Que ojalá me pienses, pero de esa forma rara, medio sin querer, como cuando te quedás mirando una pared y de repente se te aparece mi risa.
Que el frío te roce de costado, y sin que lo notes del todo, te den ganas de buscarme, como si tu piel tuviera memoria y la mía le faltara.
Que los recuerdos se te metan en la cama, así, como quien no quiere molestar, y te abracen justo cuando apagás la luz.
Que tu boca, medio dormida, se despierte buscando la mía como si tuviese la esperanza y el deseo de encontrarla.
Que un día veas la lluvia en la ventana y no sepas por qué pensás en mí, pero igual lo sigas haciendo.
Y ahí, imaginame abrazándote.
Te abrazo porque sí, porque no, porque te quiero, porque te extraño, porque una vez nos reímos tanto que todavía me vibra el cuerpo.
Te abrazo por si te vas, por si volvés, por si no sabés. Pero si sabés, mejor.
Te abrazo con todo lo que no decimos, con los silencios que se nos caen en medio de una frase, con los “te extraño” que nos mordemos, con los “vení” que no gritamos.
Te abrazo sólido, te abrazo líquido, te abrazo porque lo mereces, te abrazo aunque creas que no lo merezcas, te abrazo porque lo necesitaba, te abrazo porque vos lo necesitabas.
Te abrazo con mis cinco sentidos.
Te abrazo sin poder sentirte, sin escucharte,
sin tocarte, sin olerte y sin saborearte.
Pero de alguna manera te siento igual, así que te abrazo.
Te abrazo en presente, en pasado y en ese futuro que no sabemos si va a llegar pero igual nos tienta.
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