Soy el pájaro negro que merodea sobre las pesadillas de los niños. 
No tengo lugar a donde ir, no hay protección bajo la tormenta, no hay descanso. 
Soy un pájaro y el cielo es mi infierno; si no vuelo, muero. 
La oscuridad y mis miedos, son iguales. 
Los dos se complementan. Ambos me atormentan, bajan, suben, gritan, me retuercen, me esconden, me persiguen, me hacen tambalear, Y yo, floto. 
Me balanceo, caigo, remontó hacia arriba, vuelo... 
Vuelvo a caer. 
Alguien se retuerce dentro de mí, alguien llora dentro mío, alguien golpea dentro mío, alguien pide salir afuera. 
Grita más fuerte cada vez que lo hundo más y más hondo en las profundidades de mi cuerpo. 
Araña más fuerte sobre mi traquea cada vez que trago sus palabras. 
Esta garganta mía, que no es más que un cuarto cerrado bajo llave, de donde no salen las verdaderas palabras. 
Ya vez. 
Solo soy una niña perdida e inestable, niña con esperanza y terror amarrados al cuerpo. 
Escapo de tus ojos porque sé que eres capaz de hacerme hablar. 
Si me preguntas, diré que no pasa nada. 
Si me miras, solo veras el abismo de mis ojos. 
Si me tocas, sabrás a que le tengo miedo. 
En los recovecos de mi mente habitan monstruos que se alimentan de mis tristezas y desangran mi alma. 
Y mi corazón, palpitando sangre putrefacta intenta seguir bombeando esperanza. 
Veo borroso, pero me repito que esa no es la normalidad. 
(Todos aquí dentro saben que si) 
Y mientras espero, 
Mi garganta se cierra aun más. 
Y la oscuridad me va abrasando poco a poco. 
Y los que vagan entre las sombras se van mostrando. 
Y en los recovecos de mi mente, se esconden mis muertos. 
Vuelo en círculos, esperando romper algún día la monotonía de bucle en el que le veo atrapada. 
Un pozo muy profundo, un brazo que nunca me alcanza. 
Los monstruos van a comerme de adentro hacia afuera. 
No hay batalla, no hay guerra, solo un sonido de agonía. Un llanto silencioso. 
La muñeca de porcelana en el suelo, hecha añicos. 
Los gritos envuelven al cadáver, los llantos tapan el cadáver. 
La muerte sobre la vida. 
Y los monstruos balanceándose sobre mis alas rotas. 
(Por favor, no te vayas. 
Vete. 
Quédate conmigo. 
Déjame.) 
Los muertos comen a la muñeca. La niña está muerta. 
No hay más música, no hay más gritos, no hay más llanto. Ya no… ya nada. 
El pájaro ya no vuela.
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