ese valle de Jermaine está aquí, en el patio, y allí encuentro a Ellyse, sumergida hasta la cintura con el gran vestido lila con el que volví a verla en el armisticio. Está medio oculta por las ramas de los sauces y el vapor, pero cuando me mira, sonríe, el pelo húmedo.
No puedes mojarte así, con la ropa puesta, le digo. Ven y deja que te ayude, no ves que estás convaleciente de la peste blanca todavía? Y así quieres aprender magia encima?
Ven y ayúdame, dice ella. Es que es tan grande, y cuando se mojó, pesa demasiado y no me puedo mover con él, me hundo.
Me meto al agua para ayudarla: desabrocho los botones de madreperla tan pequeños, la ayudo hasta que logro levantarlo y sacarlo por su cabeza. Para mi sorpresa, sale con enaguas y corpiño, y se queda ahí mirándome, desnuda, el pelo pegado a los hombros.
Ahora estás atrapado tú con tu ropa mojada, me dice, y empieza a desabrocharme la camisa, que es mi traje de gala blanco y negro que me regaló. Quiero detenerla, pero no soy capaz: pienso que es justo que estemos desnudos ambos, si ella quiere. Cuando acaba de desnudarme, me toma de la mano, y en la orilla, que es muy tupida de musgo, se sienta, preguntándome que si no estamos más cómodos ahora que somos libres.
No sé porqué esas palabras, en el sueño, tienen una connotación inmensa de erotismo y alegría. Es como un hechizo. Me arrodillo en el musgo, y ella se acomoda en mi regazo, rodeándome con sus brazos mientras le beso el cuello, el pecho: la sensación de su seno en mi boca es increíblemente real, detallada, fascinante. Su gemido a mis caricias es tan dulce. Estoy tan concentrado en el tacto de su piel contra mi nariz, en la sensación fascinante de sus muslos rodeando mi cintura cálidamente que la humedad hirviente de su interior me toma por total sorpresa, y justo en ese momento ella gime mi nombre con una pasión posesiva, idólatra, sus dedos hundiéndose en mi pelo, atrayéndome contra ella, apretándome, apretándome más con todo su cuerpo…
Desperté con un grito, totalmente desorientado, todo mi cuerpo fuera de mi control mientras me retorcía en la cama. Gracias a Tyr me había dormido con algo de ropa puesta. Me quedé echado ahí, húmedo y estremecido, sacudido como no había estado desde mi adolescencia, removido desde dentro como se remueve la tierra cuando una semilla sembrada pugna para salir: tenía los ojos húmedos, de la fuerza de ese orgasmo salvaje. Tyr. La amo de un modo que en cualquier otra circunstancia, en cualquier otro mundo, habría sido legendario: la amo con el tipo de amor que crea matrimonios de sesenta años de amor, el amor que es noble y valioso. Porqué en nosotros tiene que ser innoble y prohibido? Porqué tengo la capacidad de amar así, porqué ella es admirable de un modo capaz de inspirar esta fuerza en mis sentimientos, y sin embargo todo nos separa? Es imposible, lo sé: pero no soy un hombre que niegue la realidad. Sólo tengo que saber vivir con ella.
Aunque duela tanto. Prefiero estar a su lado aunque duela. Al menos la sé a salvo, tanto como mis fuerzas pueden asegurarlo. Y si ardo así, y me quejo a veces como un leño en la chimenea, pues mala suerte. Mi Ellyse necesita mi calor, y yo… pues me aguanto y no hay nada más que decir.
____________________________________
La casa tiene un par de buenas bañeras, pero se sintió mejor darme un chapuzón en el río a primera hora y rezar hasta secarme, para luego arrastrar el agua de la noria para el desayuno. Ya me sentía normal cuando Ellyse se asomó a guardar la escoba, mientras ponía la masa de pan en el horno.
- Te oí quejarte. Soñabas con la guerra? Tuviste pesadillas?- me dice con dulzura. Tyr. Sacudo la cabeza, y me alejo, porque sospecho que me estoy poniendo como un tomate. Ojalá lo achaque al calor del horno.
- Estoy bien. Me di un paseo por la mañana, encontré algunas cerezas tempranas…- la distraigo, porque a falta de tortitas, bayas jugosas suelen captar su atención. Ella me echa una larga mirada mientras se come un par, pero parece satisfacerse en que me veo saludable, y se lleva la fuente de fruta lavada a la mesa del desayuno. Yo considero vagamente apoyar la mano en la lata del horno a ver si con eso calmo este ataque de lujuria, pero suspiro, me controlo, y voy a cortar mantequilla a la caja de hielo. Me hace falta el frío ahora.
