Un fuego alza lo más salvaje de mi alma.
¿Es mi alma el alimento del fuego?
¿O es el fuego la forma de mi ser?
Los cielos callan la respuesta
mientras la noche observa.
Llamas vivas me serenan
con tan solo mirarlas;
un pacto forjado en humo,
un grito ahogado entre chispas.
Mis ojos lloran por el ardor,
mientras veo que mi sombra se quiebra;
mi espíritu se desmembra
ante el fuego que ahora es castigo.
Sentado en la penumbra, rodeado de sombras,
me pierdo en su danza oscura,
un sendero que nadie evitó,
el eco del fuego es lo que soy.
Ardiendo en coraje me encontraré,
mientras las llamas rojas declinan;
me suicido en un ruido sordo,
pierdo mi forma mientras ellas se apagan.
En las brasas que quedan
salto para ahuyentar el horror;
en las ascuas remanentes
veo renacer el dolor.
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