Ya no me sangran las manos cuando te nombro,
ni se me ahoga el cuerpo con tu ausencia.
Hoy te has ido un poco más,
como cada día,
como siempre.
Después de años en silencio,
con este amor atorado en las costillas;
después de renunciar al aire para sobrevivirte,
de pensarte sin que vinieras,
me ha quedado la memoria agrietada.
Ya no siento el fuego que me hervía en las venas.
Tu escozor se volvió silencio.
Se me ha fugado la entrega y devoción.
Te fuiste,
aun cuando ya te había perdido.
Te volviste un nombre
sin rostro que lo sostenga.
Y aprendí que, aun en la ausencia, existe el abandono.
Ya no temo tu huida,
pues aprendí
que, aun sin ti,
se sobrevive.

Animal en ruinas
Mi lírica no es fácil ni digerible. Mis palabras te harán jirones la garganta, te pudrirán el estómago, y justo cuando estés al límite reconocerás que mi sonido es libertad.
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