Tiempos difíciles para los soñadores

Tiempo postcapitalista en el que las élites intentan apropiarse incluso de nuestra conciencia: qué pensar, qué soñar, qué placeres se nos permiten y cuáles están terminantemente prohibidos.

La sobredemanda inhumana de producción recae sobre cuerpos limitados. Nos imponen plazos que ni siquiera son nuestros. Así, el ser humano queda reducido a la mera respiración, al hambre y a un estado de latencia nocturna que ya no significa descanso reparador.

Mucha cafeína, taurina, nicotina, clona y Ritalin. Parches químicos para un problema que no reside en el individuo, sino en un sistema podrido y decadente. Es más sencillo culpar a la persona que mirar el problema de frente. Para el sistema no somos humanos: somos al mismo tiempo productores incansables, consumidores y mercancía.

Quieren controlar lo que pensamos. Las redes sociales nos inundan con propaganda elitista y nos anestesian con violencia cruda. Presenciamos un genocidio documentado en tiempo real, con imágenes explícitas y con el discurso de un Estado que se ampara en su supuesto derecho a la autodefensa. Cualquier otro mensaje es censurado que, mientras tanto, el algoritmo nos empuja con facilidad hacia burbujas neofascistas.

Por supuesto que intentan apropiarse de los placeres, intentan desanimar la expresión artistica, expresarnos como realmente somos, nos quitan tiempo de vida con los seres que más amamos, tiempo donde sentir placer es culposo, donde el odio se volvió rentable y productivo, hasta se volvió política.

Por eso quiero formar un sindicato de soñadores. Un gremio de conciencias libres, capaces de reclamar sus sueños como exclusivamente suyos: un bien personal con fines colectivos.

Necesitamos volver a soñar.

Soñadores del mundo, uníos.