Pero porqué tiene que comerse las cerezas de un modo tan jodidamente…?
Ah, basta ya.
- Le dejo cambiadas las herraduras a Voisir y Lis? Me llevo a Lord Erizo hasta Gaol Ethel y lo dejo que siga su viaje…- me dice Edvar cuando se nos une, yendo directo a las salchichas. Elliot, que se ve un poco cansado, deja caer el libro en la mesa y le alza un dedo a Ellyse.
- No más prácticas hoy, que no planeo tener que galopar con migraña. Por Uvaine que son abstruosas esas ecuaciones malditas… -
- Es la única forma de que entiendas lo que estás haciendo.- insiste Ellyse.
- Silencio, mujer.- bufa Elliot, pero suena tan descorazonado que no logra ser ofensivo.- Denme ese pan. Conrad, cuánto dinero quieres para ser mi guardaespaldas y cocinarme? Prometo tratarte mejor que esta fea.-
- Tyr me ha puesto a cuidar a la Dama y es mi deber.- repito, a lo que Edvar menea la cabeza masticando salchicha.
- Yo ya traté.-
- Contigo y tu espada no tendría que preocuparme de aprender magia, quién necesita magia con semejante espada? Ves que eres mala persona, Ellie?-
- Nunca compartía sus juguetes tampoco.- corea Edvar.
- También te pondrías gordo.- le dice Ellyse, recogiendo el libro.- Cuando viajaba con él, acabé teniendo que zurcir varias calzas y túnicas, rompía las costuras…-
Edvar es el primero en soltar la carcajada. Elliot se une, y sólo entonces Ellyse se da cuenta lo que ha dicho y se pone violentamente roja. No sé si reírme o llorar, francamente.
Pero sí, está claro que se quieren, a pesar de todo. Elliot ha aprendido algo de sus lecciones, espero, y también de su tiempo en Albión: cuando los dos hermanos se van, les preparo bolsas con gruesos sándwiches, galletones y bastante fruta. Cuando salgo a entregárselos al amanecer, los dos me dirigen sonrisas agradecidas, aunque Elliot lo arruina alargándome una bolsa de dinero.
- La fe moverá montañas, pero el dinero es lo que mueve a la gente. Úsalo en tu misión de proteger a Ellie, si quieres…- me dice, y algo pasa por sus ojos, que entrecierra, pero no esperaba su siguiente frase.- Ella es la heredera de mi padre, y mientras la mantengas a salvo complotando para Dario, no le temo ni siquiera a esas armas de Mittani.-
Sí, le ha costado decirlo. Pero me mira a los ojos, y veo el complicado juego de rencor, amor y admiración por su hermana, y dejo que vea mi admiración por él, porque no debe ser fácil cambiar así de modo de pensar. Mantengo su mirada: sus ojos se parecen mucho a los de Ellyse, y empiezan a tintarse de plata en el borde con la magia.
- Lo vas a besar?- le pregunta Edvar, tras dos segundos de los ojos de Elliot en los míos.- Tú sabes que tiene esos votos, pero también tiene esas espaldas…-
- Edvar, cierra el maldito pico!-
Creo que Ellyse los vio irse desde su balcón: cuando me asomo a las diez, está aún en camisola, los pies desnudos, sentada con la cabeza metida en un libro. Pero hay una tensión en sus hombros, y tras decirme que no cenará y encerrarse en la biblioteca con los libros de nuevo, a lo que planeo no hacer caso, por supuesto, la oigo pasearse por un buen rato.
Sabe que ahora tenemos que regresar a Haender, y sé lo que la atormenta. Me preocupa a mí, desde esa conversación con Dari: porque lo que Ellyse le pidió, no lo vi venir. Le pidió a Alain.
Y es con él con quien tenemos que reunirnos cuando regresemos. Le temo a esa entrevista. Le temo a no poder mantenerme tranquilo, misericordia.
Esa mañana, después de la entrevista con Rhea, yo estaba que me caía de cansancio, pero ella estaba vivaz y despierta cuando Dari nos recibió en sus aposentos. Era un gran cambio entre la habitación gris y la cara gastada de la Dama Rhea, y los alegres naranjos y amarillos de las habitaciones de Dari, su carita juvenil. No es la misma niña que llegó a Haender: ha madurado, su cuerpo más femenino ahora, los ojos redibujados con los maquillajes de las damas de acá, un velo sobre los cabellos en vez de sus antiguas trenzas. Pero me sigue pareciendo un pequeña, aunque no puedo olvidar que sus deditos enjoyados empuñaron un látigo contra Lester…
A nosotros nos recibió con afecto y atenciones: Suleimán se me trepó enseguida de inmediato y empezó a mordisquear mi pelo recortado, quejándose en mi oreja porque aparentemente extraña mi melena. Cuando me clavó los dientes en la oreja tuve que bajarlo, con lo que se pegó como una garrapata dientona a mi brazo y se negó a soltarse. Dari no estaba mucho más tratable cuando oyó lo que Ellyse quería.
