Amo la felicidad, pero la tristeza... la tristeza me puede más.
Aug 5, 2025

Amo la felicidad, pero la tristeza... la tristeza me puede más.
En la tristeza veo más belleza que en la felicidad.
La nostalgia de un pasado que en el presente se disfraza de la mejor etapa, puede ser la confusión que nos lleva a desear un futuro como ese pasado.
Y lo peor de todo es ser consciente del enorme error, y aun así seguir apretando el corazón, deseando volver a vivir ese pasado lleno de dolor.
Pero como son dolores familiares, porque preferimos sensaciones dolorosas viejas antes que sensaciones nuevas.
Eso es lo que me pasa a mí. Lo que cuento es muy íntimo.
Pero, como bien ya saben algunos de mis círculos cercanos, a mí se me puede preguntar sobre cualquier cosa y yo siempre la voy a responder.
No oculto. Ya no quiero ocultar lo que me pasa, lo que viví y lo que más miedo me da.
Soy consciente de que la muerte está, y me enfermo cuando pienso que ocultamos emociones sabiendo que, tarde o temprano, nos vamos a morir.
Que esa persona que amás se va a morir. Que ese odio que guardás se va a ir, porque te vas a morir.
A veces, uno tiene que estar agradecido de que las personas que odiamos estén vivas.
Como también se tiene que ser agradecido de que las personas que amamos puedan estar vivas todavía.
Volviendo al tema anterior:
Suelo ser más amante de la tristeza.
No significa que nunca sentí felicidad. Ni mucho menos. Viví más momentos felices que de tristeza.
Pero algo me pasa con la tristeza.
Yo pienso que la verdadera personalidad de uno sale ahí, sale justo cuando se quiebra al contar ese momento que tanto lo marcó. Ese momento que se transformaría luego en su talón de Aquiles.
Ojo, también en la felicidad uno se da cuenta de lo insignificante que pueden ser nuestras penas, cuando esa sensación de eternidad aparece.
Cuando estamos con la persona correcta, en el lugar correcto, nos damos cuenta de que la tristeza puede ser un plus al equilibrio perfecto del sentir humano.
Y que uno tiene que aceptarla para poder valorar esos instantes de felicidad.
Porque sí, la felicidad suele durar muy poco en comparación con ese dolor que tanto nos marcó.
Y eso me lleva de vuelta al principio.
Pensar eso, pensar en lo efímeros que somos cuando nos reímos, me hace desear más la tristeza.
Será que no quiero aceptar que, en ese momento, cuando uno ríe y es feliz, el tiempo pasa más rápido.
Y yo, lo que menos quiero, es que el tiempo pase rápido.
Porque quiero ser eterno.
Capaz en la eternidad puedo entenderme.
Antes de llegar a una conclusión final, quiero hablar de la felicidad.
La felicidad, para mí, no es una carcajada descontrolada ni un estallido de euforia. Es más bien ese momento silencioso en el que todo encaja, aunque sea por un segundo.
Mis momentos más felices fueron cuando entendí que la felicidad se encuentra en el presente.
Sí, el pasado puede ayudar; recordar a alguien que ya no está puede ser, tranquilamente, una hermosa justificación para la muerte. Una razón del porqué seguimos caminando un poquito más, aunque ya llevemos una vida marcada por penas enormes, de esas que sabemos que nunca vamos a superar del todo.
¿Qué es la felicidad para mí?
Para mí, la felicidad es ser consciente de que quienes más amas todavía están viviendo bajo el mismo cielo, y que aún no tenemos esa necesidad de mirar hacia arriba, hacia las nubes, y hablarles como si estuvieran lejos. Están presentes, están vivos, y encima, siempre con la mano extendida para ayudarte.
Y si por casualidad ya no están, dejaron un hermoso recuerdo de quiénes fueron y cómo nos trataron. A veces los vivos se enojan con los muertos, pero no porque se hayan ido, sino porque dejaron tan alta la vara de felicidad que nunca vamos a encontrar a alguien igual. Y saber eso —saber que cada persona es única y que cuando se va nadie se le va a comparar— deja un dolor tan grande... y ahí nos damos cuenta de que tenemos que hablarles y decirles cuánto amor les podemos dar.
