No disfruto los veranos. Quizás sea porque la humedad de Buenos Aires los torna densos y pegajosos. Por más que pongas empeño, la ropa se convierte en una desprolija capa de segunda piel y es imposible mantenerse impecable.
Pero no todo es incordio. También existe el aroma de los jazmines y los duraznos.
Una vez alguien me hablò del perfume de esos albaricoques, frescos y jugosos que ya no se encontraban, porque en realidad lo que ya no quedaban eran esos veranos de la infancia. Entonces comprendí que, si alguien al otro lado del mundo guardaba mis mismas sensaciones, era porque quedamos los que guardamos los recuerdos vivos y latentes. Esos que nadie puede robarse. La brisa salada del mar, los pies pequeños hundidos en la arena mojada, los padres jóvenes, cuidándonos, los abuelos dejándote sus historias, que por entonces no sabíamos eran las nuestras.
Porque en verdad estamos hechos de historias y aunque el tiempo te borre la memoria, siempre serás la trama que tantos años antes de que nacieras ya había sido tejida con la paciencia de Penélope.
Hoy termina el 2023 y como dicen que cuando la escritura te encuentra nunca más te abandona, aquí estoy.
Este año escribì mucho y no es casualidad que el primer relato haya sido De donde da la vuelta el viento https://innkba.com/arte-y-literatura/de-donde-da-la-vuelta-el-viento y el ultimo El Restaurant Rispal en Asnières https://quaderno.app/blog/0e9275d9-10bd-4ef5-88d6-f343a4c2f563
Algo me lleva a recordar la historia de mi gente. A no olvidar mis raíces, y a creer que si estoy en este camino es gracias a las personas que lo recorrieron antes.
Por eso para el nuevo año, deseo como y para todos salud, trabajo, pero también buen oído para escuchar el viento en el tejado que soplan los que ya se han ido para abrirnos caminos y el calor suficiente para mantener la llama interior que nos mantiene vivos, esa luz que brilla en proyectos, ilusiones y sueños.
Y para mí, que nunca me falte la capacidad de emocionarme frente a lo jazmines que aún marchitos siguen ofreciendo su dulce perfume, y el asombro eterno cada vez que un colibrí me despeina el flequillo.
Con todos mis veranos con duraznos, arena, mar y tardecitas en bici hoy cierro la puerta de otro año y cuelgo un cartelito que pone ME FUI A SER FELÌZ.
Miriam Rodriguez Roa
Soy auxiliar psicoterapéutica (laborterapia y arteterapia). Me encanta escribir y cuando lo hago, sumo mi apellido materno. Son mis raíces y sellan mis sentires en una firma.
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