A veces pienso en matarme para terminar con este gran dolor que arrastro casi desde que nací. Se me arrebató tan temprano esa inocencia de niños, esa pureza. Se me sometió a las más grandes crueldades casi toda mi infancia, y bastante cuerda quedé para las cosas que me pasaron.
También me rodeó la muerte demasiado. Vi tanta gente querida fallecer que, si hay algo que sé hacer, son duelos. No sé mucho cómo se siente el amor de cerca; jamás sentí esa calidez por parte de mamá. Genuinamente, siento que Dios me abandonó desde el primer momento. Pero ¿por qué? ¿Qué hice yo para merecer esto?
Nunca quise esta vida que tengo, y sin embargo, acá estoy. Sigo. Le pego derecho. Me arrastro por el suelo porque ya no puedo ni caminar. Soy una mujer vencida. Siento mi alma podrida. No creo sanar jamás.
Tengo tantas cosas para contar, y no sé por dónde empezar. ¿En qué momento decidieron arrebatarme la felicidad? Hay tantos fragmentos de mi infancia que no recuerdo… Mi psicóloga me dice que es un mecanismo de defensa, que mi mente bloquea las cosas más terribles y traumáticas. Pero yo sé que están ahí. No las recuerdo bien, pero hay una sensación borrosa, un malestar que habita mi cuerpo.
Cuando intento dormir, todo me atormenta. Casi siempre lloro hasta quedarme dormida, y al otro día no es nada nuevo tener los ojos hinchados y un bruto dolor de cabeza.
¿En qué rincón de mi cuerpo se esconde la ternura?
A veces pienso en lastimarme de la forma más dolorosa posible, porque solo así siento que mi fuego interior se va a apagar y voy a tener paz. Me desconozco tanto que a veces me busco como si fuera otra. Tengo miedo de mi propia intensidad, de esta forma de vivir al borde de todo.
Our picks
Become a supporter of quaderno
Support this independent project and get exclusive benefits.
Start writing today on quaderno
We value quality, authenticity and diversity of voices.
Comments
There are no comments yet, be the first!
You must be logged in to comment
Log in