Cinismo devenido.

I.

La colisión de nuestras caderas fue un cataclismo catastrófico y apocalíptico; como la fusión de dos galaxias voladoras que luchan.

Ella me tragó como el sol lo haría con la tierra durante millones de años.

Ella fue la aniquilación de mis huesos sobre su piel.

Nuestra raza había sido demolida justo debajo de nuestras uñas, devastamos el mundo y estamos solos en nuestra propia tortura intoxicante. Sólo le agradezco a Dios que nadie pueda verme siendo prendido en las llamas de sus garras.

Y ella me reclama con el hambre que atrae las mareas a la orilla, con el fervor que pulsa mi sangre por todo su cuerpo, con la atracción magnética gravitacional que reúne a nuestras estrellas agrupadas.

Un cuerpo puede actuar sobre otro a distancia a través de un vacío sin la mediación de nada más, por y a través del cual su acción y fuerza puedan transmitirse entre sí.

Somos magnéticos, en el sentido de que nadie nunca podrá explicar cómo nos aferramos.

Magnéticos, en el sentido de que somos las nebulosas colapsantes más confusas en el caos devastador que llamamos devoción.

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II.

Los vicios mortales vienen y hacen un hogar dentro de las paredes de nuestras células.

La glotonería se familiariza con nuestros vientres hinchados por nuestro orgullo, el orgullo comparte un mundo con nuestros corazones cantando con lujuria, la lujuria se derrama a través de las marcas de dientes en tu piel roja como la sangre y gruesa como tus caderas.

El orgullo me dice que susurrar en tu oído puede ser la arrogancia egoísta que necesito, que necesito que bebas el agua del útero desde dentro de mi carne.

La glotonería susurra que nunca puedo estar demasiado ansiosa. No existe tal cosa como demasiado ansiosa cuando te estoy devorando, saboreando la fruta madura del Edén y deleitando el jardín entre tus piernas.

La lujuria me dice que tu lengua pertenece debajo de la mía, para que pueda sentir tus súplicas de seguir trabajando ahí mismo. Ahí mismo donde le enseñas a mi boca todos tus lugares favoritos.

Y podría ser mi muerte. Podría ser la serpiente de la que liberas tu carne, la sodomía de la que quemas tu ciudad, la adúltera a la que apedreas, la inmortalidad deseada, pero si soy, si puedo volver a verte desde el infierno de Dante, seguramente podré sobrevivir a estos espíritus porque mi piel es jodidamente corrosiva.