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    anoche me soñé luciérnaga

    Ariana

    May 12, 2025

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    anoche me soñé luciérnaga
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    Anoche me soñé luciérnaga. Me hundí entre mis sábanas, me pensaba muerta en el colchón cuando volé lejos de mi cuerpo y vi que ya tenía alas pegadas. Todo era diferente, las dimensiones eran distorsionadas y alucinantes, al lado de mi cuerpo humano estaba Ricardo recostado, yacía tranquilamente, su piel de melaza se apretaba a mis brazos y su respiración se veía en paz pues a su alrededor había una manta de orquídeas que cuidaban sus huesos. Con mi luz de insecto, me acerqué a sus rizos aborregados y pude sentir su olor natural y no me pude sentir más suya. Sus pestañas se mecían lentamente al son de su respirar, con facilidad pude colarme entre su mente.

    De entrada, era un bosque frondoso repleto de color verde, el suelo estaba tupido de hongos de todas las especies, después de avanzar un poco, noté que él tejía con su voz el micelio que unía a cada uno de aquellos organismos. A cada vuelo, veía lagunas donde se amontonaban los peces, algunos tenían patrones extraños que parecían tener mensajes ocultos, las aves, como era de esperarse, en sus picos llevaban letras a algún lugar, parecía que tenían una misión con su dueño. Les seguí el rastro y me encontré en medio de un campo de letras y palabras escritas en todas partes, las nubes eran libros y las flores también llevaban sonetos, prosas y poemas.

    En el camino, pude ver algunos de sus recuerdos: pequeños momentos fugaces cuando era guitarrista en una banda de metal, a la derecha había personas que ama y más allá estaban quienes en algún momento quiso, viejos amigos, compañeros, maestros, amantes, familia. Entre los surcos de los árboles se hallaban sus mascotas que parecían caminar solemnemente por todo el lugar, dignos de ser amados por él. Si observabas bien podías ver pequeños párrafos que escribió en sus clases de biología y que retenía para su formación como biólogo; incluso vi, por su brillo cegador, cada momento que hasta el momento tuvo con su amor: Ariana. Una mujer que para él era su vida entera, en un pedestal estaba cada recuerdo que con añoranza resguardaba en lo más alto de su mente.

    Cuando por fin topé con las aves, el paisaje era un campo inmeso donde estaba cada lágrima, risa y letra de él. Y ahí estaba Ricardo, yaciendo entre el verde húmedo; con extrañeza lo observé y me acerqué a él. Parecía que ya me conocía pues me dejó posarme en su hombro, me analizó y me acarició con la delicadeza de siempre, como si me hubiera visto luciérnaga más de una vez.

    Ricardo llevaba en sus manos una libreta que parecía tener recuerdos de todo tipo, tanto malos como buenos. Escribía con rojo, el color era similar a la mezcla de nuestras sangres. Escribía poemas sin seguir reglas, si hurgabas entre los recuerdos de aquella mujer, encontrarías que le dijo que la poesía es mejor cuando no sigues las reglas.

    —Ahí estás, justo a tiempo —sonrió y con mi luz pude ver sus pupilas agrandadas—. Te escribí un poema que me recuerda a ti, mi luciérnaga. He visto que te cuelas en mi mente cuando estoy dormido, sé que divagas entre mis pensamientos.

    Él recitó el poema:

    Te sueño luciérnaga,

    hay alas en tu cuerpo,

    las usas para venir a verme

    también en mis sueños,

    conoces mi mente

    y con tu luz,

    guías nuestras almas.

    Pude sentir amor por todo mi tórax, incluso sentí que mi luminiscencia era más fuerte. Estaba con él y él se convertía en mi luz.

    —Es momento de ir a explorar mi mente —dijo levantándose y agarrando sus cosas, con su mano hizo un gesto, parecía que era costumbre ir con él a explorar su mente y sus secretos que nunca decía cuando estaba despierto.

    Ariana

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