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Mímesis (Parte 2)

Aug 28, 2025

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Mímesis (Parte 2)
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Parte 2

Link a la Parte 1: https://quaderno.app/blog/mimesis-parte-1-4IWkj5

El campo seguía igual que siempre, no aparentaba ser algo que en verdad no era. La naturaleza parecía continuar su rumbo, o al menos eso pensaba Renato, a medida que los pastizales corrían junto a la camioneta al costado del camino. 

Los árboles se mantenían vivos, mismos los arbustos; la ausencia se cernía exclusivamente sobre los animales. Ninguna vaca, ternera, caballo, potro, oveja o borrego a la vista. 

Domingo no fue el único.

Una vez que ingresaron al pueblo, por una de las calles principales, el Viejo aminoró la marcha. El vehículo permanecía encendido, proclamando su pesado, e identitario, ronroneo; los asientos temblaban, hermanados con las piernas de Renato; su padre observaba de un lado a otro, sin parpadear, cada rincón del desolador paisaje que tenían ante sí. 

Si el flujo incesante del tiempo estuvo alguna vez presente en aquel lugar, la realidad ya lo había olvidado. Nadie poblaba las veredas, locales y esquinas. El viento, al no correr, asfixiaba el ambiente con su desvanecimiento sin aviso. 

Tan solo reinaba el silencio petrificado. 

El Viejo apagó el motor y bajó de la camioneta, para luego dirigirse a la caja de la misma y agarrar el arma que reposaba acostada en el metal que hervía por los rayos solares de media mañana. Las ventanas de ambos lados estaban bajas, por lo que pudo escuchar la firme orden de su padre:

—Bajate. 

Golpeó el asfalto con los pies; una caída paradójica llena de cansancio y paranoia. Arrastró sus zapatillas desgastadas, siguiéndole el ritmo al Viejo. Este sostenía el rifle bien firme con ambas manos, preparado para accionarlo si la situación lo ameritaba. 

El chico dudaba respecto a la temeridad de su padre. ¿Estaba dispuesto a matar? ¿Defendería la vida de ambos a base de plomo? ¿Cuál era la amenaza? ¿Qué estaban buscando en ese pueblo fantasma? 

Fantasma.

Un relámpago helado le cruzó la espalda, como si hubiera recibido el impacto de un cable siseante que marchaba convulsionado hacia él, con el objetivo de enredarse en su yugular. 

El interior de los edificios se veía gobernado por una oscuridad diferente a la de los días pasados de orden y progreso; como si otra lógica estuviera habitando aquellas cavernas de concreto.

Deben estar ahí, todos, esperando, pensó Renato.

Sentía miradas obsesivas sobre él, anhelantes de su cuerpo. 

El Viejo, por su parte, continuaba marchando. De pronto, se frenó en un almacén. El de Cachito; histórico en aquel lugar perteneciente a las periferias del campo bonaerense. Miró por un largo rato. El chico esperó. 

—Voy a entrar, vos quedate acá y estate atento. —ordenó abruptamente su padre, quebrando el silencio sin recuerdo de origen. 

¿Atento a qué?

Imposible saberlo, solo podía suponer.


Juan Ignacio Villano

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