Yo estuve allí
Nov 4, 2024
...
Ella lo quiso.
¡No ha nacido quién!
En la piedra quicio, a la entrada al templo de la Adoración Inmisericorde, segunda congregación Mariana del Advenimiento de la Batahola de Cuatro Días Antes, sito a las afueras del municipio El Palmar de Troya, estaba grabada esa frase, que para eso era lapidaria.
El porqué de tal escrito era una incógnita desde que el Templo fue bendecido por el primer Papa tras el último: Localio el No. Llamarse así evitaba, sin duda, tener que poner un número detrás.
Se celebraba el XXXIV Congreso Espiritualidad y Esperanto y por ello cruzaba yo aquel espacio. Noté un escalofrío al pasar por debajo de aquel mármol.
No podía ser por la temperatura ambiente. En julio en esas latitudes, los escalofríos no pueden deberse a lo que afecta naturalmente a los termómetros. Fue otra cosa; y fui consciente de ello en ese preciso instante.
Las ponencias comenzaron tras la presentación del acto. Yo había de subir al altar/estrado, tras el profesor Angus Lameojetes, experto en iconografía esperanta. Mi especialidad, famosos esperantistas, era de las más esperadas.
El cielo se apagó de pronto. No era ni medio día, con o sin cambio horario, así que lo que provocara aquel evento no podía ser explicado con los relojes.
Las velas que iluminaban las peanas de los santos fueron, por una vez, útiles.
Se extendió una lógica algarabía, a pesar de la solemnidad del lugar y de la seriedad de todas las personas asistentes al congreso.
Una voz:
-¡Silento!
No se repitió el imperativo pero el silencio llenó el espacio.
-Mi estas la lumo kaj mi estingigis.
A pesar de ser un congreso de esperanto, no todo el mundo lo entendía con fluidez, así que comenzó a extenderse un rumor de preguntas y explicaciones.
-¡Silento!
De nuevo ni las moscas zumbaron.
-Kaj mi elčerpigis tabakon.
Foriru de či tie. Malsağuloj!
Ante esta voz apremiante, quienes entendieron, salieron corriendo hacia el oscuro exterior y quienes no entendieron, los siguieron, vista la urgencia de aquellos.
Fuera, el sol comenzaba a salir de detrás de la luna. Mucho esperanto pero poca astronomía.
Aclaraba de nuevo el día.
El papa, Pascasio Orejas, nuevo desde hacía veinte días, era un cachondo y, a sabiendas de lo inmersos en el esperanto que estaban esas gentes y lo poco que atendían a otros asuntos...
En fin, ya lo han visto.
Lovecraft no podría haberles dado mayor susto.
(Post escriptum: Lo del escalofrío, un chorro de aire acondicionado gélido que se puso allí a propósito. Por generar ambiente).
¡Ay, señor!
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