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10.000 santos.
Es un pequeño ejército, pero muy poderoso.
Ahora bien, no todos los santos oficiales, pueden ser, en verdad, llamados santos. Ser santo es tan imposible, que el número de diez mil, es evidentemente exagerado.
Pero, ¿Qué es un santo?
Abnegación, sacrificio, bondad, oración, perseverancia, amor.
Todo de modo infinito, inacabable, inagotable.
Pero todo, a su vez, por una razón muy sencilla y, sin duda, completamente filautera.
Un santo, no cabe duda, es el ser más egocéntrico del mundo. El santo todo lo hace por una única razón: alcanzar su propia e infinita felicidad.
El medio para ese fin: Amar a Dios para poseerlo, para gozar con Él y de Él, para que Dios, en justa reciprocidad, lo ame como a la más querida de sus criaturas.
Quizás, ese, sea un buen egoísmo; es posible que mejor que cualquiera de los que mueven a los demás mortales, pero no deja de ser lo que es: Un enorme e insaciable egoísmo.
Así, el cielo, está lleno, desde Dios al último y más insignificante de los ángeles, de un infinito narcisismo.
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