Yo.

Odiar es una palabra muy fuerte. No me odio. Me desagrado.
Odio tener que peinarme, pero odio más el estar despeinado. Mirarme al espejo es casi como mirar a otra persona. A veces no entiendo cómo llegué a lucir así ¿Tan mal cuidado estoy?
Me baño todos los días. Y realmente no me gusta. Me baño rápido, callado. No lo disfruto. Pero odio sentirme sucio. Me da asco, me doy asco.

Creo que lo único que me gusta de mi apariencia son mis ojos. Mis marrones y cálidos ojos. Y pensar que hace no mucho creía que me iba a quedar ciego. Claramente, no fue así.
Pensar en no ver nada, en ser casi totalmente ciego me llenaba de un alivio fugáz. Etéreo. Irreal.
Sabía que estaba mal pero, ¿por qué me sentía así? Al final el problema también son mis ojos.

Creo que al final solo odio mirarme al espejo. Como si fueramos dos personas, increíblemente disgustadas con la presencia del otro. A veces duermo del otro lado de la cama. O ni siquiera duermo en mi cama. Me da asco. Pensar que estuve allí la noche pasada me disgusta. Me incomoda.

Hace dos días vomité mientras caminaba. Asco. Asco. Y solo pensaba en mi cama. En lo sucio que estaba.