Y me absolvo.

...

Examen de conciencia (este lo apruebo).

Muchos años, muchas cosas.

He hecho tanto...

Vida laboral aparte, juergas más o menos estúpidas, más o menos divertidas, más o menos relatables aparte, no importan muchas de las cosas, por insignificantes, por cotidianas, por inerciales, por automáticas (respirar)... Pero, con todo y con eso, que es lo que no pretendo añadir en esta suma, es mucho, muchísimo lo que he hecho.

Podría pormenorizar y darme un baño de orgullo, nostalgia, satisfacción, regodeo, pero baste decir que de mi imaginación, empeño, habilidad, ganas, esfuerzo, han nacido una miríada de muy buenos momentos.

Suele no reconocerse lo que el prójimo hace de mérito, y, aún más lesivo, nunca olvidarse el error que cometió un día, pero para eso uno, para decirse a sí mismo: ¡Yo he aportado a mi entorno mucho bueno!

Esto no es exclusivo de nadie ni se trata de competir tomando medidas cipotales y cuáles, es tan solo un constatarse que no es más lo nocivo que lo positivo, ni mucho menos, y asentar la conciencia con el cimiento de la calma por la vida que se ha fraguado. Y es que, lo habitual (al menos en mí) es ir recordando la metedura de pata, el egoísmo de aquello, la torpeza de ciertos tiempos, la inmadurez crónica, todo lo no amigable que queda en la selectiva memoria. Y eso no es nada lisonjero.

Pues bien, con este pensamiento escrito, puesto sobre el blanco en negro, este "qué bueno soy y qué culito tengo", me doy el gusto y me doy por satisfecho.

Mucho, mucho, mucho bueno.

Palabra de D.