mobile isologo
    search...

    Acostumbrado a la derrota.

    Dolbach

    Aug 11, 2024

    0
    Start writing for free on quaderno

    ...

    La rubia que esperaba.

    Habíamos salido a perder. Eso podíamos hacerlo. Lo contrario nunca se nos había dado bien. Lo extraño es que alguien no confiara en nuestra capacidad para la derrota y nos primara para que lo consiguiéramos.

    Al principio me sentí nervioso. ¿Y si se me notaba que no era tan mal jugador?

    Es extraño intentar hacer peor lo que uno ya hace mal sin esfuerzo.

    Perdimos, por supuesto.

    De hecho no hizo falta que nos esforzáramos en la propia derrota. Los otros, sin ser muy buenos, eran mucho mejores.

    Catorce a cero.

    No fue nuestra primera debacle, pero sí fue la única vez que nos resultó rentable.Y a mí hacia tiempo que el fútbol me importaba un bledo. Había perdido la ilusión infantil y sabía que nunca llegaría más lejos. La segunda división y una promoción para el ascenso. Mis logros.

    Y ella quería un crucero.

    Contraté uno de los más caros. Por el Nilo.

    Llegué con tiempo de sobra al aeropuerto.

    Ella llegaría a El Cairo en otro vuelo.

    La había conocido en una página de contactos.

    Rusa como ella sola. Alta y delgada. De prominentes... y unos ojos azules como el mar. Y un largo y brillante pelo dorado. La viva imagen del estereotipo. Y yo, un pela habas de pueblo.

    Entre unas cosas y otras, seis horas desde Madrid a Egipto. Ella, me dijo, tardaría más o menos lo mismo.

    Mi estómago fue un hervidero. Catorce copas de cava, la primera clase es lo que tiene, no ayudaron a mejorar las cosas en ese aspecto.

    Aterrizamos y la gente aplaudió.

    Yo no había volado nunca antes y aquello me sorprendió. ¿Abucheaban cuando el aparato se estrellaba?

    Habíamos quedado en el hotel Kempinski Nile y no sé cuantas palabras más. Caro era. Cuatrocientos del ala por una noche.

    Ella debía llegar en un par de horas.

    Debía.

    A la mañana siguiente, justo cuando, tras toda la noche en vela, había sucumbido al sueño, sonó el teléfono.

    -Hola. Soy Aliona, te espero en el bar.

    ¡Coño! ¿Por qué no subía a la habitación? Cuatrocientos euros para no pegar ojo viendo la televisión por satélite. Cagué, no iba a desaprovechar la ocasión.

    Duchado y medio espabilado subí al ascensor.

    Crucé la lujosa recepción y me detuve a la entrada del bar. ¡Menudo sitio!

    Una barra en curva, escoltada de taburetes de madera acolchados en cuero rojo, un piano de cola, una especie de rincones salón de estar con sillones y sofás. Y magníficas vistas al Nilo.

    Lo que no alcanzaba a ver era a ninguna rubia.

    -Hola, ¿eres tú?

    La mujer que me saludó con aquel extraño acento, no muy alta y un tanto regordeta, discretamente guapa, tenía una bonita sonrisa. Era morena.

    Lo pasamos bien, muy bien en el crucero. Y desde entonces.

    -Mira, si hubiera puesto mi foto, jamás te hubieras interesado en mí. Cuando miramos los escaparates nos fijamos en lo más caro.

    Eso me dijo para justificar su engaño.

    Yo estaba tan acostumbrado a perder...

    Pero, se lo aseguro, he ganado.

    Vale.

    Dolbach

    Comments

    There are no comments yet, be the first!

    You must be logged in to comment

    Log in