- Pero para qué lo quieres?- bramó indignada.- No, no quiero que te lo lleves! Ya perdí a Sehayanka y a Lester, no me quites a Alain, no quiero quedarme sola!! Te presté a Arles, tienes a Conrad, tú los quieres a todos, llévate a Davim…!- estalló.
- Su Alteza…- dijo Ellyse, aguantando los gritos sin inmutarse, su voz aún baja y conspiradora.- Alain fue el mejor navegante de Mittani: conoce el río Amarillo, sus tributarios, las minas de acero, y habla todos los dialectos de la zona. Es la única persona que puede guiarnos en esta misión, la única a la que podemos pedirle esto.-
- No me importa, no le daré permiso, tiene que haber alguien más…!-
- Tengo que rogarle que lo considere…- Ellyse hizo una reverencia ante la princesa, que se había levantado y se paseaba descalza.- Su Alteza. Estoy haciendo lo mejor que puedo para evitar más guerras…-
- Pues prefiero otra maldita guerra, no me importa, no veo porqué tenemos que preocuparnos nosotros siempre de hacer que no se peleen, si los matas a todos no hay más jaleos, es el colmo!- Dari dio vuelta una mesita de una patada, y luego se volteó a nosotros con las manos en la cintura.- Pero está bien. Te dejo a Alain. Te lo cambio por Conrad.-
Me quedé tan desconcertado que dejé que Suleimán se colgara con todo su peso de mi brazo y se ahí saltara a mi regazo.- Su alteza…-
- No me quieres tú tampoco?- gime Dari: parece que se va a echar a llorar.
- No se trata de eso.- contesto, aunque Suleimán está afilándose garras en mi espalda.- Soy una herramienta, su alteza. Tengo que estar en donde se me ha designado mi función. Una espada no es un adorno.-
- Quién te designó? Es injusto siempre tengas que seguirla! Y si te llenan de flechas de nuevo? Si te mueres?- exclama. Misericordia: porqué está tan alterada.- Hoy casi la matan a ella, y a ti antes, y yo sólo quiero que se queden conmigo y tengamos cenitas, no me gusta todo esto, no es como dijo Alain que sería! No me gusta! No le importo a Dario ni a nadie!-
- Princesa…- musita Ellyse, aunque detecto la preocupación en su voz.- A todos nos importa muchísimo su bienestar. Podemos traer a quien le guste para que la acompañe estos meses en lo que solucionamos esto, pero después estaremos en paz, y le prometo que todo será como usted quiere.-
- No es cierto. Conrad siempre será tuyo y no me vas a devolver a Alain, como no me devolviste a Arles.- dice Dari con rabia súbita.- Te estás acostando con Conrad? Es eso, por eso no quieres cambiarlo?-
Me hielo. Si esto acaba con el descrédito de Ellyse y que me partan la espalda cuando no hemos hecho nada… Tyr, es lo que me temía, es mi culpa. Es porque soy tan obvio…
- Su Alteza. No ofenda la probidad de Conrad porque está enojada. Puede decir de mí lo que desee, pero Conrad ha tenido un comportamiento absolutamente intachable.- dice Ellyse, su voz baja y severa de repente. La habitación se hiela: Suleimán huye de mí, se mete bajo la mesa. Inesperadamente, Dari rodea la mesita y se echa en mis brazos, apretándome entre los suyos, aunque apenas me llega a la axila.
- No te enojes conmigo! Es que no quiero quedarme sola! Y quiero que alguien sea tan devoto de mí como tú de ella!- gime.- Ya no confío en nadie, tú eres el único decente que queda…-
Oh, mi princesita. No soy decente. Siento que me inunda la culpabilidad: si Dari supiera de mi abrazo atrevido en ese naranjal, de mi beso en Gaol Ethel, de todos los pensamientos que he tenido, seguro ordenaría mis latigazos y me los merecería. Más que Lester, seguro, que al menos era amado en retorno.
