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    cederte a los ángeles nunca fue fácil

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    May 28, 2025

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    cederte a los ángeles nunca fue fácil
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    Hace unos días atrás había empezado a sentir como la incertidumbre, precesora y compañera de la angustia, empezaba a asomarse de a poco, como una presencia acechando, aunque en estos días que corren debo asumir que es un poco moneda corriente en mi vida, por lo que no preste mayor importancia al constante empañamiento de mis ojos por motivos que no eran motivos.

    Por formación académica estoy viviendo en un hospital. Viviendo. Día y noche. 24 horas. Eso significa que cada una de las paredes de mi nuevo hogar están regadas casi siempre de los momentos más angustiantes y traumáticos en la vida de varias personas: pacientes, familiares, amigos. Esas cosas imposibles de ignorar, pero no de ignorar con la actitud, eso es lo más fácil, eso sale solo, lo difícil de verdad es ignorar con el cuerpo. El alma y el cuerpo no pueden, no ignoran ese tipo de asuntos.

    Al lado de mi habitación está internado el papá de una médica, que entre risas nos vio pasar y nos dijo que hablábamos mucho, que tengamos cuidado con las cosas que nos decimos porque las paredes acá son biombos. Mientras nos contaba un poco sobre el pueblo y sobre su vida, trataba de acomodar a su papá, de ochenta y pico, voz gruesa, ronca, imponente. Esa voz la había escuchado antes, como nos lo dijo ella, las paredes son biombos, pero lo reafirmé cuando quisieron moverlo y se calló una baranda de la cama, a lo que dijo -A la mierda!- con una fortaleza que no coordinaba con la imagen que yo estaba viendo. Cuando comenzaron a moverlo, mientras ella nos seguía hablando, como quien asume la vejez como cotidiana y a la muerte como hecho seguro, logré ver que tenía una especie de nylon por debajo de su cuerpo, claro, ahí entendí todo, todo lo que mi actitud hasta ese momento había ignorado pero mi cuerpo no podía. Mi abuela. Era ella. Casi un año después estaba ahí parada enfrente de ella, de nuevo, en otro cuerpo, pero reviviendo toda su vejez, toda su agonía, y recordándome a mí misma que en un momento de mi vida la senectud me era cotidiana y la muerte lo único que esperar. Aveces uno se olvida de esas cosas, digo uno como el uno que se auto protege, porque el verdadero "uno" es ese que le recuerda a cada parte de tus órganos que alguna vez estuviste ahí. Te extraño y no hay día que yo no agradezca haber nacido en el seno de tu hogar, haber sido criada y moldeada bajo tus argumentos y tus ideales. No hay día en que yo no quisiera volver a elegir agarrarte la mano hasta el ultimisimo segundo, fría, temblorosa y llena de miedos pero firme. Agradezco tus últimos años porque me dejó devolverte a vos, mujer, la buena mujer que hiciste de mí.

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