Te vi,
como si la luna hubiera parido al sol,
con alas tan blancas que dolía mirarte.
Tú, todo luz,
todo bondad,
todo lo que yo dejé atrás hace siglos.
Yo,
una sombra con sed,
una grieta con forma de hombre
que no sabe más que devorar.
Te acercaste sin miedo,
como si no supieras que el amor de un vampiro
nunca es tierno.
Es hambre,
es cadena,
es un grito contenido en la noche.
Quise tenerte.
Pero no como se tiene una flor en un jarrón.
Quise poseerte,
quebrantar tu pureza con mis colmillos,
hacerte mío hasta que tu luz se apagara en mi pecho.
Y por eso me fui.
Porque te amo más de lo que deseo destruirte.
Porque tú mereces cielos,
y yo solo sé arrastrarme entre tumbas.
Porque si me quedaba un segundo más,
te habría arrastrado conmigo,
al infierno que soy.
Aún sueño contigo,
ángel.
Y a veces
—cuando la sed se vuelve insoportable—
quisiera no haberte conocido nunca.
Pero entonces recuerdo tu voz,
y me aferro al recuerdo
como si fuera lo último
que me mantiene humano.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión