podrán decir que no conozco del amor, del dolor, del duelo
pero piso el mundo
pido por la luz
por el despojo de ternura
con fuerza, como quien lo tiene en las manos y no quiere perderlo
como quien no tiene pero quiere.
yo que creí no verlo todo
tenía razón
pero ví mucho sin saberlo:
escribí con la sangre de la tierra sobre la luz del sol
sobre cómo latía mi corazón
y tus ojos
ay tus ojos, yo que creí saber de dolor.
me vi desamparada,
cuando noté la ausencia
extrañé ominosamente
con locura y con despojo
pero con vida
con tristeza y lagunas
con brillo, aterciopelado paisaje singular:
lo ví todo con vida.
grité sobre hojas
pero las palabras se escapan, se escriben, se borran
nunca son suficientes para que vos vuelvas
para que yo me encuentre
para que el mundo no tenga fugas
para que yo sepa todo del dolor.
así me dí cuenta que la literatura no servía,
cuando el dolor no se iba
que el lenguaje se escapaba pavoroso de mi boca
cuando llamaba con suavidad
cuando no volvías
cuando la lluvia no cesaba
cuando los árboles morían
cuando era marzo y la lluvia.
pero las palabras se escriben
las letras forman más
los verbos se vuelven intrínsecamente puros:
para nombrar la suavidad del sol como flores de algodón
para describir como aminoraba la nostalgia el día que ví el sol.
freudianos, nombres, teorías dirán
que recordar es el mejor modo de olvidar
retorcido juego del diván
yo diré:
hoy ví el sol
hoy lo ví todo con vida
y recordé
que hay algo en mí que nace cuando olvida
es decir,
cuando recuerda.
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