Podríamos decir que, para mí, la felicidad es simplemente que quienes más amo todavía están vivos. Y duermo eternamente tranquilo cuando sé la clase de relación que tengo con cada uno de ellos: desde familiares hasta amigos. Sé la clase de persona que soy para cada uno de ellos, y me levanto feliz sabiendo que les dejé en claro lo que significan para mí.
Y aunque tenga mis etapas en las que desaparezco, ellos sabrán que los amo y los cuido. Los cuidaré aun en su eterna ausencia y los amaré en su presencia efímera.
Porque si algo aprendí, es que es muy doloroso ir solo tras algún sueño… pero es más doloroso volver y no tener con quién festejar ese sueño alcanzado. Y yo… tengo la suerte de que puedo ir tras cualquier sueño sabiendo que, cuando vuelva, ellos estarán para festejarlo.
Qué hermoso es saber que tenés a las personas correctas en los momentos justos.
Qué hermoso sería que todos sintieran lo que yo siento, cuando comprendo que las personas que más amor me dieron todavía están viviendo.
Qué horrible es pensar que pronto se irán… y ahí entra lo que para mí es mi gran tristeza.
Cada uno tiene conceptos de felicidad diferentes, a medida que la vida nos lastima.
Por ejemplo, cuando yo era apenas un niño, quería ser adulto para ser independiente. Pero la realidad suele traer consigo un poco de inconformidad, y un gran porcentaje de dolor. Dolor de saber que la realidad manda, y que tu mundo creado por tristezas no es real. Que el mundo del niño sufrido tiene que romperse, caer sobre la tierra, y darse cuenta de que acá, muchas veces, la felicidad de uno es la tristeza del otro.
Cuando tenía entre 15 y 21 años, mi felicidad se basaba en lo material. En adquirir objetos que en mi infancia no pudieron llegar, por la realidad de mis padres, cuya lucha luego se transformaría en el presente desde el cual hoy escribo. Esa realidad económica que los adultos pelean en silencio para que sus hijos crean que en la vida todo se puede… Esa realidad me da el argumento perfecto para repetir, una vez más, la frase: “Muchas veces, la felicidad de uno es la tristeza del otro”.
Pero me di cuenta de que lo material no escucha, ni puede verte a los ojos. Lo entendí el día que llegué a casa con una gran noticia y no tenía con quién hablar. Ojo, no es que no tenía con quién hablar en la vida, pero en ese instante no había nadie. Y cuando a alguien le pasa algo lindo, después de tanto tiempo peleando con el pasado, uno quiere contarlo rápido. Pero en ese momento me di cuenta de lo vacío que me sentía, aun rodeado de objetos materiales deseados por un niño demasiado frustrado.
También soy consciente de que lo material ayuda, igualmente, a sentirnos felices. De hecho, estoy escribiendo esto desde la computadora que deseaba tener cuando era chico. A lo que me refiero es que ir ciegamente detrás de lo material nunca será la respuesta para encontrar la felicidad. Y si por casualidad lo hacés, te felicito. Todos merecemos ser felices a nuestra manera, en un mundo donde la tristeza siempre se lleva los aplausos.
Darse cuenta de que la felicidad no estaba en el mundo de los adultos, y darse cuenta de que la felicidad no estaba en lo material, logró en mí un cambio necesario para entender que la felicidad siempre puede ir cambiando para mejor, y que el deseo siempre se traslada.
Soy feliz entendiendo —sin releer dos veces— el concepto que tengo de felicidad.
Soy feliz aceptando los amores que quedaron en “quizás”, en amistades que ya no están, y entendiendo que cada día uno puede darse el lujo de aceptar que siempre podemos cambiar. Y si ese cambio molesta, también nos podemos dar el lujo de volar.
Y si no podemos volar, porque no queremos dejar gente atrás, seguro quedan cosas que charlar. Ser feliz también es aceptar verdades incómodas, para así cerrar etapas.
Soy feliz sabiendo que entiendo esos instantes… gracias a la tristeza.
Ahora sí, hablemos de la tristeza.
Por si no se dieron cuenta, cuando hablaba del vacío que deja entender que la felicidad no está en el mundo de los adultos, o el vacío que deja lo material…
Siempre, cada sensación esperanzadora de felicidad termina bajo los abrazos de la tristeza, por culpa de una realidad justa pero poco esperanzadora.
