Sé que el mal clima despierta la melancolía en vos…y desde entonces espero que llueva todos los días. Que, en una de esas, cuando estés cansado del sonido caos del exterior (o del interior); cuando te abrume el encierro y no puedas escapar de la insoportable nostalgia, me escribas, buscando consuelo. Como si fuera tu última voluntad.
Aún cuando estabas junto a mi, podía sentir tal aguacero sobre nosotros, nunca fue necesario el respaldo del cielo. Esperando pacientemente que cesara tal tormenta, que saliera el sol, o que al menos, se asome entre las nubes de nuestros desencuentros…teniendo la esperanzadora certeza de que pronto, todo se secará y quedará renovado, como si volviera a la vida; los árboles, los parques, las calles, y ya quisiera yo, nuestro amor.
Me encuentro contenida entre recuerdos, que relampaguean en mis adentros, evocando la más profunda de las tristezas. Estallan primero, en un ensordecedor trueno que viene acompañado de tu voz, luego, las luces chispeantes alumbran la oscuridad donde me dejaste. Los rayos caen sobre mi cuerpo, creando grietas donde, hace varias tormentas, solían posarse tus manos.
El diluvio que conlleva perderte me está ahogando, pero no tengo salvación. Estoy ensopada en vos y no creo poder evitar la enfermedad que me dejara haberme sometido a tal clima.
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