Te inmortalicé en mi ruina y el honor más alto que tengo para ofrecerte este día es tu inmortalidad en mi dolor
Oct 15, 2025
Mi mente se calmó cuando entendió que, al final del día, mi último suspiro vendrá por ella, y mi corazón latió más rápido por esa ilusión de un idiota que alguna vez se enamoró de alguien que no le daba la misma intensidad que el enamorado.
Mis brazos quisieron abrazar algo que hoy no está, y mis piernas quisieron ir a buscar eso que alguna vez las hizo temblar de los nervios.
Mi ser, en su totalidad, casi se quiebra al escuchar que sus sentimientos están a miles de reencarnaciones de distancia de mi realidad, de mi perspectiva de un enamorado e idiota.
En sí, todos morimos un poco cuando su tono de voz cambia y deja de ser dulce, y pasa a un tono neutral para bajarnos a la realidad y así hacernos entender que muchas veces uno puede preferir, dependiendo de ciertos días, vivir en su propia película. Pero si somos personas sanas, entenderemos que tarde o temprano el dolor de la realidad tiene que gobernar, y no existe nada más doloroso que sentir el rechazo de aquella persona que por un rato nos hizo sentir que valíamos algo, y encima hasta nos puso ella el precio, porque nosotros pensamos que veníamos de gratis a la vida.
A todos nos duele el corazón, y no existe nada más normal que vivir en un mundo donde los corazones se odian, pero el alma se desea a tal punto de querer romper el límite permitido que tiene un ser humano para imaginar e ir más allá, para poder, aunque sea, solo por un ratito, solo por un respiro, solo por un rezo de un desesperado, pedirle a un ser cósmico que nos devuelva justo ahí, justo en ese momento donde sentiste que sus ojos te estaban diciendo algo que su boca no podía decir.
Porque sí, existe decir “te amo” a través de los ojos, y créeme, te lo puedo asegurar, que he dicho “te amo” a través de miradas. Pero, como sabrás, no funcionó, si no hoy no estaría acá.
Nos encanta ilusionarnos con pequeños fragmentos de bondad que nacen continuamente por la amabilidad y por nada más. Estamos pendientes de que un gesto mínimo valide la creación falsa, por desesperación, de un vínculo eterno que sabemos muy bien que solo vive y morirá dentro nuestro. Es culpa nuestra pensar que una persona amable por naturaleza se pueda enamorar de un ser que camina e irradia tristeza por el simple hecho de no gestionar bien su cabeza.
Pero seamos sinceros: si pensamos eso, es porque tenemos argumentos. A todos nos persiguen muertes no superadas, nos comen la cabeza los traumas, y nos duele el alma saber que una madre o un padre siempre, pero siempre, serán los responsables de que muchas veces sintamos rechazo al abrazar.
Te amo tanto que me levanté desesperado de la cama para escribir antes de irme a esa rutina que hago por hacer, y ni siquiera me cuestiono las sonrisas que me regalan algunos.
Te amo tanto que podría morirme ahora mismo, porque tu persona acaba de dominar toda mi esencia. En sí, pienso que vos estás escribiendo esto. Pienso que, por un segundo, me metí en tu mente y te dicto lo que tenés que escribir, para ver si, por casualidades de la vida, tus manos escriben igual de como yo te amo. Escribo esto deseando que vos lo hagas pensando en mí. Escribo esto pensando que vos estás sentada acá y que yo te dicto. Pero cuando el reflejo de mis lentes me regala la imagen de mi espalda, observo que estoy solo, y consecuente a esa soledad me obligo a pensar en un mundo alterno en el cual hoy estarías acá.
Entonces entiendo que no te tengo.
Y aun así, te inmortalizo.
El honor más alto que tengo para ofrecerte este día es tu inmortalidad nacida de mi dolor.
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