Sus ojos estaban exaltados, abiertos dos grandes redondos de terror, temblaba, fija la mirada en la pila de cadáveres mientras se disipaba el humo de las explosiones que al estallar alrededor hacían vibrar la tierra levantando partículas de polvo. La metralla arrancaba trozos de árboles, mascando el bosque tras su trinchera.
Arduamente cabó algún enemigo la línea contínua que tenía enfrente, habitada por ametralladoras de hábiles tiradores que se habían tragado bajo fuego contínuo y veloces tazadoras la mitad del regimiento que avanzó feliz y contento hacia el traqueteo de la muerte.
─Escupiendo fuego. Se dijo.
Y volvió a soñar lo mismo; sujetándose las rodillas, exhalando lamentos, al imaginar sentir el sabor de la miel en sus labios, escuchar las vocecitas de sus hermanos, recordar el primer día de la escuela en la capital y el trayecto del acorazado que lo trajo al inhóspito desierto disputado para los amplios espacios de la posesión de la tierra.
Distinguió nuevas figuras emerger de las malezas, mimetizándose entre verdes olivos.
─¡¿Mba'epio arma?! Le dijo un sargento al mirarlo asustado sonreír.
─¿Nde kane'o pio? entonó buscando su atención, apartándole su fusil haciendo señales para el posicionamiento de su escuadrón que llegó angustiado.
─¡Horrible espectáculo! exclamó para sí un Teniente, tapándose la nariz con un pañuelo, ordenando la disposición de nuevos ataques, refiriendo el corte de caminos que el corralito iba a lograr envolviendo en una circunsferencia de destrucción al destacamento de infelices enemigos atrapados en el fortín.
Volvió triunfante a impartir ordenes a la retaguardia y la tropa ocupó la posición de preparación bajo la atenta y desesperada mirada de un soldado en shock.
─¿Nde pio moõ gûa arma?.
Le preguntaban los diferentes soldaditos que pasaban en hileras de preocupación y temor de acercarse al pánico de una batalla.
Querían saber el motivo de esta desgracia; un Regimiento esparcido en las arenas que desangran los campos de tiros y explosiones regladas, atomizando sus cuerpos. Algunos lo ignoraban, presintiendo el mal augurio, no dejaba de sonreír cuando volvía el mismo sargento cargando una cantimplora.
─¿1era o Segunda? Inquirió sonriendo una vez que el sonriente trágico dejó de atorarse con el agua.
─Primera de Fernández, escupió un chorro y extendió sus dientes en una sonrisa intermitente diciendo;
─R.I.4 Curupayty.
Dejó de temblar, alguna calma le hizo saber que todo había terminado para él, a su alrededor se posicionaban para nuevos combates, sus amigos en los suelos del campo abierto, listos para mirar y alcanzar las estrellas, el médico le sujeta un brazo y le inyecta el sueño.
Lo había distraído con una mandarina que apretó contra su pecho al tenderse en la camilla y su presencia desmoralizante abandona nuestro avance.
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Soldado Desnudo
Escribo en todas las superficies. Las palabras brotan sin significados, son el cúmulo olvidado y de ellas me alimento.
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