Yo, hablándole a Pizarnik sobre su poema "Anillos de Ceniza"

Yo, hablándole a Pizarnik sobre su poema "Anillos de Ceniza":

Veo, de forma pertinente, que Alejandra suele encontrar a la vida en la dualidad; suele no estar del todo difunta, al aparcar en el refugio que es símbolo, que es poesía.
Las dosis de realidad matan más al poeta que su pronto olvido en los brazos de manuscritos no allegados a los ojos.
El arte suplica publicación, y al alma le entristecen tantas cosas que le es frenéticamente imposible, no dudar de un todo, ni siquiera afirmarse en su propio talento.

Por tanto:

"Son mis voces cantando
para que no canten ellos,
los amordazados grismente en el alba,
los vestidos de pájaro desolado en la lluvia."

¿Quiénes son ellos, Alejandra? ¿Son los rostros que no negocian con el motivo de tu pasado desvelo? ¿Son las sombras evasivas que acuden a tu inseguridad? ¿O pájaros?

Hay pájaros, y hay cantos agónicos en tu corazón, Alejandra. ¿Cuántos de ellos avistaron un vuelo que tu alma había ansiado en tierra?
Tus voces eran el motivo de sulfuro para tu arte. ¿O era el cantar de un otro? ¿De una amante? ¿De los estruendos de dolor que acuden a tu diario? ¿De la mirada racional de quienes te negaron el más esmerado cariño?

Cantar parece, con finitud, lo que tu voz poética hizo por la literatura.
Y tantas aves como desolaciones. Veo fragmentaciones. Veo disociaciones que habitan en tu mente.

"Hay, en la espera,
un rumor a lila rompiéndose.
Y hay, cuando viene el día,
una partición de sol en pequeños soles negros.
Y cuando es de noche, siempre,
una tribu de palabras mutiladas
busca asilo en mi garganta
para que no canten ellos,
los funestos, los dueños del silencio."

La dualidad te compone, Alejandra.
No hay día, no hay sol, si no hay penumbra al mediodía.
Lo que suele degollar al que es sensible, al que se parte al medio y divide su mundo por un otro, es la tan mencionada espera.

¿Qué se espera?
Toda palabra es un rumor si no viene de la dicha de una honestidad pura.
Ata al que es artista el martirio de vivir y desvivirse por el otro a medias.
Se deja al corazón para después: a la mitad, a trozos, en carreras sin tránsito, sin avistamiento.
Y eso, al poeta, lo quebranta en llanto funesto y silencioso.

"Un rumor a lila rompiéndose."
¿Se rompe o se transforma, Alejandra?

Lo supiste hacer como ninguna otra. Muy kafkiana vos; incendiarte en una metamorfosis, pero sin contemplar el nivel del fuego ni el potencial incendio en tu latir.
Hay mística y resurrección, pero también la intención de sucumbir, de volar.
Ser pájaro y ser jaula.

"Y hay, cuando viene el día,
una partición de sol en pequeños soles negros.
Y cuando es de noche, siempre,
una tribu de palabras mutiladas..."

Como dije: no hay dualidad que no te habite. Y todo es negro, pero es de día.
Todo se acabó, pero, de pronto, es arte.

Cuando nada es vasto para transmitirse mediante la palabra —que es más que silencio si no es escuchada—, es preferible que esta sea derrochada en una calma silenciosa aún mayor:
un poema que se proyecta como voz, pero llega a los ojos con la atención correcta.

"Busca asilo en mi garganta
para que no canten ellos,
los funestos, los dueños del silencio."

El ciclo se completa con el canto.
Lo no dicho busca desprenderse de toda ley que juzga, hace de juez racional y apela por el voto de la indiferencia.
Todo lo no dicho es tu arte, Alejandra.
Pero me preocupa haber llegado tarde. Mucho más tarde que aquellos funestos.
Hoy me queda contemplar la salida que tu mente, a gritos, se esmeraba por afrontar en trágico vuelo… pero no hizo más que encontrar los cantos de ellos.
Y no tu voz.
Pero sí su silencio. Tu silencio. Uno ahora perpetuo.