cuando miré por la ventana del avión, vi que había neblina. me pregunté si acaso sería un viaje complejo, y no sé para qué lo hice si ya sabía que la respuesta era un sí. pero no por parte del clima, claro, sino de todo, de la vida, de lo que sucede y de lo que no. en este mismo instante la gente va y viene por el pasillo y yo estoy en un rincón del avión pensando en que quizá cuales son sus planes para este viaje. todos vamos a la misma ciudad, pero ¿van todos a enfrentar la nostalgia como yo lo voy a hacer? me lo pregunto porque son casi las cinco de la mañana y eso me huele a un viaje desesperado, a que no quedaba de otra y hay que hacerlo. en parte creo que ese es mi caso, que no me queda de otra que enfrentarme a lo que me duele y buscar maneras de deshacerme de ello. algo, igual, en la forma en la que abordo esto me da un poco de paz, esa calma que suelo hallar entremedio de tanto caos y que me da el pie a entender que las cosas podrán estar bien. o al menos eso es lo que espero: que estén bien. creo que nunca en mi vida había querido tanto que algo esté bien como lo es mi presente ahora.
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