- Dari, nadie está enojado contigo. Y tienes mucha razón de que pasas mucho tiempo solita. Porqué no te unes a Jorgen y Gentram y los demás cuando estudian? Tienes que tratar de no distraerlos, pero seguro sus lecciones te interesarán, y sería muy bueno que Cartyan y Jorgen te conozcan bien, van a ser tus súbditos…- murmuro, antes de mirar a Ellyse, que se ve un tanto boquiabierta.- Ehm… no es una buena idea?-
- Eres un genio.- musita ella, sin voz, una sonrisa empezando a brotarle. No sé exactamente qué dije, ni qué se le ocurrió: pero lo que me contó luego Gertram antes de que nos viniéramos era que Thier había montado algo que llamó ampulosamente “ La escuela real” y reunía a diario a Cartyan, Jorgen y a veces hasta a Dario, para hablar de leyes, historia, políticas y costumbres. Gertram, que asiste, me dice que hay una notable falta de sentido común en los tres, pero que tienen buenas intenciones, y que cuando Dari se suma, la pasan sumamente bien. Es un modo constructivo de que se entretenga, supongo: así que espero que una nueva entrevista para que le preste Alain a Ellyse irá mejor.
Pero me preocupa. Creo que ya levo tanto tiempo con Ellyse que lee mi mente a veces: cuando le llevo un tazón de arroz y setas de almuerzo porque no ha salido de la biblioteca, se ve sombría, y me habla cuando me quedo a su lado, guardando pergaminos.
- No me gusta, Conrad.- me dice con un suspiro, su voz muy baja.- Pero es la mejor carta que tengo, la única carta que tengo. Lo que sienta, no importa.-
- A mí me importa.- digo con acidez.
Me sonríe, pero se ve desanimada, levantándose y quitándose la túnica por la cabeza, yendo a tomar el termómetro, quedándose en una blusita y sus calzas floja, alargándome la cinta de medir.- hagamos las últimas mediciones. Hoy no he hecho nada de magia, debería haber vuelto al basal…-
Sus lecturas no son alarmantes: su cuerpo, aunque alterándose mucho más que ningún clérigo cuando ejecuta magia, está acostumbrándose a la magia, aunque la deja exhausta. Sus latidos se duplican, sus pupilas se dilatan y su temperatura cae cinco grados cuando la usa: se seca su boca, y se marcan las venas de su frente y cuello. La cinta de medir marca cuatro centímetros más de pecho y tres de cintura en esas ocasiones: pero luego regresa al normal, aunque hoy, al medir su cintura, me encuentro con un centímetro de más.
- Mi hígado se siente normal, es tu pancito frito, me lo como como una golosa.- me dice con una sonrisa, su mano sobre la mía palpando su vientre.- Ves que está todo bien? No te pone contento?-
- Estaré contento cuando hayamos terminado con esas fábricas malditas y la península esté en paz.- le respondo con cierta aspereza, empacando los instrumentos en sus estuches. Mis palabras parecen desanimarla de nuevo, maldita sea.
- Siempre hay alguien con demasiada ambición o demasiado poco seso. Supongo que no es diferente a ustedes cazando monstruos cada vez que aparecen.-
- Pero yo elegí hacerlo.- le digo, una hebra de rebeldía en mi voz.- Tú elegiste esto? Para siempre?-
- Era mejor que casarme con Rick.- me dice ella con cierto cansancio en la voz. No soporto haberla entristecido de nuevo.
- Bueno, declaro que ya has trabajado suficiente y hoy estamos solos, y hay un día muy agradable. Voy a empacar nuestro almuerzo, y comemos junto al río. Podemos… mirar ranitas o algo así.- digo yo, siempre tan divertido que soy. Cerraría los ojos a la estupidez, pero ella me echa una ojeada poniéndose la túnica.
- Ranitas.-
- Hay de diferentes colores.- me defiendo.- Las vi en la mañana. Una se subió a mi hombro.-
- Era hembra, entonces.- me dice frunciendo los labios con humor.- Porque todavía no he visto una hembra que se tropiece contigo y no se pegue como ventosa.-
- Suleimán es gato.- le digo cruzándome de brazos.
- Suleimán te ama arquitectónicamente.- me dice Ellyse, poniendo los libros en su morral.- Vania te amaba situacionalmente. Dari te ama líricamente. Y yo te amo…- dice, y se retiene en una pausa, antes de cerrar la mochila, y continuar con una voz más ahogada.- patrióticamente, a ti y a tu pancito frito.-
Se calla, y algo en su pausa me incomoda, así que tengo que hacerla sonreír.
- Todavía soy un maiclaregh pzufer?-
- Clérigo absurdo, eso es lo que eres…-
Our picks
Start writing today on quaderno
We value quality, authenticity and diversity of voices.
Comments
There are no comments yet, be the first!
You must be logged in to comment
Log in