Ya no sos mío, sino de todos los demás

Es extraño pensar que ya no sos mío,

y al decir esto no me refiero a que alguna vez fuiste mi propiedad,

pero a ese momento en el que éramos parte del otro.

Ese momento en el que fui tuya, 

en el que fuiste mío.

Ahora te veo ser de tantos,

y ninguna de esas personas soy yo.

Tu risa suena igual que siempre,

quizá tu sonrisa es un poco más brillante,

pero hablas, y te juro, sonás tan mío que me pregunto por qué ya no lo sos.

Nos miramos, y nos volvemos a sentir.

Sí, nos.

Porque sé que vos también lo sentís, 

por más de que sea muy en el fondo,

por más de que no lo quieras admitir.

“No apartes la mirada tan rápido”, quiero decirte,

porque cada vez que esos ojos avellana se cruzan con los míos,

el viento trae el eco de tu voz susurrando mi nombre,

y danza entre mis dedos, dejándome esas caricias que solías darme.

Porque cada una de esas veces, 

el aire que respiro es diferente,

más puro, más lleno.

Tal vez por eso te odio un poco,

porque ya no sos mío, sino de todos,

y aún así, seguís provocando todo esto en mí.