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YUGATA

Ander M.

Feb 7, 2025

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YUGATA
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Era gracioso como un edificio común y corriente albergara tantos secretos como el Empire State. Nueva York no era tan diferente a Japón, ambas eran ciudades enormes, repletas de luces, con muchísima gente y jamás descansaban. El frío de ambas era similar pero no mejor que el país donde nació.

Tenía un sentimiento familiar cada vez que pasaba frente al rascacielos y cómo no tenerlo si era la sede del Olimpo, un lugar que quizá jamás iba a visitar no solo por ser un semidiós sino por la sangre que corría en sus venas.

— Vamos Adara. — llamó al cachorro rottweiler que fielmente lo seguía. — Si no fuera por la neblina la gente estaría corriendo de miedo por ver un perro de tres cabezas sabes.

La cachorra ladró moviendo sus patitas al mismo compás, por supuesto que lo entendía, un cerbero era mucho más inteligente que cualquier otro perro. A diferencia de la gente común y corriente, el día de Ander comenzaba cuando la noche abrazaba la ciudad y las sombras custodiaban cada callejón de Nueva York ocultando a diferentes criaturas mandadas por algunos dioses que deseaban ver un mundo libre de semidioses.

Hipócritamente estaba bien si Afrodita, Hermes, Hefesto, Artemisa o cualquier otro Dios plagaban la tierra con su descendencia pero claro, un hijo de los tres grandes jamás iba a ser permitido por el poder que pudieran heredar. Y Hades usaba eso a su conveniencia cuando notó que su último hijo quedó atrapado en el bucle del Hotel Casino años después del tratado con Poseidón y Zeus.

A medida que caminaba las calles iban haciéndose más pequeñas, más oscuras y con menos presencia de humanos. Cada vez estaba más lejos de la avenida principal.

— ¡Niño!

Alguien con voz gruesa y rasposa gritó a sus espaldas. Vamos ¿Niño? Acaba de cumplir la mayoría de edad.

Cansado, Ander dió media vuelta sobresaltado por el ladrido de Adara.
— Quieta. — susurró aunque no podía calmar a un cerbero que tenía la misión de protegerlo de aquellas criaturas que reinaban cuando la neblina tomaba más fuerza.

— Apestas a semidiós.

Aquella persona era probablemente el hombre más alto que había visto en su vida, Ander ya era alto pero ese hombre medía casi los tres metros. Llevaba ropa vieja encima, claramente, más pequeña de lo que debería ser; torpemente se tambaleaba a cada paso que daba acercándose más y más provocando que el semidiós apretara la daga en su mano convirtiéndola al instante en una espada que brilló deteniendo a la persona.

— Cíclope.

Susurró poniendo en aviso a Adara quien con una pequeña sacudida aumentó su tamaño mostrando su realidad, un enorme perro de tres cabezas negro como la noche sobresaliendo sus ojos en llamas.

Pero así como la neblina en su cachorra desapareció lo hizo con el cíclope mostrando su verdadero ser.

¿Qué era un dia en su vida si no tenía que pelear contra un monstruo?

Ander M.

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