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¿Por qué no disfrutás de la vida?

Fernanda

Sep 16, 2024

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No es por falta de ganas, sino por todo lo que te pesa.

Últimamente, siento a veces que la vida se ha convertido en una serie de obligaciones automáticas, como si estuviera en piloto automático.

Me encuentro en momentos de introspección, preguntándome constantemente:

¿Qué estoy haciendo con mi vida? ¿Para qué hago esto o aquello? ¿Qué sentido tiene esta rutina?

Cosas que antes me emocionaban, ahora se sienten distantes. La rutina se apoderó de mis días, siento que algo falta, una chispa, una conexión, algo nuevo.

El inicio del bloqueo

Todo comienza sutilmente, sin darte cuenta. Hay un día en el que te pones a pensar de que ya no sentís la misma emoción por las cosas que antes te entusiasmaban. Los colores de la vida se vuelven más oscuros, como si el mundo fuera perdiendo su brillo poco a poco.

De chica todo era una aventura. Cada pequeño detalle tenía un significado profundo. No importaba si lo que hacía tenía un propósito o no; lo hacía simplemente porque disfrutaba el momento.

Pero con el tiempo, esa espontaneidad desaparece. La vida se transforma en una lista interminable de tareas, y dejamos de vivir el presente para pensar solo en el futuro. Nos volvemos prisioneros de nuestros propios planes, atrapados en la expectativa de lo que "debería" ser. Trabajamos constantemente con la finalidad de algún día retirarnos, de grandes, y poder disfrutar como cuando eramos niños, solo que con menos oportunidades y más limitaciones.

No es algo que sucede de la noche a la mañana. Es un proceso gradual, casi imperceptible. Empezás a darte cuenta de que, aunque te esforzás por sentirte motivado, algo dentro de tuyo se apagó. No es falta de esfuerzo, ni fiaca; es simplemente que ya no encontrás sentido en las cosas.

Y acá viene lo peor: sabés que deberías hacer algo al respecto, pero no lo hacés. Te quedás estancado, atrapado en esa inercia. Y te culpás por no tener la energía suficiente para salir de ese estado. La vida pierde color. No volvés a las bases, al orígen del problema, sino que te cuestionás por qué te falta energía, "fuerza de voluntad".

El mito del esfuerzo constante

Nos han hecho creer que la solución a este estado es esforzarse más, empujar más fuerte, forzar la motivación. Que si nos sentimos mal es porque no estamos haciendo lo suficiente.

Pero, ¿qué pasaría si el problema no es la falta de esfuerzo, sino el exceso de presión? Vivimos bajo el peso constante de la productividad, de la perfección, de la necesidad de siempre estar haciendo algo "importante". Nos olvidamos de que no somos máquinas.

A veces, la verdadera clave no está en hacer más, sino en parar. En aceptar que estamos bloqueados, que hemos llegado a un punto donde empujar más solo nos desgasta más.

Esta bien estar estancado

No siempre tenemos que salir corriendo. A veces, lo más sabio es detenerse.

Permitite sentirte estancado, sin presión. En lugar de luchar por salir del pozo a toda costa, aceptá que estás en él. Tomate un tiempo para respirar, para estar con vos mismo, sin distracciones.

Tal vez la respuesta no esté en huir de tus pensamientos o llenarte de ocupaciones. Tal vez la clave esté en sentarte en silencio y preguntarte:

¿Qué está pasando realmente conmigo?

No se trata de buscar grandes revelaciones ni soluciones inmediatas. Se trata de reconocer que el bloqueo es una señal de que algo necesita cambiar, pero ese cambio no puede ser forzado. A veces, lo único que necesitamos es permitirnos sentir, sin juicio, sin expectativas.

El resurgir de los colores

Cuando te das el espacio para estar en paz con tu propio bloqueo, algo comienza a transformarse lentamente. Los colores vuelven, no de golpe, sino de manera sutil. La chispa que creías perdida comienza a encenderse de nuevo.

No es un proceso rápido ni fácil, pero es real. Y cuando los colores vuelven, lo hacen de una manera mucho más rica y profunda, porque ya no están empañados por la presión de ser productivo o exitoso. Están ahí porque finalmente te has permitido existir sin expectativas.

La vida no se trata solo de hacer, sino de ser. Y en ese ser, en ese simple acto de estar presente, es donde reside la verdadera alegría.

Fernanda

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