El olvido en busca de lo eterno
Nov 28, 2024
Te fuiste sin irte.
No fue la muerte quien nos separó,
sino tu fe,
esa devoción que consumió
todo lo que alguna vez compartimos.
Te entregaste a algo más grande
y, en el proceso,
dejaste lo pequeño:
las risas, las palabras,
las miradas que solían bastar.
Buscando a Dios,
te olvidaste de nosotros,
de lo que éramos juntos,
de los días simples
que ahora parecen un recuerdo borroso.
Te sumergiste en promesas de eternidad,
en verdades que no podíamos alcanzar,
y en silencio
nos apartaste como si el amor humano
fuera un obstáculo en tu camino sagrado.
Ya no estás aquí,
aunque tu cuerpo sigue presente.
Tus palabras ahora son sermones,
tus gestos, una ofrenda al invisible.
Nos llamabas familia,
pero ahora somos sombras
en el margen de tu fervor.
¿Qué buscamos nosotros,
sino que vuelvas?
No para abandonar tu fe,
sino para recordarnos
que todavía somos importantes,
que en medio de tus plegarias
queda espacio para nuestro amor terrenal.
Dime,
¿no es también divino el lazo que teníamos?
¿No son sagrados los momentos
que construimos con paciencia y alegría?
¿Por qué amar a Dios
significa olvidarnos?
No queremos robarte tu fe,
pero tampoco queremos perderte en ella.
Porque te necesitamos aquí,
donde el amor se expresa
con abrazos, palabras y gestos.
Donde el cielo puede ser
tan simple como una mesa compartida
o una risa que llena el aire.
Te seguimos esperando,
no para que renuncies a lo que crees,
sino para que nos recuerdes en ello.
Que en tu búsqueda del infinito,
no te pierdas de lo que es finito
pero igualmente valioso:
la vida, el amor,
los que siempre estarán aquí
mientras tú sigas lejos.
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