Carta para mi único amor

Cuando te perdí, me perdí a mí.

Cuando te perdí, fue como si arrancaran una parte de mí que no sabía cuánto necesitaba.

Eras mi hogar, mi refugio, la voz que siempre me entendía incluso cuando no hablaba.

Caminábamos juntas por un mundo que parecía menos hostil porque lo enfrentábamos como una sola.

Compartíamos secretos, sueños y miedos, como si el universo no pudiera tocarnos.

Pero algo se rompió.

Primero fue un silencio extraño, luego palabras que parecían cuchillos.

El cariño se fue llenando de dudas, de heridas pequeñas que crecieron sin darnos cuenta.

Hasta que un día miré y tú ya no estabas, y con tu ausencia se fue también la versión de mí que conocías.

Intento recordar en qué momento todo cambió,

qué fue lo que dejamos de hacer, o lo que hicimos demasiado.

Me duele pensar que tal vez nunca hubo un solo culpable,

que fuimos dos personas intentando sostener algo que, sin saberlo, ya se desmoronaba.

Hoy, cuando pienso en ti, siento una mezcla de nostalgia y enojo.

Me duele extrañarte, pero más me duele que mi reflejo ya no sea el mismo sin tu presencia.

Me miro al espejo y no reconozco a la persona que era cuando estábamos juntas.

Me pregunto si tú también sientes este vacío,

o si has logrado llenarlo con algo o alguien más.

No sé si algún día podamos volver a encontrarnos.

No sé si quiero.

Pero sé que, de alguna forma,

siempre serás una parte de mí que se perdió en el camino.