Como bien dije al principio, siempre la tristeza me puede más.
Voy a explicar por qué:
Porque gracias a los grandes momentos de tristeza que tuve, pude entender el valor de los instantes de felicidad.
Mentira.
Eso suena bastante bonito para este escrito.
En sí, en resumidas cuentas, entendí que en la tristeza se deja ver la realidad de una persona. Y para mí, eso es hermoso.
Quien me conoce sabe que soy fanático de escuchar dolores ajenos. No por chisme, sino porque tal vez tengo la esperanza de encontrar algún dolor parecido y saber que mi dolor también fue vivido.
Amo cuando un corazón roto revela el lado realista de su enamorado. Esa realidad que siempre se ocultó en las sombras, y que tenían miedo de afrontar.
Amo cuando un trauma se hace presente, y el portador del trauma, al escucharse en voz alta, comprende qué etiqueta ponerle. Es lindo llamar a las cosas por su nombre.
Amo las lágrimas, porque en ellas puedo ver cómo desbordan humanidad. Y no existe nada más humano que llorar delante de quien más amás.
Amo cuando una conversación fría, lenta, incómoda, termina en un “quizás”, dejando la puerta abierta para entender que ciertas cosas no podés manejar y que solo queda aceptar.
Amo, en sí, la tristeza, “Porque gracias a ella pude entender el verdadero valor de la felicidad “.
Sí, como bien dije antes, suena bastante bonito para este escrito.
Pero, inconscientemente, al escribir, vuelvo a pensar eso.
Amo saber que cada ser humano puede llorar de tristeza, porque sé, de primera mano, que el primer paso para ser feliz es llorar.
Aceptar ciertos dolores a los que nunca pudimos encontrarles un nombre… o un culpable.
En sí, amo las cosas tristes también porque pasé por varias depresiones. Y te juro que no existe cosa más hermosa que dar consejos cuando sabés muy bien lo que se siente vivir… y pensar que merecés estar muerto por no comprender cuál es la forma correcta de sentir.
Créeme:
Sé lo que se siente levantarse con grandes dolores en el pecho, y aun así seguir riendo… porque sabemos muy bien que nunca nadie va a comprendernos, aunque le mostremos un mapa de dónde salen nuestros dolores, esos que hacen que nos duela el pecho.
Amo todas las tristezas que pasé, porque gracias a ellas pude realmente ponerme en la piel del otro. Escucharlo, verlo quebrarse, enojarse… y que al final de la charla me largue una sonrisa que valide mi teoría de que para ser feliz, se tiene que sufrir.
Amo ver a la tristeza cara a cara cada noche, porque si la reconozco… significa que sé lo que es la felicidad.
Y por eso rechazo a la tristeza como emoción cotidiana.
Y abrazo a la felicidad, porque sé lo que es la tristeza.
Y odio tenerla cerca.
Y si entiendo eso, es porque, en algún punto del tiempo, fui feliz.
Entonces …
¿Qué es la tristeza para mí?
Saber que cada sensación nunca se va a ir del todo.
Y encima, quien nos creó tiene el descaro de hacernos vivir con dolores tan grandes que, muchas veces, pensamos que vamos a morir.
Saber que no queda otra.
Saber que siempre vamos a vivir bajo un gran porcentaje de dolores.
Osea… saber que vamos a vivir.
Eso es la tristeza para mí.
Saber que vamos a vivir. Y al vivir, muchas veces vamos a sentir dolores aún más grandes, gracias a la conciencia y la experiencia que uno va adquiriendo.
Y entonces llegará un punto en el que, al vivir, vamos a perder a cada ser vivo que hoy valida nuestra felicidad.
Y en ese momento, cuando ya hayamos pasado por todo eso, ni siquiera vamos a pensar en morir.
Vamos a estar más concentrados en seguir viviendo… para ver si podemos encontrar, en momentos efímeros, esa eternidad que nos daban los vivos.
Creo que quedó claro que mi gran felicidad se justifica por mi gran tristeza, y mi gran tristeza se justifica por mi gran felicidad. Equilibrio perfectamente universa.l
Uuuufffffff Bueno… me cansé
04/08/2025
22:26 P.M
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión