Mi pecho es un campo minado,
donde cada caricia se siente como un paso en falso.
Y lo pregunto con el corazón abierto,
como una súplica sin voz:
¿cuántas veces se puede doler lo mismo?
Siento que estoy retrocediendo.
Hay días que avanzo con miedo,
pisando despacio, con la respiración contenida,
como si el amor fuera un terreno hostil
y yo, un soldado cansado que ya no espera victoria.
Tengo cicatrices que no firmaron la paz,
cartas sin leer, promesas que crujen como ramas secas.
Me tocan y no saben que bajo la piel
hay pólvora dormida y recuerdos armados.
Y aun así,
cada tanto deseo que alguien entre,
sin mapa, sin blindaje, sin miedo al estallido.
Solo alguien que no huya al oír el tic-tac de mis deseos.
que bese mis ruinas como si fueran altar.
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