...
Villancico.
En llegando los días cortos
que paren noches tan largas,
al frío de las aceras
se le ponen gruesas calzas.
Es tiempo de buena lumbre,
de boniatos y castañas.
Los turrones en bandejas
con las frutas escarchadas.
La Paz del mundo se canta.
En llegando estos advientos,
aparece la abundancia.
Anuncios de coches caros,
de perfumes,
de langostinos y cava.
Amor, nostalgia,
recuerdo de quienes ya nos faltan.
En llegando el villancico,
la Paz del mundo se canta.
Los árboles ya desnudos
se cimbrean y así bailan.
El niño, también sin ropa,
en los balcones se pasma.
Reuniones, juergas, lotería,
luces en calles caras.
Y la sonrisa del crío
mirando lo que no alcanza.
En llegando la utopía,
la Paz del mundo se canta.
...
Ya que son estas señaladas... un regalo del recuerdo:
De la vida un cuento.
Hay un camino lleno de senderos que le nacen en sus linderos.
Visto desde el cielo es como un árbol en invierno.
Nos perdemos.
Saber escoger solo es propio de sabios y todos están ya muertos.
Los desvíos se suceden y casi nunca advertimos que hemos tomado uno de ellos.
Malo o bueno, no se sabe hasta que no lo caminemos.
Y otro luego.
Ese ramaje que solo se aprecia con la distancia de la altura, es la vida.
Perderse en un laberinto de decisiones, de opciones, de incertidumbres.
Incluso las certezas son inseguras.
Una mujer nació de nadie y nadie quiso quererla, pero ella escogió la senda de quererse ella a sí misma.
Cada uno de sus pasos fue por amor a su ser y para su complacencia.
Descubrió por los caminos, con sus baches y sus piedras, que el amor si se comparte, a veces trae cosas buenas.
De los fracasos aprendió como evitar las cadenas.
Fue su árbol una profusa maraña, llena de tanto y tan densa, que en sus días la alegría se mezclaba con la pena.
Y las lágrimas eran perlas humedeciendo la arena.
Fue feliz en lo que supo y lo que pudo ser fue.
Nadie a quien no quisiera la acompañó en la vereda.
Llegó a la copa y bebió el vino y tras millones de adioses, se fue por última vez, sin ruido ni polvareda.
No fue un triste final, es lo que pasa en la vida y es entonces cuando el árbol, crecido ya en tantos pasos, germina en hojas y flores y alegra a las gentes nuevas.
...
Yo, que soy rico en estos tiempos, pues tengo la casa pagada y alcanzo a comer, ¡madre mía!, hasta tres veces al día, no debería quejarme, no vaya a ser que por tal, se fijen en mi persona las personas que se fijan, y me quiten, ¡ay, Dios mío!, lo que por fortuna tengo. Por eso, a callar se ha dicho, y a aguantar lo que sea mientras le sea al vecino. Y un poco a mí, claro, es justo. Y si me suben la luz, el gasoil, butano o pan, cual si fueran hemorroides, en silencio yo lo sufra, que quejarse de tal cosa desprestigia al quejicoso ¿Acaso no puedes pagar?
¡Antes sí se vivía mal que solo teníamos mocos!
...
Equivocado.
Oremilac lo sabía. Y su error suponía la pérdida del eslabón troyano. El gambito había sido un fracaso y la búsqueda había resultado infructuosa.
Quedaba la espiral rúnica, pero nadie, desde que había memoria, había sabido superarla.
Los Cárcamos de Squl iban a dominar las tierras de Hytram durante los próximos mil años. ¿O quedaría algo por hacer?
No siempre gana la mejor opción. De ser así, las batallas no existirían. Bastaría con determinar cuál era esa mejor opción. Pero... ¿Por qué si no suceden las guerras?
Oremilac se alejó de allí. Sin mirar atrás. Cómo siempre.
Quizás más allá del horizonte...
"Me hiciste creer que me amabas"
Retazos.
Ya publicado (sin éxito).
...
Cuando no me cuidaba estaba más sano.
...
Cuando era niño hablaba como un niño.
Más largas las horas. Las nubes parecían, en su vuelo, inclinar la torre de la iglesia. Y aquel callejón oscuro y la lechuza respirando en el campanario y yo arreando mi caballo imaginario.
Bodas de pájaros. Bandadas que se perdieron.
El año no dura días exactos. Por eso nací en bisiesto.
Hay que pensarlo. Los pasos, cada uno de los pasos dados en estas calles, en estos campos. Pasos compañeros de otros pasos, de otras gentes que pasaron. Caminos andados por los que nos nacieron. Ancestros.
Se acabará nuestro tiempo y el tiempo de los que vendrán luego y en este tiempo, demasiadas veces, perdemos el tiempo. Nada es eterno.
Cuando era niño hacía como un niño.
Desperté de ser niño.
Nunca despiertes.
Esta cebolla que es, al fin, nuestra vida, capa a capa, paso a paso, pensamiento a pensamiento, se desmenuzará en estrella, de nuevo.
Nada, amigos, que es hoy... y todavía no amanece.
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